lunes, 28 de enero de 2008

La Historia de los Fundadores...



Despertó a las once y diecisiete. Abrió los ojos lentamente, mientras miraba alrededor extrañada.

-¿Qué ha pasado? ¿Dónde est...?
-Shhh.... tranquila Carla. Estás en la sala de la Zona Común -le dijo Ángel que no se había separado de ella en toda la noche.
-Pero.... ¿qué hago aquí?
-¿No recuerdas nada? -Ángel se asustó un poco.
-Em... no demasiado.... recuerdo que iba corriendo por el bosque... porque...

Se paró en seco. Acababa de recordar lo que había visto la noche anterior: Julia y Rodrigo... juntos, besándose en una sala secreta, solos....
Cerró los ojos con fuerza, no quería seguir recordando aquella imagen. Le hacía daño.

-¿Por qué? ¿Qué pasó Carla? ¿Cuál fue el motivo que te llevó a salir tan tarde al bosque, a oscuras, sola...? -estaba intrigado.
-Pues.... no se si contártelo.... pero por otro lado, te enterarás tarde o temprano. Fui hacia la Zona Común de los Lobos, con la intención de hablar con Rodrigo. Pero antes de llegar vi algo.... algo que....
-¿Qué? ¿Qué viste? Cuéntamelo.
-Julia y Rodrigo... se estaban besando.

A Ángel no le soprendió demasiado. Desde el año anterior, Julia estaba en boca de todos a causa de resultar ser un poco.... "¿cómo lo diría... ligerita de cascos?". Así era. Se decía que nunca estaba en serio con ningún chico, que solía estar con un par de ellos a la vez y que era infiel siempre. Pero no pudo decírselo a Carla... "¿no podía o no quería?" Quizá ambas, pero sentía que la que más pesaba era la segunda. No quería decírselo.
Dentro de él sentía que si se lo decía la perdería para siempre. Al parecer, lo ocurrido entre Julia y Rodrigo le había dolido a Carla más de lo normal "¿estaría enamorada de Rodrigo? si es así, mi boca estará sellada para siempre... puede ser que así tenga alguna oportunidad".

-Vaya.... -fue lo único que salió de los labios de Ángel, que aún le daba vueltas a la cabeza.
-Pues si.... y no se lo que pasó, yo...
-No importa Carla, no tienes por qué dar explicaciones. Mejor dejémoslo así.
-Si, mejor -asintió ella aliviada.
-Creo que te dejaré descansar. Debes recuperarte, gracias a Merlín y a un par de hechizos muy utilizados en los entrenamientos de quidditch, tus heridas ya casi se han recuperado. Pero necesitas recueperar fuerzas, duerme un poco -acabó el chico que salió por la puerta tras guiñarle un ojo.

Carla se acurrucó de lado mirando hacia el fuego mientras se tapaba con la manta hasta las orejas. Solo se le veían los ojos y su largo pelo revuelto.
El fuego. El fuego puede ser tan hermoso y tan perjudicial para alguien que lo mira, que lo desea, que lo necesita... Si está controlado, puede ser increíblemente amado, con su calor, sus tan ansiadas cualidades.... pero el fuego descontrolado lo destroza todo a su paso, no deja nada solo lágrimas y quemaduras. Así se sentía. Como si el fuego hubiera arrasado todo su ser y hubiera quemado su corazón ahora destrozado.
No se dio cuenta de las horas que pasaban, pero de repente, Alejandra y Gabriela entraron en la Zona Común tras las clases de por la tarde.

-¿Ya estáis aquí? ¿Qué hora es?
-Las seis -dijo Alejandra mientras se acercaba a ver a su amiga.
-¿¿Las seis?? ¡no puede ser! juraría que no eran más de las dos... cómo ha pasado el tiempo -les dijo Carla alucinada mientras se sentaba en el sofá. Seguramente, se había quedado dormida mientras miraba el fuego sin darse ni cuenta.
-¿Y qué? ¿te encuentras mejor? -preguntó Gabriela que se había sentado a su lado.
-Si, mejor... -repsondió no muy convencida.

De repente, la Zona Común se llenó de alumnos que ya habían acabado las clases, como las chicas y entraban para descansar tras un largo día de duras asignaturas.

-Creo que mejor nos vamos al dormitorio, estarás mejor alli Carla -propuso Gabriela que miraba a los que entraban con ganas de matarlos a causa del revuelo que habían montado en dos minutos.
-Si, será lo mejor -se levantó ayudada por sus amigas.

Las tres subieron al dormitorio y cada una por un brazo, dejaron a Carla sobre su cama. La taparon y se sentaron en sus camas.

-Ahora que estamos solas las tres Carla ¿nos vas a contar qué te pasó ayer?
-¿A mi? Nada.... -mintió.
-No jodas, a mi no me la das nena -contestó Gabriela como si leyera sus pensamientos.
-Si, yo tampoco te creo Carla -dijo Alejandra, que aunque sin tener dotes adivinatorias sabía que algo pasaba.
-Está bien, está bien.... encontré a Julia y a Rodrigo besándose.
-¿¿¿¿¿QUÉ????? -gritaron las dos.
-Si.... -se tapó la cabeza con las mantas.
-A ver, a ver.... ¿cómo ha sido eso? -preguntó Alejandra que fue corriendo a al cama de Carla y saltó encima para después destaparla -¡¡cuenta, cuenta!!
-La verdad, es que no tengo ganas de contar nada.... no quiero pensar en ellos -contestó mientras se le saltaban las lágrimas.
-Joder. Lo siento, no te preguntaré nada más - Alejandra se sentó en la cama de Carla dándole la espalda mientras Gabriela no abría la boca.
-Mira, da igual, si al final acabaréis sabiéndolo.... -dijo Carla decidida a contarle a sus amigas lo ocurrido.
-Seguramente, Gabi ya lo sabe -se burló Alejandra, que miraba a Gabriela como sonreía mientras se sentaba también en la cama.
-Salí de aquí para dar una vuelta y......

Carla le contó todo lo ocurrido a sus amigas, con lujo de detalles. Entre algunos sollozos y lágrimas Carla les reveló el lugar de la Sala en donde había encontrado a los chicos y qué estaban haciendo los dos cuando ella se asomó a esa puerta abierta en la pared de estrellas, que por cierto era la primera vez que veía.

-¿¿¿Cómo puede ser??? ¿¿La viste??
-¿A quién? -contestó Carla ante la pregunta de Gabriela.
-¡No, a qué! ¡¡ Viste la Sala!!
-¿Qué sala? -Carla no entendía nada.
-En la que estaban..... ya sabes, esos dos.
-¿Qué pasa con ella? -perdida totalmente.
-Joder ¿no leeis verdad? Y pensar que yo os hice ese trabajo de Encantamientos....
-A ver Gabi, explícate, estamos perdidas -dijo finalmente Alejandra.
-Eso, eplícate ¿qué trabajo? -preguntó Carla curiosa sin recordar de qué hablaba su amiga.
-Hace unas semanas, el profesor de Encantamientos nos puso como deberes hacer una redacción sobre la Sala de la Fortuna ¿recordais?
-Si -admitieron las dos, aún sin saber de qué hablaba Gabriela.
-Es la misma sala, la Sala de la Estrella y la Sala de la Fortuna -les dijo con cara triunfal ante el asombro de las dos.
-Y ¿qué es esa sala? -preguntó Carla decidida a saberlo.
-No tengo remedio.... quien me mandará a mi a deciros que leais...
-¡Para eso estás tú Gabi! con una que lo haga basta -le dijo Aleandra sacándole la lengua.
-A ver, os lo explico, porque será la única forma de la que de una vez la conozcais -se rindió gabriela -La Sala de la Fortuna, también llamada La Sala de la Estrella fue creada por los cinco fundadores de Salmanfortis. Dicen que es la forma magistral que tuvieron los cinco de plasmar los más complicados hechizos con la intención de crear un lugar tan mágico como el futuro, tan sencillo como el presente y tan recordado como el pasado.
Es allí donde los cinco unieron su magia para hacer que aquellos afortunados capaces de encontrar la puerta, vieran dentro lo que más deseaban y lo que el futuro les tenía destinados.
Solo me queda saber qué es lo que viste allí dentro.
-Vi... a Julia y a Rodrigo besándose, sentados en una gran cama con dosel, de color amarillo y azul. Era un gran dormitorio, precioso. Con candelabros, un lugar para el tocador, alfombras, tapices, cuadros....
-Ajá... eso quiere decir que lo que más deseas es ese cuarto, y según los colores.... creo que esta claro a qué se refiere -contestó misteriosa.
-Pues no, no tengo ni idea -dijo Carla.
-¡Por Melisana Carla! que torpe -dijo Gabriela dándole en la cabeza -a ver ¿te dicen algo el azul y el amarillo? son los colores de las Casas: Linces y Lobos. Está claro que lo que más deseas es estar en ese lugar con Rodrigo.
-¿¿¿Con Rodrigo??? -respondió ella, que sin entender nada, si entendía una cosa: no solo estaba Rodrigo, también estaba Julia.
-Si, le deseas.... es lo que más quieres. Pero aún así, no puedes ignorar, que también allí viste el futuro.
-¿Y eso qué significa?
-Que ese futuro no es otro que Rodrigo y Julia juntos.

Carla acababa de verlo claro. Estaba en blanco, en shock. Eso significaba que los dos estarían juntos en el futuro. No sabía si era un futuro lejano o a corto plazo, pero era evidente que ambos estarían juntos tarde o temprano. Y al parecer sería temprano.

-Vale Gabi, ya no quiero saber nada más -Carla se sentía morir.
-Tranquila Carla, hay una esperanza.
-¿Cuál?
-¿Alguno de los dos te vió?
-¿Qué pregunta es esa? No tengo ni idea.... estaba yo como para fijarme en sus ojos, no jodas.
-Si Rodrigo te vió en la puerta, las cosas podrían cambiar.
-¿¿Cómo??
-Te aconsejo paciencia. Y si quieres esperar, no estaría mal que fueras a la biblioteca para investigar sobre los Fundadores de Salmanfortis, porque es una de las tantas cosas que mandaron para mañana. Alejandra y yo ya los hicimos en clase, estamos hechas unas máquinas -dijo mientras miraba a Alejandra y se reían juntas.
-Vale, pues creo que me piro a la biblio... me servirá para distraerme y no pensar en..... -ni terminó la frase -Bueno, hasta luego.

