viernes, 13 de junio de 2008

El viento trae su melodía



Desde que llegaron a la escuela dos semanas atrás no habían intentado acercarse a ningún otro alumno. A ambos le costaba encajar. Nunca se les había dado bien eso de hacer amigos y por eso estaban tan unidos. Los dos habían llegado desde Inglaterra, la Escuela de Magia y Hechicería Hogwarts desde la que habían venido como alumnos de intercambio. Gracias a Merlin, ellos dos se ya se conocían, pues compartían algunas clases en aquel Castillo.

Eden, de la Casa Slytherin era silencioso, astuto, sincero e introvertido. Anne por el contrario era simpática, divertida, leal y generosa, todo una Hufflepuff. Según la directora, ambos serían distribuidos por dos de las cinco casas de Salmanfortis como era costumbre, y tras una conversación bastante dilatada con las Moiras, éstas decidieron que Anne fuera destinada a los Lobos y Eden a la Casa de los Osos.

Con su elegante porte, su forma de caminar y su sonrisa estaba acostumbrado a quitarles el aliento a todas sus compañeras de casa e incluso a alguna que otra de las demás. ¿Qué importaba? A él no parecía importarle. Sabía lo que provocaba en todas ellas. La mayoría suspiraba por besar sus labios, tan conocidos por todas: el inferior grueso, redondeado, delineado por el superior y la curva de la barbilla, el superior algo curvado formando una sinuosa silueta que acababa rematada por la perfección de su nariz. Y sus profundos ojos verdes no hacían más que remover esta mezcla que prometía con estallar cuando menos lo esperaras como la polvora cuando se une a la chispa que la enciende. El último ingrediente era la mecha: su pelo castaño y brillante, de corte desigual pero estudiadamente colocado sobre su frente, cayendo sobre los hombros, definiendo su cuello y su mentón irresistiblemente masculino.

Caminando por los pasillos de Salmanfortis junto a Anne y la directora, la bomba estaba a punto de estallar. No había ni un solo par de ojos que no los siguieran al pasar. Nuevos, si. Pero eran mucho más que eso. La mayoría de las chicas miraban a Eden embelesadas, deseando con todas sus fuerzas que la callada rubia que iba a su lado no fuera nada más que una desconocida para él.
Por su parte, los chicos se arreglaban el pelo, se ponían bien la corbata o se miraban entre sí con una sonrisa al ver pasar la comitiva que encabezaba la Señora Bernia. Anne era demasiado respetuosa como para reir en esa situación. Aún se sentía un bicho raro en el castillo. Pero sonreía en su interior al ver la reacción de los que la miraban. Era normal esta reacción cuando miraban su pelo albino, tan rubio que parecía de plata, sus alegres ojos grisáceos, su piel demasiado blanca para ser real y sus labios tan rojos como la sangre que provocaban el mas extraño contraste en su rostro. No era de extrañar que los chicos se sintieran en el limbo al obtener una mirada y las chicas en el infierno al verla, porque juntos, ella y Eden, hacían la más bella pareja de todas las que habían pasado por Salmanfortis. Lo que no sabían es que ellos únicamente eran amigos.




Carla había decidido ir a dar un paseo por los terrenos. Llevaba varios días pensando, a veces se encerraba en el aula de la torre de astronomía, otras se encerraba en el baño común para pensar mientras se daba un baño. Algo tenía que hacer para resolver todo lo que se avecinaba. Estaba claro que tenía que decirle a Rodrigo lo que estaba pasando, pero ¿cómo? ¿acaso la creería? ¡Estaba ciego con su "dulce y angelical" Julia! Nada de lo que ella pudiera decirle lo convencería de todo lo que havía visto y oído, asi que tenía que trazar un plan. Un buen plan que resultara ser la forma de enseñarle lo que pasaba delante de sus narices y que todavía no se había percatado.

Andaba, con el abrigo abrochado hasta arriba y su larga bufanda amarilla sin rumbo fijo. Deambulaba por el bosque cuando ya casi se ocultaba el sol. Pronto tendría que regresar. Esquivó una enorme roca que cortaba el camino, un enorme tejo que no dejaba pasar y siguió una senda entre la maleza que a penas podía ser transitada. ¡Por aquí solo pueden pasar las cabras! Y así era, a penas un camino para el tránsito de animales pero.... ¿qué animales?
Siguió por él hasta llegar a un claro. Se volvió a ajustar el abrigo y al taparse la boca a causa del frío, echó hacia atrás un extremo de la bufanda. Se notaba que diciembre estaba haciendo su entrada triunfal en los alrededores del castillo, aunque gracias a Calíope aún no había nevado -pero no tardaría mucho con ese frío-.