Se dirigió a la segunda planta en la que estaba la gran biblioteca. Entró en silencio, como de costumbre. Dejó sus cosas en una mesa cercana a la sección de libros sobre Historia de la Magia y se encaminó hacia la estantería más cercana. Entre tantos libros, encontró uno bastante grnade dedicado a los grandes fundadores: "Fundadores con Historia y sus grandes Escuelas".
"Ese serviría seguro" pensó mientras lo cogía y se dirigía de nuevo hacia la mesa para sentarse. Lo abrió por el índice, y a medida que bajaba el dedo buscando sus ojos leían: Fundadores de la Academia de Magia y Hechicería Beauxbatons, Los Magníficos Magos Fundadores del Instituto Durmstrang, El Extraordinario Fundador de la Escuela Mágica de Brasil, Las Increíbles Fundadoras del Instituto de las Brujas de Salem, Los Cuatro Fundadores de Hogwarts la Escuela de Magia y Hechicería..... y por fin, Los Quintillizos Fundadores de Salmanfortis.

-Joder ¡Quintillizos! -pensó mientras lo decía en un susurro - no tenía ni idea.... a ver, página 1587.... -y comenzó a leer:


Los Quintillizos Fundadores de Salmanfortis:

Hacia el año 670, un rey llamado Garcés se casó con la princesa llamada Egilona. Al no ser de sangre real, su matrimonio le sirvió como reforzamiento al trono tras el asesinato del anterior monarca. Egilona, hija del verdadero rey ya muerto, accedió ante la posibilidad de que Garcés también la matara a ella. Fueron años duros pues el nuevo rey solo pensaba en enriquecerse a costa del pueblo demasiado pobre para subsistir y temeroso ante el poder del rey Garcés.
Como no podía ser menos, Garcés le pidió a su esposa un heredero. Uno de su sangre que continuara con la nueva dinastía. Ella, sin poder hacer nada tuvo que acceder.


Tras nueve meses, vió la luz una hermosa niña a la que Egilona llamaría Ermesinda. El rey se enfureció al ver que la recién nacida era niña, necesitaba a un varón. Un verdadero heredero. Demasiado enfadado como para ver que sería posible tenerlo más adelante, el rey cogió una pequeña daga con mango de oro y mientras la madre sujetaba la niña, se la clavó a Egilona en el vientre. "Si no has podido darme un varón, jamás volverás a ser madre".

Tras esas palabras, el rey salió de la sala de paritorio. Enseguida, los médicos reales la atendieron, gracias a Casandra, pudieron evitar que muriera... sin explicárselo eso si. Mientras tanto, la niña no había soltado ni una sola lágrima. Reía, reía feliz. Muchos dicen que fue ella la que salvó la vida de la madre.
Pero tal sonrisa, parecía estar maldita.

Tras el naciemiento, un día paseando por el mercado, la madre recibió una noticia inesperada. Un hombre jorobado y que tapaba su cuerpo y su cara con una extraña capa, le dijo unas palabras: "Bendita sea su hija, Mi Señora, pues será la que nos libre del yugo que nos oprime. Traerá al mundo a los vengadores del pueblo, a los benditos que sin entender qué son, ayudarán a su gente"

Egilona oyó todo lo que el hombre le dijo, pero no entendió nada, lo tomó por uno de esos tantos charlatanes que por aquel entonces corrían por la ciudad de Faro de Peñas. Lo que sí sabía ella, es que cada vez que la niña reía, algo raro ocurría. Estaba maldita. O eso pensaba Ermesinda a medida que crecía. Cada vez que sonreía, algo malo ocurría a su alrededor. El día más feliz de su vida, a la edad de quince años cuando recibió su primer caballo blanco, murió su madre. Sin explicación, la mujer dejó de respirar.... y Ermesinda jamás se perdonó haber reído. En penitencia, juró ante Dios que jamás volvería a reir.

Pero fue a la edad de veinte años cuando conoció a Fernando. Era un chico extraño. De familia noble, era alto, bien parecido, de ojos claros y pelo oscuro. Se instaló con el resto de su noble casa en el castillo. Poco a poco fue haciendo una gran amistad con Ermesinda, que le miraba con otros ojos. Se enamoraron.
Pasaron momentos tan felices.... hasta que su padre se enteró de lo que hacía su hija. Sin miramientos, echó a toda la familia de Fernando fuera del palacio. Le explicó a su hija, que no podían volver a verse. Ella sería moneda de cambio para alianzas entre la corona Española y la Portuguesa, sería enviada al rey portugués a cambio de un acuerdo de partición de territorios.

Ella, no conforme, busca a Fernando para decirle que sería padre. Cosa que ignoraba Garcés. En el camino, un extraño vestido con una larga capa, le dijo: "Bienaventurado el fruto de tu vientre, aquellas cinco criaturas salidas de tus entrañas serán las encargadas de matar a tu padre, para hacer llegar la justicia al reino".
Ermesinda, muerta de miedo corrió de vuelta al castillo, donde le esperaba su padre sentado en el trono. A su lado, un hombre delgado y alto sonreía. El espía del rey le había contado todo lo ocurrido con el hombre de la capa y estaba decidido a lo peor. Aunque ante las súplicas de su hija, el rey accedió a no matarla. Esperaría a que nacieran los bastardos para después encargarse de ellos. Así sería más fácil.

Tras nueve meses, justo en el año 700, Ermesinda dió a luz a cinco bebes: dos niños y tres niñas. Su padre, presente en el alumbramiento, los cogió y los dió a un sirviente bajo la orden de que los hiciera desaparecer.
Por suerte, el sirviente era leal a la princesa. No les haría daño, pero sin duda no podía dejarlos en Asturias.... los separó. Dió a los cinco, tras recorrer miles de kilómetros:

·Ramiro, fue entregado a una familia de artesanos en la ciudad de Valencia. Encargados de hacer prendas de cuero para los caballeros, el chico no tardó en hacerse con el oficio, llegando a hacer las piezas más hermosas jamás vistas. Solía buscar el cuero entre animales salvajes en el bosque. Un día encontró un oso que parecía furioso. Ramiro, calmado le miró una de sus patas, deseó con tanta fuerza que el oso no estuviera herido, que el cepo desapareció al instante. Esa fue la primera vez que el chico comprobó su poder. Y a partir de entonces, siempre se le veía por el bosque acompañado del oso.


·Alfonso llegó al seno de una familia de caballeros en torno a las Extrema-durii. Honrados por el uso de las armas, y la defensa del pueblo, se veían exentos de pagar tributos. Era una familia acomodada, rica, de grandes modales. Pero el chico no se veía como gran rentista de tierras, él estaba a las órdenes de su padre, que a su vez estaba bajo las órdenes del rey Garcés. Luchó varias veces en batallas decisivas contra intrusos e incorporó grandes masas de tierras a las ya propiedad de la Corona.
Una noche, en un campamento en el monte a la espera de la batalla, vió a un lobo acercarse al fuego con la esperanza de encotrar algo de comer. Alfonso que jamás temió a ningún animal, se apiadó de él lanzándoles algunas tiras de carne que habían sobrado de la cena. Desde ese momento, el lobo le seguía a cualquier lugar, llegando incluso a acogerlo en los alrededores de la casa familiar.


·Elvira, fue acogida por una distinguida familia noble en el Norte de Aragón. Era la más bella de todas sus hermanas adoptivas y por eso, le tenían envidia. Era idolatrada por todos los jóvenes en edad casadera, pero ella no prestaba atención a esas cosas. Sentía que el destino le tenía deparado algo mejor... mucho mejor. Le encantaba salir hasta los llanos para ver las danzas de los halcones a la hora de su cena. De noche y sola, más de una vez se llevó una bronca por parte de su familia. Fue un medio día de mayo en el que un halcón decidió posarse en su mano, levantada mientras probaba a llamarlos. Desde ese día no se separó de él.


·Jimena era una chica alocada, de brazos fuertes y piernas acostumbradas a andar. En su familia, campesina de Onoba, había que trabajar mucho para poder comer. Labrar, sembrar, abonar, regar, recoger.... era un trabajo duro. Pero a ella le encantaba ayudar a sus padres, aquellos que lo habían dado todo por sacarla adelante. Su única forma de agradecerles era trabajar más duro cada día, para poder llevar algo más de dinero a casa. A pesar de eso, las tardes eran sagradas: salía a dar un paseo alrededor de las marismas, más allá, al lugar donde las dunas se confundían con los árboles.... En lo alto de una de ellas, lo vió por primera vez... el más magnífico ejemplar de lince. Observándola, había caminado con ella ya más de dos kilómetros de vuelta. Sin saber qué hacer, le habló como se le entendiera: "No te preocupes, volveré mañana", y él dio media vuelta por donde había venido. A la tarde siguiente, el lince volvió a seguirla, a esperarla, a dejarla sola. Se hicieron inseparables.


·Numila de aspecto dulce y espíritu trabajador, se levantaba de madrugada para ayudar a su padre a recoger peces en la isla de al lado. Desde La Cruz Santa a penas podían coger nada. Los bancos de peces habían decidido moverse y ellos dos, deberían hacer lo mismo si querían comer. Montados en su modesta barca de madera, los dos salieron rumbo a la siguiente isla. Cada uno en un remo, hablaban sobre el cambio de lugar cuando, las nubes comenzaron a arremolinarse en tono a ellos. Una gran tormenta se desató en unos cuantos minutos. La barca zozobraba demasiado, era bastante vieja. Sin poder soportarlo más, se dio la vuelta con el impulso de una ola y los dos se perdieron en medio del océano. Sin saber cómo, cuándo ni dónde, una manada de delfines apareció de la nada, ayudando al viejo, y salvando a Numila que ya estaba sin fuerzas a causa del esfuerzo para ir a rescatar a su padre.
Nadando, los animales les llevaron a La Cruz Santa. Una vez allí, Numila les agradeció lo ocurrido, al parecer aquellos animales la entendían, y se fueron de nuevo. A partir de ese momento, Numila jugaba con él cada vez que salía con su padre en un nuevo barco construído por la chica.


El día que cumplieron veinte años, un viejo vestido de negro se les apareció en sueños, contándoles quiénes eran. "Debeis volver a Asturias, pues os espera vuestro trono, vuestro reino, y vuestra verdad".
Los cinco, sin pensarlo dos veces partieron a Asturias, creyendo todas las palabras pronunciadas por el hombre en aquel sueño. Sin duda creían estar destinados a algo mejor, a algo grande.
Entraron al castillo sin conocerse. Sólo a la entrada del palacio se reconocieron... y decidieron actuar juntos.
El rey al verlos no los reconoció, pero la madre sí. Que corrió hasta ellos a abrazarles y al verles su marca de naciemiento, un pequeña mancha bajo la oreja en modo de estrella dijo: "Han llegado padre. Aquí están mis hijos, aquellos que te harán pagar tu traición, tu crueldad y mi deshonra".

Garcés, un hombre ya anciano no entendía nada. "¿No se suponía que estaban muertos?"
Con más sed de justicia que de venganza, los cinco magos apuntaron su mano derecha hacia él, que se quemó entre llamas mientras se le clavaban decenas de dagas en el vientre.


Así fue cómo los cinco hermanos devolvieron la paz al reino y le entregaron la corona a su madre, legítima heredera aún siendo mujer.
En 727, viajaron a Salamanca para buscar un lugar donde construir una Escuela para gente como ellos: Magos y Brujas. La llamarían Salmanfortis, el Fuerte Salmantino. Allí no entraría nadie que no fuera destinado a ser un gran mago. Dividieron la Escuela en cinco Casas, cada una abrigada por el animal que siempre le había acompañado a cada uno:

Lince, en cuya Casa estarían los ágiles de mente, pacientes de espíritu, silenciosos, rápidos como aquel animal.

Lobos, incluirían a los astutos, trabajadores, compañeros, fieros e inteligentes.


Osos, serían los ágiles, resistentes, solitarios y listos.

Halcones, entrarían en esta Casa los más rápidos, inteligentes y los que saben trabajar solos sin necesidad de nadie.

Delfines, caracterizados por la inteligencia, memoria, leales, valientes, sociables y los que prestan ayuda a los demás sin pedir nada a cambio.


Y para terminar, crearon una sala, la más mágica de todas, que sería el lugar donde habitaría aquel hombre, viejo y extraño que se ocultaba bajo la capa negra. Que no resultó ser otro, que el sirviente de la princesa. En aquella Sala, el sirviente tendría para siempre su mayor deseo y su futuro: el amor verdadero y la eterna sabiduría, sin saber, que tanto el primero como el segundo ya los había encontrado. Eran sin duda la princesa, ahora reina... demasiado inalcanzable como para llegar ni siquiera a soñarlo. Y allí se quedó, solo en una sala de la que tenía miedo salir. Por eso si algún día encuentras la Sala de la Fortuna, lo que verás dentro será ni más ni menos, que todo lo que tu corazón anhela. Pero cuidado, tal vez pueda ser inalcanzable, o tal vez ya lo hayas alcanzado y aún no lo sepas.



Carla terminó de leer y sin pestañear cerró el libro. No lo podía creer... "¡menuda historia!"
Su mente aún pensaba en la última frase....

jueves, 24 de enero de 2008

Desaparición y Encuentro...





Corrió, corrió, corrió.... a penas podía respirar ya. Ni siquiera veía el Castillo. Estaba tan adentrada en el bosque que la oscuridad era plena, pero no se paró a encender su varita para conseguir ver por donde pisaba. No le importaba nada. Lloraba.... como lloraba. Solo corría, quería escapar de la dura y cruel verdad. En su mente no había lugar para nada más que no fuera ese beso.

-¡Maldita Julia! ¡¡¡¡Maldito Rodrigo!!!! -gritaba impotente sin dejar de correr.

Sin rumbo, iba sin rumbo adentrándose cada vez más entre los oscuros árboles, a penas visibles a causa de la falta de luz. De repente tropezó sin más con una enorme piedra y calló bocabajo en el suelo. Sintió un gran dolor en las rodillas, se había roto los pantalones, y le sangraban bastante.
Se levantó como pudo, más lágrimas, más ganas de correr.... la impotencia no la dejaba parar. Sin a penas respirar volvió a correr, más rápido, con más ganas. Quería morirse, morirse de una maldita vez.

-¿¿Por qué?? ¿¿¿¿Por qué???? -gritó en la oscuridad del bosque.

No sabía dónde estaba, tampoco le importaba.... ojalá estuviera cerca de la manada de cíclopes centauros, ojalá la cogieran y practicaran con ella uno de esos rituales de la sangre virginal.... quería estar muerta. Si, era virgen "¿y qué?" aún no había encontrado aquel que mereciera estar con ella en su primer acto sexual, en su primer acto de amor. Todos los chicos a los que había conocido eran iguales.... y Rodrigo no era distinto a ellos. Lo había demostrado.

-¡¡¡Tampoco lo merece!!! ¡¡¡¡Le odio!!!!

Le faltaba el aliento, no reconocía nada. Había llegado más allá del límite permitido para los alumnos de la escuela, estaba claro... pero no le importaba.
Corrió y corrió.... de repente, uno de sus pies no alcanzó a dar con nada sólido bajo ellos: caía, caía. Debieron ser más de diez metros. Piedras, ramas, con todo chocó su cuerpo hasta llegar al fondo de aquel precipicio cubierto por una capa de lodo espeso.
Carla no daba en sí, estaba inconsciente, con la cara sobre el lodo con el cuerpo magullado a causa de los golpes.... sangraba por la boca, las rodillas, la frente, los codos y varios puntos de las piernas. La camisa estaba echa añicos, desgarrada por las ramas. Allí quedó, sin dar respuesta, sin pedir ayuda, sobre el suelo del precipicio.

Gabriela estaba histérica. Carla nunca había hecho eso, siempre las avisaba a donde iba. Seguro, le había pasado algo: tenía una corazonada. Mirando al fuego y con la mirada perdida, intentaba calmarse mientras agarraba la varita con una mano y se la llevaba al pecho. Alejandra intentaba, sin éxito, calmarla.

-¡¡¡No puede ser Ale, le ha pasado algo!!! ¡¡¡ Estoy segura!!!
-Vamos Gabi, no digas eso.... seguro está en algún sitio.... habrá ido a ver a Rodrigo, o a.... a... comer algo.... seguro tenía hambre y ha ido a la cocina. Si, eso es.
-No Ale. Le ha pasado algo ¡Lo noto!
-Vale Gabi, quédate aquí, iré a buscarla por todo el Castillo si hace falta -le dijo Alejandra que sabía ya de la eficacia de las premoniciones de Gabriela.

Iba ya casi a salir por la puerta, cuando Ángel apareció en el balcón del pasillo de los dormitorios que daban a la Sala de la Zona Común.

-¿Qué pasa chicas? Se escuchan los gritos desde el dormitorio... ¿hay algún problema?
-Menos mal Ángel... ¡Es Carla! ¡¡¡Aún no ha vuelto a dormir!!! Y tengo el presentimiento de que algo malo le ha pasado -comenzó a llorar.

Ángel bajó de inmediato al escuchar el nombre de Carla, corría como nunca por las escaleras.

-¿Qué has dicho Gabi? ¿¿¿Carla??? -estaba blanco como la cera de las velas que alumbraban la mesa de estudios.
-Si, Ángel... Carla.... -se ahogaba, no podía seguir, estaba muerta de miedo.
-¿Desde cuándo no la veis? ¿Dónde fue la última vez?
-Aquí ¡Aquí mismo! No quiso bajar a desayunar, no se encontraba bien... o eso nos dijo. Aunque personalmente, creo que le pasaba algo más. No quise insistir, claro.
-¿Esa fué la última vez?
-Si, la última.
-Iré a buscarla.... ¡por todo el Castillo si hace falta!
-Espera, Ángel..... -cerró los ojos frunciendo el ceño levemente -no, no está aquí... oscuridad.... mucha oscuridad.... ruidos extraños.... animales.... agua seca.... -abrió los ojos con la boca abierta, había sido su primera visión, pero no había tiempo de celebrarlo- ¡¡¡Está en el bosque!!! ¡¡¡¡En un lugar por donde antes corría agua!!!!
-Lo tengo ¡Lo tengo! ¡¡El antiguo paso del río que llenaba el lago!!
-Si hay problemas, lanzaré una llama roja... si la encuentro, una azul.

El chico salió corriendo como alma que llevaba el diablo hacia su dormitorio. Bajó con un abrigo y la escoba. Se montó, agitó la varita para abrir el gran ventanal de la sala y salió a toda velocidad hacia el bosque mientras las chicas se quedaron boquiabiertas ante tal velocidad, pero sobre todo ante su valentía y sus deseos de encontrar a Carla.
Mientras volaba, se pegaba al palo de su escoba lo más que podía para ganar velocidad. Sabía dónde estaba y la encontraría. Desde lo alto, solo veía árboles, una marabunta de copas del color del ónix, de vez en cuando algún claro, pero nada más. Gracias a Casandra, sabía perfectamente dónde estaba aquel lugar... solía ir a coger gnomos a los bordes del antiguo río en primero. Quinientos metros, cuatrocientos, trescientos, detrás del claro... allí estaba el precipicio. Bajó empicado hacia el fondo. Allí estaba...

-¡¡¡¡Carla!!!! ¡¡¡Carlaaa!!! -gritaba desesperado mientras descendía, pero ella no contestaba.

Dió un salto y bajó de la escoba. Se tiró al lado de ella, para ver cómo estaba: si estaba consciente o no. No lo estaba, así que cogió su varita y lanzó una llama color azul "Por fin la había encontrado, pero estaba en muy malas condiciones....".

-¿Carla, me oyes? ¿Puedes oirme?

No respondía. Estaba histérico, no sabía qué hacer.... Carla estaba allí inmóvil, aunque respiraba. Con dificultad, pero respiraba. No podía perder más tiempo.

-¡Mobilicorpus! -dijo agitando su varita mientras Carla se elevaba del suelo.

Como pudo, la unió a la escoba y retornó al Castillo. Tras varios minutos, apareció por la ventana de la Zona Común de los Linces trayendo consigo a una Carla demasiado pálida, bastante magullada y sangre por todo el cuerpo.
Al verle entrar, Gabriela y Alejandra soltaron un grito de desconcierto y desesperación. Corrieron hacia Ángel para comprobar cómo estaba su amiga. Algunas gotas de sangre cayeron al suelo. Estaba fatal.

-¡¡¡¡Debemos llevarla a la enfermería!!!! ¡¡La señora Bernia la curará!! -dijo Alejandra desesperada.
-Si idiota ¿¿Y cómo lo haremos?? No puede enterarse de que salió del Castillo por la noche, sola y sin permiso... ¡O la echarán! -le recordó Gabriela.
-A ver, por favor, es urgente, tenemos que actuar ¡Ya! -dijo Ángel que había cogido a Carla y la había tumbado en el sofá -sé algunos hechizos que nos pueden ayudar.... ¡Episkey!

Las heridas de Carla pararon de sangrar al instante, aunque aún no se la veía bien del todo.

-¡Ennervate! -continuó.

Pero esta vez, Carla no despertó.
Ángel comenzó a ponerse histérico. Estaba a punto de gritar.

-Tranquilos, está bien. Ya ha pasado todo.... está durmiendo. La pobre estaría demasiado cansada. Deberíamos dejarla descansar aquí, sin moverla.
-Bien, yo me quedo con ella -propuso Ángel, decidido a velarla toda la noche si era necesario.
-Podría quedarme yo también se quieres Ángel -dijo Alejandra.
-No te preocupes Ale, ve a descansar. Mañana teneis clase y sería demasiado sospechoso que faltárais las tres. Si es necesario, me quedaré con ella mientras vosotras vais a clase. Quiero estar con ella hasta que despierte.

miércoles, 23 de enero de 2008

La Sala de la Estrella...