Siguió andando hasta el centro del claro mirando al cielo de un inusual tono morado. La hierba verde a causa de las recientes lluvias le llegaba por las rodillas, y el olor a tierra mojada le embriagaba los sentidos. Sonreía como si fuera la primera vez que lo olía. Le recordaba a casa, las noches de septiembre cuando la lluvía cogía a todos desprevenidos y ella aspiraba el aroma desde su ventana abierta a pesar de estar mojándose. Nada igualaba esa sensación.... o nada lo había igualado hasta este momento....




Se había dado cuenta de que había salido de noche. Pensaba ir al lago. Creía que era ella la misteriosa que se bañaba en sus aguas por las noches, pero no. Iba siguiendo sus huellas y para su decepción no iban hacia el lago termal. Se encaminaban hacia otro lugar que no había pisado jamás, un camino entorpecido por una gran roca y un árbol enorme del que no solo conocía sus propiedades para la poción del jabón mágico. Siguió por el sendero con cuidado de no acercarse demasiado al borde derecho que colindaba con una ciénaga nada salubre, hasta que llegó al claro...








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....Y allí estaba ella, delante de ese árbol enorme pero de aspecto frágil, sin hojas, sin flores, sin síntomas de estar vivo. Más bien parecía que aquel no era su lugar, seguramente alguien lo habría traido de algún lugar lejano para dejarlo abandonado a su suerte en medio de ese claro. Aunque sin saber cómo se las había arreglado para sobrevivir, penosamente, eso sí.

Carla seguía de espaldas. Parecía no haber notado su presencia... más bien parecía que bailaba. Serpenteaba sin moverse del lugar, agitaba los brazos suavemente, movía la cabeza, el pelo se agitaba con el viento. Y fue éste el que hizo llegar hasta Rodrigo la melodía que antes solo escuchaba Carla....
Le invitaba a bailar, a moverse hacia ella, a acercarse, a tocarla, a besarla... sentía que podía pasar el resto de su vida con ella. Algo se había apoderado de él, de su razón y de sus sentimientos.

En ese momento, ella le miró y le tendió la mano. Rodrigo levantó la suya para estrecharla con fuerza, era lo que más deseaba hacer en el mundo: estrecharla y no soltarla jamás.
Lo más increible ocurrió cuando sus dedos se rozaron.... una extraña brisa les rodeó, elevando hacia el cielo todo lo que se encontraba en el suelo. El cabello de Carla se extendía entre ellos, azotando el aire que los envolvía, junto con la cadena y la snitch de Rodrigo, que ascendía y descendía sin parar. El viento llegó hasta las desnudas ramas del árbol débil y de aspecto quebradizo, pero en un segundo, sus delgadas ramas se llenaron de flores. Las más hermosas, dulces e increibles flores blancas. Aquel árbol de aspecto inerte se había convertido en un hermoso almendro, el que debería haber sido en otra época del año, poblado de flores que se erguían majestuosas en lo alto de la alta copa.

Carla estrechó con fuerza la mano de Rodrigo, era lo único que se atrevía a hacer y sabía que él no la soltaría.
En ese momento, una extraña luz de plata surgió de sus manos unidas y las lágrimas brotaron de los ojos de ambos.

Los susurros de los árboles cercanos y los secretos del viento se confabulaban para crear la melodía que escuchaban, compuesta solo para ellos. Sus intensas miradas se encontraron entre las lágrimas: para él, la primera en mucho tiempo, para ella, la última desde su encuentro en el lago. Sonrisas complices llenas de esperanza, destellos cristalinos licuosos en sus asombradas miradas. Deseos no confesados y anhelada libertad. El deseo de estar juntos, por fin juntos....




Y es que esa era la magia de aquel árbol abandonado: reunir el amor verdadero, hacerlo crecer como sus antes inexistentes flores blancas, hacer sentir el amor que la otra persona siente dentro de uno mismo, escuchar la melodía de la vida. Hacer que por un instante los enamorados se den cuenta de lo que sienten.......

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gemeeee!!!
Por fin puedo leer la entrada joder, desde el viernes queriendo, y ya!

Que momentazo el del arbolito con musica y todo!
De verdad a estado genial, ya te pillare por msn para alabarte XDDDDD

Ualaaa Eden el amo de HOgwarts!

Genial entrada cielo!!

te quiero!

Alissa Hawkind. dijo...

Excelente entrada, Grace....genial el cap...me ha encantado...
Te Felicito!
Sigue escribiendo asi de genial..lo haces muy bien...
Abrazos.

Jose Conde dijo...

ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Ahora recuedo porqué me gustba tanto!!!!! tienes que apurarte a escribir otro cap porfaporfaporfa!! ahora estás de vacaciones y no te puedes negar porfaporfaporfa!!!!!!!!!! porfita!!! me encanta encanta encanta la historia!!

Saluditos!!!