La noche había sido muy larga. La luz del sol penetraba por las ventanas del dormitorio de los Lobos, llegando hasta la cara de Rodrigo, que se protegía de la claridad con la mano.

-¿Quién ha abierto las cortinas? -preguntó mosqueado.
-Yo. ¡Vamos, despierta! -gritaba Nakor que tenía ganas de bajar a desayunar con la esperanza de ver a Catalina -¡tengo tanta hambre que me comería un dragón!
-Coño Nak, que es domingo... ¡déjame dormir! -respondió dándose media vuelta y tapándose completamente con las mantas azules.
-¡Arri....ba! -Nakor le destapó de un tirón.
-¡¡¡Te mato!!! -un escalofrío recorrió la espalda de Rodrigo, que se levantó y fue tras Nakor.
-¡¡¡Lo siento, lo siento!!!! -decía Nakor riendo, que se había tirado en la cama e intentaba esquivar los manotazos de Rodrigo.
-Ahora verás....

En la cama, intando vengarse de Nakor, Rodrigo miró por un instante hacia la ventana. Debían ser las once de la mañana por la claridad.

-¡Bueno, ya! ¡Ya sabes que conmigo no tienes que meterte! -le dijo a Nakor mientras sonreía triunfal.
-Vale, vale... pero ya veremos quien gana la próxima vez... -dijo retándolo.
-Cuando quieras, pero ahora mismo no. ¡Que tengo un hambre mortal!
-¿Ya habéis terminado de demostrar vuestra fuerza como un par de Morados Catalanes machos en celo? ¿Podemos ir a desayunar? -dijo Joel que miraba todo desde la puerta.
-Joel, eres un aguafiestas ¿lo sabes? -le dijo Nakor después de darle un empujón en el hombro, eso si, de broma.
-Cuando me retes a mi te vas a enterar, Nak -le respondió riéndose a carcajadas.

El año anterior, Joel se atrevió a contarle a sus compañeros su condición sexual, cosa que aprobaron al instante. Joel era su amigo, y nada cambiaría eso. Siempre contaba con ellos en todo, incluso les pedía consejo.

-Venga ya Joel, sabes que te ganaré... -Nakor reía más aún.
-Os ganaré a los dos, pero dejad ya de decir tonterías y vámonos de una maldita vez a desayunar o probaré lo que los muggles llaman canibalismo aquí mismo.
-Vale, Rodri, tanqui.... mira que no somos muy digestivos este y yo -respondió Nak apuntando a Joel.

Los tres salieron de la Zona Común en dirección al Salón con un hambre atroz, algo ya característico de Rodrigo: cuanto más cansado, más hambre.... y tras una noche entera sin dormir, era capaz de cualquier cosa por un bocado.
Entraron en el Salón mientras los alumnos se arremolinaban alrededor de las mesas. No había presiones, ni prisas. Todos se saludaban, algunos se sentaban en mesas distintas a las de su Casa para estar con los amigos. Chocolate caliente, churros con azúcar y canela, tostadas, zumos de varios sabores, galletas con formas de algunos utensilios mágicos: varitas, snitchs, bludgers, quaffles, recordadoras, brújulas mágicas.....
Rodrigo buscaba con la mirada tanto a Carla como a Julia: "Tengo que hablar con ella de una vez", pensaba mientras se fijaba en que Carla no había bajado a desayunar con sus amigas.


Carla había decidido no bajar a desayunar, no quería ver a nadie y menos a Rodrigo despúes de lo ocurrido. Acurrucada en su cama no accedió a bajar con Gabriela y Alejandra, a pesar de los intentos de convencerla por parte de las dos. No deseaba levantar la cabeza: por si ella fuera, habría metido la cabeza bajo tierra como las avestruces para no sacarla jamás. Cuanto más pensaba, más vergüenza le daba encontrarse con Rodrigo por los pasillos, en el Salón, en los terrenos al entrenar... Pero sabía que era inevitable: tarde o temprano se encontrarían, tal vez solos. Se le revolvía el estómago solo de pensarlo. Se acurrucó aún más, ya era casi una bola perfecta. Decidió no salir de la Zona Común en todo el día.

Gabriela por su parte, había decidido bajar a ver si veía a aquel Delfín que sin darle mucha importancia delante de sus amigas, le volvía loca. Y allí estaba, intentando convertir una taza de té en una salamanquesa. Y casi lo consigue, solo faltó la cola, que sin saber por qué se había quedado de cerámica, y la pobre a penas podía andar ante el peso.
Alejandra, miraba como tonta a Nakor desde la mesa de los Linces.

En el Salón, Rodrigo por fin encontró a Julia, que estaba como siempre charlando con un par de amigas. Siempre estaba riendo "era tan divertida...". Al fin se decidió: se armó de valor mientras se levantaba de la mesa de los Lobos ante la mirada estupefecta de Nakor y Joel. Se acercó a la mesa de los Halcones y se sentó junto a ella.

-Hola Julia -salundó Rodrigo con una sonrisa.
-Hola Rodri ¿qué tal? -contestó sonriendo.
-Bien, bien.... me preguntaba, si podrías venir a dar una vuelta.... me gustaría hablar contigo.
-¡Claro! No hay problema -le sonrió de nuevo.

A Tomás no le hizo demasiada gracia que Rodrigo viniera para hablar con Julia a solas. Y sin una sola palabra hacia él, Julia se levantó y salió con Rodrigo dispuesta a hablar con él.
Por los pasillos, se dirigieron al último piso del castillo, junto a la entrada de la Torre en la que se encontraba la Zona Común de los Lobos. Rodrigo iba delante de Julia para indicarle el camino, mientras ella, un poco asustada ante lo que pudiera decirle no hacía más que preguntar "¿a dónde vamos?"

-No te preocupes, es un lugar que solo yo conozco -dijo no muy convencido, pues si él lo había encontrado, ¿quién aseguraba que alguno más no lo hubiera hecho ya?
-Pero....
-¿Confías en mi Julia?
-Claro.... claro que confío.
-Entonces, no tengas miedo. Ven -el chico le ofreció la mano mientras ella se la daba.

Recorrieron un par de pasillos más antes de llegar al lugar exacto.
Enfrente, una pared a penas con un par de motivos en piedra se presentaba ante ellos. Siguieron la pared hacia la derecha y de repente, por todo el muro comenzaron a aparecer cientos de estrellas de piedra. Había demasiadas. Rodrigo le guiñó un ojo a Julia y se acercó: contó... 1, 2, 3.... 7. La abarcó con su mano. A simple vista, no parecía diferenciarse de las demás, pero al acercarse para examinarla, estaba notablemente hacía afuera.

-Y... ahora..... -le comentaba Rodrigo.

Sacó su varita y tras darle dos golpes en la punta superior, le dió tres vueltas hacia la derecha, y dos a la izquierda.

-¡Aperio Astrum! -dijo finalmente apuntando con la varita hacia la estrella.

Ante los dos, apareció una pequeña puerta de bronce, también con estrellas en su superficie.

-Entremos....

Julia le dio la mano de nuevo al entrar: estaba algo asustada. "¿Cómo es posible que Rodrigo descubriera algo tan complicado?"

-La descubrimos el año pasado, cosa de Nakor.... -le sonrió.
-Nakor... debí imaginarlo -respondió ella que había notado cómo Rodrigo había contestado a sus pensamientos.

Los dos entraron despacio a causa de la oscuridad de la sala. De repente, comenzaron a encenderse antorchas por todos lados, flotando sobre el suelo. La luz se hizo, tenue, iluminando lo que parecía un salón del siglo XVIII: lujoso, imponente, acogedor.
Julia no daba en sí. Miraba y miraba al frente con los ojos muy abiertos y la boca desencajada hacia un enorme sofá celeste de estilo XVI.

-¿¿¿Qué es este lugar Rodrigo??? -preguntó Julia que no daba crédito ante el sofá.
-No lo sé exactamente, aunque Nakor está seguro de que se trata de la Sala de la Fortuna....
aunque como sabes, es demasiado fantasioso. Y tampoco escuché nada sobre ella.

Julia si había leído algo, no sabía dónde, pero le sonaba ese nombre.

-¿Puedes decirme entonces para qué me has traído aquí? -le dijo seria.
-Julia, yo.... necesitaba hablar contigo.
-Pero ¿sobre qué? -se impacientaba.
-Sobre mi.... y.... sobre.... ti....
-¿Sobre nosotros?
"Nosotros...." Rodrigo comenzaba a ponerse nervioso... jamás pensó escuchar esa palabra de los labios de Julia.
-Si... sobre -tragó -nosotros.
-Pues a ver, ilústrame.
-Julia, llevo bastante tiempo intentando reunir valor para decirte esto. Pero por una cosa o por otra, siempre me echaba atrás.
-¿De qué hablas...?
-Déjame terminar, por favor.
-Está bien, está bien.
-Desde que te conocí, algo cambió dentro de mi.... ya... no presto atención en nada de lo que hago, nada me sale bien: no puedo estudiar porque solo pienso en ti, la cago en las clases porque son tus palabras las que escucho, tus risas, los entrenamientos van cada vez peor, no me concentro... Y quiero saber qué me pasa. Por eso quiero que tu me des alguna razón para esto, necesito aclararme.

Julia estaba atónita. Lo cierto es que desde que lo vió por primera vez en el tren, le gustó. Era interesante: un puro... algo tan extraño como los Bolas de Fuego nunca vistos por los alrededores de la escuela. Y era guapo, eso había que reconocerlo. Además de simpático, valiente, decidido.... Lo tenía todo. Pero ahora estaba con Tomás, no podía hacerle eso.... no lo haría de nuevo.

-¿Y bien? ¿No dices nada?
-Rodrigo, yo... no se qué decir, la verdad. A ver, eres agradable y todo eso, pero yo ahora mismo no puedo....
-¿Qué no puedes? -Rodrigo se acercaba a ella lentamente.
-No puedo, solo eso. Es tarde para eso.
-¿Para qué? -más cerca aún.
-Para...
-Dilo -a medio metro de ella, se moría por besarla de una vez.
-Pues.... -no se atrevía a decirlo, era un secreto.
-Vamos.... dilo -se acercó a ella mientras la cogía de la cintura y se pegaba a su cuerpo.

Los dos, tan cerca que se sentían el uno al otro. Sus cuerpos juntos, temblaban. Él le acarició la cara, sus suaves mejillas, claras, nacaradas... Cogió un mechón de pelo entre sus manos, reconociendo su tacto, tan suave como la seda. Se lo quitó de la cara. Poco a poco la empujó suavemente hacia el sofá celeste, se sentaron.

-¿Qué.... haces? -preguntó ella.
-Shhh.... -respondió él poniendo un dedo sobre sus labios.

Rodrigo se acercó lentamente a la boca de Julia "Esos labios... necesito besarlos" pensaba mientras los miraba.

-No lo hagas... -le dijo Julia.
-¿Acaso no quieres?
-Claro que no.
-Yo pienso que si.... -se acercó aún más, casi los rozaba ya.
-No -Julia había sacado su varita y le apuntaba con ella al cuello, clavándosela amenazante -no lo hagas o no respondo.
-No harás nada Julia.
-Claro que lo haré Rodrigo, inténtalo y verás... te lanzaré un hechizo.
-No podrás hacerlo si te beso... -miró de nuevo sus labios, tan cerca que casi podía saborearlos.
-Se lanzarlos sin pronunciarlos, acércate y...

Rodrigo no le dejó terminar: acabó rozando sus labios con los de ella. Suavemente, besándolos con tal devoción que la varita clavada en el cuello de Rodrigo se resbaló de las manos de Julia cayendo al suelo. Se rindió a sus besos, tan cálidos y dulces. El corazón se aceleró tanto que Julia le besaba apasionadamente, le mordía los labios, se los lamia levemente. Rodrigo hacía lo mismo, sentía que la necesitaba, a ella, a sus besos, su dulzura....


Necesitaba salir de allí, toda la mañana en la cama, se sentía agobiada. No quería cruzarse con él, al menos no de momento. Salió de la Zona Común aún con el pelo mojado tras la reparadora ducha decidida a dar una vuelta por los pasillos. Sus piernas la llevaban. No sentía. No pensaba. Solo andaba. Pasillos, cuadros, escaleras, tapices, alumnos que se chocaban contra ella mientras se preguntaban qué le pasaría a aquella chica....
En un instante, se decidió "Debo hablar con él... tiene que dejarme las cosas claras. Debo saber qué piensa definitivamente".
Sus piernas tenían ahora un rumbo definido, un camino a seguir: hacia la Zona Común de los Lobos. Pasillos: derecha, izquierda, izquierda de nuevo... una gran pared libre de todo, a penas sin ornamentar y de repente..... una pequeña puerta estaba abierta en la pared entre estrellas de piedra.
Carla se acercó, lentamente intentando escuchar.

-Te dije que no podrías hacerlo -le dijo a Julia tras dejar de besarla, aún mirando sus labios rosados.
-Rodrigo....

Carla se quedó blanca, de pie, en la puerta. Con la boca abierta no podía creer lo que veía. Sintió tal dolor en el corazón que tuvo que cerrar los ojos mientras se tocaba el pecho con la mano. Estaba roto. Las lágrimas surgieron de sus ojos, lloraba sin consuelo.
Pero ellos no parecieron darse cuenta.
La chica se dió la vuelta y comenzó a correr, bajó las escaleras tan deprisa hacia el primer piso que parecía volar. Salió por la puerta del Castillo sin parar de correr.... No quería volver a verlo. No volvería a la Escuela jamás.

lunes, 21 de enero de 2008

El Paraíso







Ya era demasiado tarde, pensándolo bien ya no encontraría a Julia por el Castillo. Debía estar durmiendo. Había pasado demasiado tiempo con Carla en la Sala de Trofeos: lo que para él fueron minutos, en realidad habían sido horas. Así que se dirigió a su Zona Común.... hablaría con Julia mañana.

Al entrar encontró a Nakor y Joel sentados en el sofá.

-¡¡¡Hombre, por fin!!! ¡Joder Rodri, nos tenías preocupados! Saliste corriendo del Salón sin decirnos nada... ¿A dónde fuiste? -preguntó Nakor con cara de angustia.
-Tranquilos chicos... fui.... a hablar con.... Carla.
-¿Con Carla? ¿Para qué? ¿De qué tenias que hablar con ella a estas horas? -interrogó Joel.
-No puedo deciros nada, aún no... -cortó Rodrigo.
-¿Cómo que aún no? -soltó Nakor que ahora si que estaba preocupado.
-Ya os lo contaré mañana... antes tengo algo que hacer. Además estoy muerto, me piro a la cama.
-Leches Rodri ¿Y nos dejas asi?
-Lo siento Nak, mañana... -terminó Rodrigo que le guiñó un ojo y subió las escaleras hacia el dormitorio.
-¡Esto es increíble vamos! -protestaba Nakor que también se fue a dormir.

Los tres subieron las escaleras y se acostaron sin decir palabra. Nakor no le dirigió la palabra a Rodrigo, "no era posible que a estas alturas le ocultara algo a él y a Joel". Siempre se habían contado todo "¿qué era ahora diferente?". Rodrigo ya no era el mismo... había cambiado desde principio de curso, pero aquella noche estaba más raro aún.
Tras algunos minutos Joel y Nakor se quedaron dormidos, pero Rodrigo fue incapaz de conciliar el sueño a causa del hervidero que sentía dentro de su cabeza.



Carla llegó a la Zona Común con los ojos hinchados, rojos, llorosos aún. El pelo revuelto a causa de la carrera y una herida en la rodilla resultado de una caída por las escaleras.
Entró y se sentó en el sofá frente a la chimenea encendida que saciaba su frío. Hizo aparecer con su varita un botiquín... Podría haberse curado con magia, pero nada le importaba ahora. El dolor de curarse aquella sangrante herida, no sería nada en comparación con el que sentía en su alma, en su corazón destrozado por las palabras de Rodrigo. Volvió a llorar: sus lágrimas empapaban la corbata amarilla, ahora deshecha. Se acurrucó contra sus piernas aún sentada y mirando al fuego. El fuego la relajaba, pero lejos de hacerla dejar de pensar, avivaba sus recuerdos en la Sala de Trofeos.
Decidió irse a la cama finalmente. Intentar dormir sería lo mejor, otra cosa es que lo consiguiera. Se sentía fatal: había sido rechazada por él, por el chico que le traía de cabeza... no había nada peor.
Arrastrando los pies, se dirigió a la escalera, subiendo cada peldaño como si fuera el último de el más alto de los edificios muggles. Abrió la puerta del dormitorio y antes de terminar de abrirla por completo asomó la cabeza para ver si Alejandra y Gabriela estaban ya dormidas... no tenía ganas de dar explicaciones ahora. Estaban en sus camas respirando acompasadamente... "están dormidas" pensó y entró sin hacer ruido. Se puso el pijama y se metió en la cama, mirando a su dosel de terciopelo amarillo, confidente de tantos pensamientos y suspiros. Tras varias horas se quedó dormida entre lágrimas.....


Estaba a oscuras. De fondo escuchaba algo familiar, pero no lograba distinguirlo bien.
Ese susurro le hacia sentir bien, sonreía. Una suave brisa movió su pelo, y un aroma característico se adueño de sus sentidos. Estaba a punto de nombrarlo cuando notó algo: un aliento en su cuello. Acercándose a su oido...

-Estoy aquí... soy yo.

No sabía quién era, pero la voz era tan familiar que se le erizaron los vellos de la nuca. Todos los del cuerpo, de punta.

-Estoy contigo, a tu lado...

Estaba allí, con ella. Lo sentía tan cerca que no sabía si mirar o quedarse así para siempre, sintiéndolo cerca, sintiéndolo suyo.

-Vamos, ábrelos. Abre los ojos.

En ese instante, los abrió y se quedó con la boca abierta. La imagen mas bella jamás contemplada por sus ojos apareció, dándole la bienvenida. La brisa con su olor a sal acarició la piel de Carla, que conjugada con el ruido de las olas hacían que la chica se estremeciera. Era su casa, estaba en casa.... Su playa, sus olas, su arena pegada en sus pies tan fina que se adentraba por cualquier parte, su olor... sobre todo su olor... Para acabar, él estaba con ella. Allí, a su lado, bajo mil estrellas que se hacían cada vez más grandes ante sus ojos. Rodrigo se acercó y la abrazó. Ella, acurrucada entre sus brazos miraba el cielo que parecía protegerles. Si aquello no era el Paraíso, desde luego se parecía bastante.... Deseó quedarse así para siempre. No despertar jamás.

Aquella noche fue tan larga para Rodrigo como para Carla.

domingo, 20 de enero de 2008

Tomás




Nombre: Tomás Arteson Luque.

Fecha de nacimiento: 13/11/1991 (Escorpio).

Lugar de residencia: León (Castilla y León, España).

Linaje: Mestizo.

Madre: Eva Luque Mistral (bruja, dueña de una tienda de golosinas en Sanchotello: Piruleta Ruleta).

Padre: Miguel Arteson González (muggle, profesor de Filosofía en un colegio de León).

Hermanos: Noemí (bruja, 2 años).

Novios/as: Ana Martín, muggle, en vacaciones de verano en Ibiza y Alejandra Rodríguez Aizaran, de los Linces, un mes en 3º.

Amorios: Adora a Julia.

Amigos: María Delgado Mejías, Verónica Martín Ruíz, Ángel Adán García, Manuel Muñoz Páez, Julia Sanes Roca y los jugadores del equipo de Quidditch, entre otros.

Mascota: Zeus (lechuza nevada).

Pertenencias: Capa de invisibilidad de la tienda de Sanchotello; caldero de bronce medida 6; pluma de búho; llave maestra.

Varita: Madera de Bejuco, 28 cm., núcleo de pelo de unicornio, oscura, no muy flexible, excelente para Encantamientos.

Habilidades: Volar en su Wicca 4000; pasar desapercibido; muy bueno en Defensa Contra las Artes Oscuras, Encantamientos, Filosofía Mágica y Alquimia.

Patronus: Liebre.

Boggart: No volver a ver el sofá celeste.

Profesiones: Querría ser jugador de algún equipo de Quidditch profesional, o ser alquimista.

Aficiones: Volar en su escoba, es Golpeador y Capitán de los Halcones; buscar momentos para estar con Julia; jugar a los Gobstones explosivos; estudiar en la biblioteca; leer libros muggles.

escolar: 2008-2009

Casa: Halcones.

Asignaturas preferidas: Encantamientos, Alquimia y Defensa Contra las Artes Oscuras.

C.A.P.A.s: Sacó muy buenas notas, Sobresaliente de media con varias Matrículas de Honor.

Sala Común: Comparte habitación con Víctor Fernández Dávila y Román Alcalá Díaz.

Color de los ojos: Miel.

Cabello: Rubio, muy corto.

Otras características: Tatuaje de su Patronus detrás de la oreja y pendiente en la lengua.

Rasgos psicológicos: Divertido, romántico, sensual, simpático, inteligente, valiente, atrevido.

Gustos: Adora el chocolate caliente, el caldo con hierbabuena y el té de menta.

Otros: Luchará por Julia.

Ángel


Nombre: Ángel Adán García.

Fecha de nacimiento: 15/5/1991 (Tauro).

Lugar de residencia: Tenerife (Islas Canarias, España).

Linaje: Mestizo.

Madre: Jimena García Baro (muggle, abogada).

Padre: Alfonso Adán Montoro (mago, buscador en el Equipo de Quidditch de Los Rayos).

Hermanos: Rosana (bruja, 25 años).

Novios/as: Miriam Tornay, Golpeadora de los Linces, dos meses en 3º.

Amorios: Solo tiene ojos para Carla.

Amigos: Carla Mora Barona, Alejandra Rodríguez Aizaran, Catalina Doria Fontana, Gabriela Baltanás Sena y los jugadores del equipo de Quidditch, entre otros.

Mascota: Calíope (lechuza Tawny).

Pertenencias: Capa de invisibilidad, herencia de su abuelo; caldero de cobre medida 5; pluma de garza; un anillo en una cadena que siempre lleva al cuello.

Varita: Madera de Espino, 30 cm., núcleo de pluma de fénix, oscura, flexible, excelente para
Transformaciones.

Habilidades: Volar en su Wicca 5000; es paciente; muy bueno en, Transformaciones, Defensa Contra las Artes Oscuras, Encantamientos y Alquimia.

Patronus: Águila.

Boggart: No conseguir lo que quiere.

Profesiones: Querría ser jugador de Los Rayos, como su padre, o trabajar en el Departamento de Misterios en el Ministerio.

Aficiones: Volar en su escoba, es Buscador y Capitán de los Linces; dar paseos por el bosque; jugar al ajedrez mágico; ayudar a Carla en todo lo que pueda; leer libros sobre Quidditch.

Curso escolar: 2008-2009

Casa: Linces.

Asignaturas preferidas: Transformaciones, Alquimia y Defensa Contra las Artes Oscuras.

C.A.P.A.s: Sacó muy buenas notas, Sobresaliente de media.

Sala Común: Comparte habitación con Federico Delgado Torres y Valentín Rodríguez de Luna.

Color de los ojos: Celestes.

Cabello: Moreno, medio.

Otras características: Perilla bajo el labio inferior.

Rasgos psicológicos: Divertido, cariñoso, extrovertido, simpático, inteligente, arriesgado, valiente, paciente.

Gustos: Le encantan las papas arrugadas caseras y si es con algo de Mojo, mejor que mejor ; adora los zumos de naranja antes de comer.

Otros: "Conseguirá a Carla cueste lo que cueste".

jueves, 17 de enero de 2008

Y se abrió la Caja de Pandora




Inmóvil, no sabía si echarle cuenta a sus pensamientos o a su sentido común. Finalmente, su pierna derecha se adelantó haciendo que el resto de su cuerpo saliera de su escondite tras el árbol. Con decisión se dirigió hacia el lago, caminando ya por la arena que le antecedía, donde Carla estaba tumbada en su toalla tomando el sol. A penas se percató de que Rodrigo se había acercado.

-¡Ale quítate, me tapas el sol! -dijo Carla aún tumbada boca abajo en la toalla.
-Lo siento, pero no soy....
-¡¡Rodrigo!! -gritó Alejandra que salió como una bala del agua para saludarle, sin dejar de mirar para todos lados.
-Hola chicas.... ¿que tal estáis?
-Mojadas jajaja -dijo Gabriela mirando a Carla que aún estaba tumbada.
-Hola Carla ¿tomando el sol?
-Emm... si -sin decir nada más, se levanto, cogió las tirantas del bañador e intentó ponérselas alrededor del cuello, pero una se le escapó -aissh... -gracias a Merlín pudo sujetarla justo a tiempo.

A Rodrigo se le fueron los ojos detrás de la tiranta, posándolos después sobre las manos de Carla que aguantaban para que no se viera nada. Un nudo en la garganta no le dejaba tragar.

-Y... ¿qué haces tú por aquí? -le preguntó Alejandra, pues Carla estaba demasiado colorada como para poder pronunciar palabra.
-Salí a dar una vuelta y terminé aquí. No venía desde el año pasado, solía escaparme para relajarme mientras nadaba un poco. -contestó apartando la vista.
-Qué interesante... -soltó Gabriela que también había salido del agua y miraba a Carla mientras sonreia -¿Por qué no nos acompañas?
-Este... no, da igual ya voy de regreso. A ver si encuentro a los chicos, no los he visto en toda la tarde... -se dió cuenta en un segundo que allí no podría hablar con Carla tranquilamente, así que decidió dejarlo para otra ocasión, que no sería muy lejana desde luego.

Alejandra abrió mucho los ojos y después soltó un suspiro casi inaudible para el resto. No vería a Nakor al parecer. Por su parte, Gabriela miró a los tres... y en su cara se dibujó una sonrisa algo traviesa.

-Bueno pues... nos vemos en la cena entonces -terminó Rodrigo y haciendo un gesto con la cabeza se despidió de ellas, no sin antes echar un último vistazo a Carla, que por fin había podido abrocharse las tirantas y también le miraba.
-Hasta luego -dijeron las tres.

Mientras el chico se alejaba, las Linces se quedaron inmóviles por un segundo. Carla se cruzó de brazos y se puso colorada como un tomate, Alejandra, cambió su cara de sorpresa por una de decepción y Gabriela.... Gabriela simplemente volvió al agua.

-¡No lo puedo creer! ¿qué hacía él aquí? -les dijo Carla que estaba atónita ante la aparición del Lobo.
-¡Lo mismo que tú Carla! -respondió Gabriela desde el agua con los ojos cerrados y cara de satisfacción.
-Podría haber venido con Nakor, leches... -soltó Alejandra, que también se metió en el agua.

Gabriela comenzó a reir a carcajadas.

-Si algún día llegó a ser tan penosa como vosotras, ¡por favor, lanzadme un Crucio!
-¿Penosas? ¿¿Nosotras?? ¡¡Ahora verás!! -gritó Alejandra que se lanzó sobre Gabriela y le dió una ahogadilla tremenda.
-¡¡¡Joder Ale, que me ahogas!!!!
-Pues eso no es nada... ¡¡¡Allá voy!!! -dijo Carla que se había levantado de la toalla e iba directa hacia ellas.
-¡¡¡¡Agggghh!!!! ¡Dejadme en paz! -gritaba Gabriela intentando salvarse de las dos, corriendo por el agua con gran trabajo.
-¡Ya verás cuando te coja! -le decían las dos.

Pasaron la mejor tarde de sus vidas. Relajadas y ya secas, llegaron al Castillo para la cena.
Mientras, Rodrigo se había encerrado en su Zona Común, y recién había salido para bajar al Salón. Mientras bajaba las escaleras pensaba una y otra vez en que debía hablar con Carla. Era absolutamente necesario. A él le gustaba Julia, pero aquella tarde había sentido algo... algo extraño por Carla. Debía cerciorarse de qué es lo que ocurría con ella, y eso solo podría saberlo estando con ella a solas.
Entró en el Salón y se sentó en la mesa de los Lobos, levantando la cabeza ligeramente para buscar a las dos chicas: Julia y Carla. La primera estaba hablando animadamente con el capitán de los Halcones. Un chico rubio de ojos claros que se reía sin cesar. La segunda, estaba con sus amigas y el Capitán de los Linces. Comía una tarta de chocolate y nata mientras oía a Alejandra cómo le contaba a Ángel sus aventuras en el lago. Éste había accedido a dejar el sábado libre, pues la semana siguiente sería la última de entrenamientos antes del partido contra los Osos y quería dejar descansar al equipo.

-.... y Gabriela casi se ahoga en más de dos ocasiones ¿verdad Gabi? -le dijo Alejandra que tenía una sonrisa perversa mientras le miraba de reojo.
-Casi me ahogas tu pedazo de...
-Jajajaja te aguantas, eso para que no nos digas lo que no debes -respondió Carla que había terminado con su tarta.
-¿Qué os dijo? -preguntó Ángel.
-¡Tonterías suyas! -saltó Carla ante el temor de que se le escapara algo a su amiga.
-¿Tonterías eh? No me lo creo, seguro que dijo una verdad como un Castillo.
-Si llegas a estar en el lago, tu también habrías sufrido nuestro ataque... eso para que no digas lo que no debes -le soltó Alejandra que le había dado un codazo en las costillas a Ángel.
-Ahhg, Ale, estate quieta si no quieres sufrir un ataque de cosquillas infernales -le dijo Ángel serio.
-Eso habría que verlo -respondió sacándole la lengua.
-Estaos quietos, todos nos están mirando -advirtió Gabriela impasible mientras tomaba un té de canela.

Los tres miraron alrededor y se pusieron firmes. Era verdad, los ojos de todos en el Salón estaban sobre ellos, incluso los del los tres Lobos. Alejandra y Carla dejaron de hablar.

-Lo mejor será que salgamos de aquí -propuso Carla que se levantó en seguida, con la intención de salir del radio de acción de la mirada de Rodrigo.
-Yo me quedo un rato Carla -dijo Gabriela enigmática -y Ángel y Ale se quedan conmigo.
-¿Y eso por qué? -preguntó Alejandra con el ceño fruncido.
-¡Por qué lo digo yo! -soltó y tanto Alejandra como Ángel asintieron.
-Me quedo, me quedo -dijo Ángel mirando a Carla algo angustiado.
-Pues ahí os quedais, nos vemos después en la Zona Común -dijo Carla mientras salía por la puerta.
-Pero... ¿por qué.....? -intentó preguntarle Alejandra a Gabriela.
-¡Shhh! después te lo diré -le soltó a Alejandra sin que se diera cuenta Ángel.

Mientras subía las escaleras en dirección a la Zona Común de los Linces, Carla se sentía muy cansada, pero gracias a las aguas termales del lago, el dolor de espaldas le había desaparecido... además de haber conseguido unas sonrosadas mejillas a causa del sol. Se desperezó. Casi notaba el calor de la chimenea antes de entrar cuando alguien la cogió de la mano. Se puso más roja aún mientras miraba para ver quién era.

-.....Pero..... tú.... aquí.... y..... -no sabía qué decir.
-Puedo hablar contigo -le preguntó Rodrigo.
-Cla...claro..... -respondió mirando sus manos entrelazadas. Un calor extraño se apoderó de su cuerpo y su cara se volvió roja como las corbatas de los Osos.
-Pero aquí no, en un lugar tranquilo -le dijo mientras le sonreía y su mirada se clavaba en los ojos de Carla.
-Está bien, pero... ¿a dónde podemos ir?
-¿Qué tal a la Sala de los Trofeos? Allí nunca va nadie.
-Bien.
-Vamos.

Rodrigo tiraba de ella por los pasillos, aún sin soltarle la mano. Carla estaba en el cielo "¡¡Rodrigo le llevaba de la mano!!" Solo una cosa le asustaba: quería hablar con ella... "¿De qué? No, no podía ser..." Cerró los ojos por un instante, dejándose guiar por él. Su confianza en Rodrigo era plena, con él estaba a salvo... o la menos así se sentía a su lado.
Tras recorrer varios pasillos, subir algunas escaleras y doblar un par de esquinas, se encontraron ante la Sala de Trofeos, ubicada en el ala este de la séptima planta.
Rodrigo abrió la puerta con su varita mientras miraba a Carla para intentar tranquilizarla. Entraron. La sala no era demasiado ostentosa, a penas un par de lienzos en las paredes desnudas. Frente a la puerta, una gran urna de cristal guardaba los Trofeos de varios siglos de historia en la Escuela de Magia: al Mejor Mago de Séptimo, al Mejor Encargado, al Mejor Buscador, al Mejor Equipo, la Copa de la Casa, la de Quidditch.... Todos estaban allí.
Carla se quedó mirándolas por un momento. No sabía que existiera ese lugar, pero al parecer, el Lobo lo conocía bien.

-Vengo aquí cuando me siento mal. Miro los Trofeos y me recuerda que puedo llegar a ser bueno en algo.... -le dijo adivinando sus pensamientos.
-Son preciosos -respondió ella intentando retrasar la conversación.
-Carla, te he traído aquí para hablar contigo... necesitaba hacerlo desde esta tarde. Desde que te vi en el lago.
-Pues... aquí estoy, pero no entiendo nada... no sé de qué podríamos hablar...
-Por favor, déjame que te lo pregunte.
-¿Preguntarme? ¿El qué? Está bien, está bien.... pregunta.... -accedió ante la mirada de Rodrigo.
-Es que, al verte esta tarde... allí en el lago... sentí algo.... algo extraño -comenzó Rodrigo que no sabía cómo seguir.
-¿Algo? ¿el qué? -bien lo sabía, a ella le pasaba igual.
-Mi estómago, el corazón, se me dispararon... y quería saber si.... a ti....
-¿Me ha pasado? Pues.... -no sabía si decirlo o no - si, me ha pasado.

Carla se tapó la cara con las manos. Estaba demasiado colorada como para que Rodrigo la viera. El corazón le latía intensamente, y el estómago le dió un vuelco tremendo: exactamente de lo que estaba hablando.

-Pero... eso no puede ser ¡nosotros somos amigos! -le respondió Rodrigo resistiéndose.
-¿Amigos? ¡Claro que lo somos, pero necesito más! -dijo Carla sin pensar algo que le reconcomía desde hacía tiempo.
-¿Algo más? ¿A qué te refieres? -estaba desconcertado.
-Necesito que me veas como algo más que una simple amiga -dos lágrimas calleron de sus ojos, deslizándose por sus mejillas.

Rodrigo se quedó inmóvil, con la boca abierta. No sabía qué decir. Carla no aguantaba el silencio y salió corriendo por la puerta.
Sin asimilar lo que había dicho la Lince, Rodrigo se dió la vuelta y salió. Recorriendo los pasillos pensaba que no había sido buena idea hablar con ella. Debería haber hablado antes con Julia, saber lo que pensaba ella. Y eso haría, hablaría con Julia antes de tomar ninguna decisión.

martes, 15 de enero de 2008

Sábado de relajación




Al fin sábado. Una semana agotadora, otra más. Se estaba convirtiendo en costumbre: cada fin de semana más deberes, más apuntes para estudiar, más trabajo en las clases. Y todo se les amontonaba ya.
Tras una pila de libros, apuntes y pergaminos inservibles estaban Alejandra, Gabriela y Carla ultimando los deberes de toda la semana.

-¡Acabé! Menos mal, porque ya no puedo más.... me duele la espalda -le dijo Carla a las chicas que estaban sentadas junto a ella en la mesa de la Zona Común donde acostumbraban a hacer los deberes.
-Ni yo... Estoy muerta. Ya los terminaré mañana -respondió Alejandra cerrando "Mil Pociones y sus Antídotos".
-Vamos, ánimo chicas... ¡Al menos así tendremos el fin de semana libre! -gritó Gabriela ante la idea de disfrutar de los dos días que les quedaban por delante.

Las chicas recogieron todo: libros, pergaminos, apuntes, plumas y tinteros y llevaron las mochilas al dormitorio. Alejandra se desperezó sentada de nuevo en una de las sillas de la mesa en la que habían estado antes mientras Gabriela avivaba el fuego.

-Creo que podríamos hacer algo hoy ¿no? -les propuso Alejandra.
-¡Eso! el día no está mal y podemos aprovechar ya que lo hemos terminado todo -dijo Gabriela.
-¿Pero a dónde vamos? -les preguntó Carla.
-¿Qué tal al bosque a merendar?
-No... ya hicimos un picnic... ¡algo nuevo! -dijo Carla.
-¿Qué os parece si vamos al lago termal a darnos un baño? Allí no hace frío.... a parte del calor que desprende el lago, dicen que hace más de mil años, un mago protegió el lugar con un hechizo de calor permanente. Así que podemos pasar allí todo el tiempo que queramos, ni siquiera de noche hace frío en sus alrededores.
-¡¡Estupendo!! -soltó Carla que le apetecía muchísimo un baño caliente de aguas subterráneas, y más aún ante su recién estrenado dolor de espalda.
-¡¡¡Genial!!! -gritó Alejandra que también apoyaba la idea de relajarse allí.
-Pues entonces ¡adelante! Preparémoslo todo y en marcha.

Las tres prepararon una mochila con comida, toallas, poción bronceadora y ropa limpia por si acaso. Aunque era casi invierno, allí arriba, el sol aparecía con fuerza y era preferible estar preparadas antes que quemarse a causa de no llevar protector solar. No se olvidaron de coger las varitas, claro.

-¿Todo está listo ya? ¿podemos irnos? -les preguntó Gabriela, que parecía la encargada de un grupo de Boy Scouts.
-Si Gabi, todo está ya, podemos irnos... -les dijeron las dos.

Salieron de la Zona Común en dirección al bosque. Estaban emocionadas. Hacía tiempo que habían escuchado sobre el lago termal, pero nunca habían ido... ¿Lo encontrarían? Con Gabriela guiándolas, seguro.

En la bibioteca, Nakor buscaba información sobre algunos ingredientes para la Poción Revividora. No estaba resultando fácil porque al parecer, el libro en el que se encotraba la información había sido pedido por una Lince.

-¡Chicas....! -dijo en un susurro cuando se lo comunicó Alexia, la encargada de la biblioteca.

Decidió comenzar por otra asignatura: Transformaciones. Sacó su tintero, una pluma vieja y un trozo de pergamino dejándolos en la mesa mientras buscaba "Transformaciones de Animales Complejos". Iba buscando la estantería T.5-B cuando vió a Catalina sola, llorando. Se acercó sin saber si era buena idea, pero no podía ver llorar a nadie, tenía que hacer algo.

-Hola.... eres Catalina ¿verdad?
-Ho... hola... si, si, soy Catalina. Y tu... Nakor ¿no? -le dijo la chica.
-Si. ¿Qué te pasa? ¿por qué lloras?
-Ohh... no te preocupes, es algo sin importancia... algunos problemas. No pasa nada -le dijo intentando sonreir.
-Puedes contármelos si quieres.
-Te aburriría, además ya se me pasó -dijo Catalina restando importancia.
-Está bien, está bien... si no quieres contármelo, no insistiré. Pero al menos podemos tomar algo juntos y charlar un rato ¿te parece? -le preguntó Nakor.

A Catalina se le iluminó la cara. Nakor le gustaba desde el año anterior y la propuesta del chico le había tomado por sorpresa, pero le encantaba la idea.
Los dos recogieron sus cosas y salieron en dirección a la cocina. Nakor entró y al cabo de cinco minutos, salió con dos botellas de zumo de naranja, varios profiteroles de crema, mermelada y un mantel blanco con con varitas dibujadas entrelazadas con el emblema de la escuela.

-Podemos ir al jardín ¿te parece? -propuso Nakor.
-Me parece estupendo -contestó Catalina.

Fueron caminando despacio por los pasillos mientras hablaban de todo, reían y seguían hablando. Llegaron al jardín, y mientras Nakor extendía el mantel, Catalina le miraba sin creerse que estuviera pasando, que fuera verdad.

-Ya puedes sentarte -le dijo el chico mientras le aguantaba a Catalina las botellas de zumo.
-Gracias... ¡pero siéntate tu también hombre!
-Claro, claro. Ahora mismo... -dijo Nakor sonriendo.

Se pasaron toda la tarde hablando sobre ellos. Sobre las clases, sus equipos favoritos de quidditch y su opinión sobre las Casas. Catalina acabó encantada ante la primera tarde que había pasado con Nakor. Era un cielo. A pesar de todo lo que había oído de él: de sus andanzas.... a ella, esa faceta de "chico malo" le encantaba, le atraía demasiado. Por eso se había quedado impresionada ante la otra cara del Lobo: su cara dulce. Había descubierto que Nakor era especial y que en sus dos sentidos le gustaba.

Rodrigo por su parte, había decidido salir a tomar el aire. Sus amigos no le acompañaban esta vez. Joel había decidido quedarse en la Zona Común jugando a los gobstones explosivos. Y Nakor... no tenía ni idea de dónde estaba, no lo había visto en toda la tarde después de levantarse de una reconfortante siesta. Gracias a Morgana y a su esfuerzo claro, había terminado de hacer todos los deberes atrasados. Podría dedicarse todo el fin de semana a entrenar, a leer, a salir a los terrenos... a lo que quisiera.
Andaba entre los árboles del bosque, sin saber muy bien a dónde iba. Sus piernas le llevaban. Le dirigían. Matorrales, arena, hierba demasiado crecida.... todo pasaba ante sus ojos: "Ya sé a dónde voy" pensaba. Más árboles y de repente....

-¡¡¡Chicas por Melisana dejad de salpicar!!! -gritaba Gabriela.
-¡Gabi, no seas aguafiestas! -le dijó Alejandra mientras le echaba agua con las dos manos.
-Está bien, yo paso.... además, este lugar es para relajarse, no para montar lios ni hacer ahogadillas a los demás -asintió Carla que había decidido cerrar los ojos y disfrutar.
-Bueeeeno, está bien -accedió Alejandra que hizo lo mismo.

Desde detrás de un árbol Rodrigo miraba el espectáculo. Hacía un año que no se acercaba al lago termal. Ya no recordaba la sensación de nadar desnudo en sus calientes aguas a la luz de la luna. Lo extrañaba.
Pero ahora era distinto. Era de día y allí estaban ellas. Las Linces... y Carla. Su corazón se aceleró por un instante al nombrarla en sus pensamientos. La miró mientras salía del lago recogiéndose el pelo en un moño con la varita. Era guapa "¿para qué negarlo?". Su cuerpo grácil, delgado, elegante, bien formado.... su pelo oscuro y largo por la cintura mojado: las gotas caían sobre sus muslos, sus piernas, su espalda y resbalaban dejando su piel brillante por donde pasaban.
A rodrigo se le iban los ojos detrás de ellas, recorriendo cada centímetro de la piel que dejaban mojada. El corazón se le aceleró aún más.
Carla cogió una toalla y se tumbó en la arena del borde del lago, y se puso algo de poción bronceadora mientras se quitaba las tirantas de la parte superior de su bikini amarillo.
Un escalofrío recorrió la espalda del Lobo y en su estómago comenzó a notar unos cosquilleos que no había sentido nunca. No podía dejar de mirarla, de recorrer su cuerpo, de fijarse en cómo sus mejillas comenzaban a volverse rojas a causa del sol.... a distancia podía ver todo eso. Sus pupilas estaban tan dilatadas como las de un gato que acecha para caer sobre su presa. Se mordió el labio cuando sus ojos se posaron en las curvas de la Lince: tan sensuales y a la vez delicadas.
Comenzó a sentir calor mientras se sonrojaba. "¿Es posible que sienta esto por Carla?" se preguntaba. "¿Qué es lo que siento?" Ni él lo sabía.... Estaba confuso, pero aún así no podía irse antes de hablar con ella. Debía poner en orden sus pensamientos: "¿Qué pasa con Julia?". Justo se había dado cuenta que ya a penas pensaba en ella.

sábado, 12 de enero de 2008

Confesiones de media noche en la Zona Común



Ya eran las doce. Gabriela, Alejandra y Carla estaban en el dormitorio, tenían puestos sus pijamas y se habían tapado con las mantas. Carla puso uno de los grandes cojines amarillos que habitualmente estaban en su cama tras su espalda para dejarse caer. Alejandra estaba sentada y Gabriela, había decidido ir a por su bata, tenía algo de frío.

-¿Bueno qué? ¿Empezamos? -les dijo Alejandra algo ansiosa.
-Por mi está bien, ya me he puesto cómoda -le soltó Carla.
-Yo también estoy lista -dijo Gabriela que se había metido con la bata en la cama y se tapaba incluso los brazos.
-A ver ¿quién empieza? -dijo Alejandra para romper el hielo.
-Un segundo, antes, tengo que decir algo. Si alguna no quiere contestar alguna pregunta de las que hagamos, está en su derecho de callarsela -aclaró Carla, que no estaba muy segura de que el juego fuera a gustarle tanto como antes.
-Está bien Carla, entonces, empezaré yo -dijo Gabriela valiente.
-Muy bien Gabi... a ver, dinos algo: algo que no sepamos -pidió Alejandra.
-Bien. Pues... para empezar, deciros que me ha encantado que este año nos tocara juntas en el mismo dormitorio. Para mi ha sido genial, lo estaba deseando desde primero. Sois mis mejores amigas y os quiero muchísimo. No se cómo acabaremos este curso, pero lo que si se es que me encantaría que el año que viene estemos las tres juntas de nuevo en este mismo dormitorio...
-Y a nosotras... pero a ver, cuéntanos algo sobre tu vida amorosa... ¿tienes a alguien en mente? -preguntó Carla, que al parecer le interesaba sobremanera ese tema.
-No es muy interesante, la verdad. Salí con un chico que se llamaba Salvador con doce años. Pero no fue nada serio, éramos muy pequeños. Aunque ha habido alguien que si me gustaba de verdad. Se llamaba Miguel, y era ayudante de mi padre. Desde que dejé a Salvador estuve enamorada de él. Me encantaba. Era alto, moreno y con los ojos color miel. El problema es que tenía diez años más que yo. El año pasado, me enteré de que se había casado y se fue a vivir a Tenerife. Así que no lo he vuelto a ver desde entonces. No se qué habrá sido de él. Espero que sea feliz.
-Joder Gabi, no tenía ni idea -le dijo Carla sorprendida ante las revelaciones de Gabriela -pero entonces ahora ¿no te gusta nadie? ¿aunque solo sea un poquito?

Carla lo estaba haciendo a propósito, queria saber si a alguna de sus amigas le gustaba Rodrigo, "su Lobo" como le decía cuando estaba a solas, nunca pronunciándolo en alto.

-Pues.... la verdad es que....
-¿Qué? ¿hay alguien? -preguntó Alejandra que también quería saber.
-Digamos que.... si -terminó en un susurro.
-¡¡AHHHH!! -gritaron las otras dos, por motivos diferentes: Alejandra quería saber para averiguar si lo conocía, Carla, para saber si era Rodrigo. Las dos saltaron de sus camas y fueron a la de Gabriela -¡¡Cuenta, cuenta!!
-¡Chicas, chicas! Tranquilas, os lo contaré todo... a ver, el chico que me gusta es... Andrés, un Delfín -terminó poniéndose ligeramente colorada.
-¿El chico del otro día? ¿El del Patronus? -le preguntó Alejandra asombrada, pues solo lo había visto esa vez delante de la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras.
-Si, el mismo.
-¡Genial! Me pareció interesante... me gusta para ti Gabi -le dijo Alejandra guiñándole un ojo a una Gabriela más colorada que antes.
-Bueno, yo ya lo conté todo... ahora le toca a Alejandra.

Alejandra estaba muy dispuesta a escuchar a la demás, pero no demasiado a hablar de ella.

-¿Qué quereis que os diga?
-Tus amoríos... ¿Qué más? -le dijo Gabriela no tan interesada como Carla, daba la impresión de que lo sabía, sabía todo.
-Pues... es simple. Solo he tenido un novio se llama Tomás, y es de los Halcones.
-¿¿Tomás?? ¿Ese chico rubio de ojos claros que es capitán del equipo de quidditch de los Halcones? -le dijo Carla sorprendida.
-El mismo -contestó Alejandra.
-¡No tenía ni idea! ¡¡Que bien guardado te lo tenías petarda!! -le reprochó Gabriela guiñándole un ojo.
-¿Y cómo que no sabíamos nada? Nadie se ha dado cuenta de eso... -preguntó Carla que no entendía nada.
-Lo mantuvimos en secreto.
-¿Por qué? -Carla cada vez entendía menos.
-Al parecer, él tenía novia. Una Oso a la que ya no quería, algo celosa y a la que no sabía cómo dejar. Supongo que yo fui su motivo -terminó Alejandra a la que le calleron dos lágrimas por las mejillas.

Las chicas estaba atónitas, no sabían qué decirle, cómo consolarla. La abrazaron.

-¿Aún le quieres? -le preguntó Carla.
-Tanto como querer, no. Pero aún siento algo por él. No se cómo describirlo.
-No hace falta cielo -le dijo Gabriela acariciándole la espalda.
-Pero bueno, aún me falta otra cosa -les dijo intentando sonreir -... siempre me ha gustado un amigo muggle, Valentín, desde que tengo uso de razón. Le confesé que me gustaba, pero el día anterior había empezado a salir con una chica de la que al parecer estaba enamorado desde hacía tiempo. Lo dejé por imposible. Corté la amistad, me hacía daño verle cómo él quería: no podía sentirle como un amigo, para mi era mucho más.
-Bueno, bueno... ¡Ya basta! Mejor dinos si tienes alguien en el punto de mira -le preguntó Gabriela dándole un codazo mientras reía.
-Lo cierto es... que hay alguien que me encanta...
-¿¿QUIÉN?? -preguntaron las dos a la vez.
-Un Lobo...

Carla cerró los ojos, y el corazón se le disparó. A penas podía respirar.

-¿Qué Lobo? -preguntó sin saber si quería conocer la respuesta.
-Es... Nakor -Alejandra se puso tan colorada, que no sabía cómo abanicarse.
-¡Nakor! ¡¡Es genial!! -gritó Carla -Cuenta, cuenta...
-Pues... solo le he visto un par de veces. Sobre todo en la enfermería el día de la Saxem. Pero me parece que es muy guapo, valiente y arriesgado.
-¿Te refieres a sus andanzas por la noche? Son conocidas por todos en el Castillo... raro es que no le hayan expulsado ya -terminó Gabriela negando con la cabeza.
-A mi me encanta... -le calló Alejandra.
-Está bien, esta bien... pero te meterás en problemas por él, ya estás avisada.

"¿Otra profecía de la Gran Gabriela?" Alejandra la miró asustada, pero le daba igual. Por Nakor merecía la pena correr algunos riesgos.

-Pues... ya solo quedas tú Carla -sentenció Gabriela, tan acostumbrada a las caras de Alejandra que ni cuenta le echó.
-¿Yo? No creo que os interese mi....
-¡¡Claro que si!! ¡Nos interesa! -gritó Alejandra que estaba dispuesta a que hablara, pues ella lo había hecho.
-Está bien, está bien... os lo contaré todo. Pero después no quiero que digais "que pena la pobre Carla" -aún se pensaba si decirles la verdad o no... terminó por aceptar que lo mejor era contar la verdad, de todas formas, Gabriela lo sabía seguro.
-Venga, cuenta -achuchó Alejandra que estaba algo más tranquila ante la posibilidad de que Carla les contara qué le había estado atormentando todos estos días.
-A ver... mi vida amorosa no ha sido ningún camino de rosas. Es más, creo que nunca he estado realmente enamorada, o si lo he estado, se han encargado de destruir mis sueños de la manera más ruín.

Alejandra se sentó derecha en la cama y se apoyó sobre el mural de los pies de la cama, agarrándose las piernas con las manos. Gabriela no se apartó del lado de Carla, sabía que sería duro para ella.

-He tenido varios novios. El primero, era un imbécil, pero no me di cuenta hasta que terminamos. Para mi no era lo que se dice guapo... es más, no se por qué empezamos a salir. Quizás por las ganas de tener un novio, de no ser la única que nunca había salido con alguien. Y por experiencia digo, que no se debe tener prisa en este tema. Cada cosa viene a su tiempo. Salimos un mes solo. Era moreno, con los ojos negros y con aparatos en los dientes. Los de la pandilla del barrio se reían de mi por besarle, y eran mis primeros besos. Eso me marcó. Él cortó conmigo, sin darme un por qué. Solo después lo supe. Estaba enamorado de una amiga mia.
-Joder nena, lo siento -le dijo Alejandra que se había puesto la mano en su boca abierta.
-No pasa nada... pero claro, al ser el primer amor lo recordaré para siempre. Después vino Sergio. A él si que le quería. Era rubio, alto, ojos miel.... Me encantaba. Aunque creo que él nunca me quiso. Dos meses, dos en los que cada día pensaba en él hasta que nos veíamos. El problema fue que nunca le besé.
-¿¿Cómo?? ¿Nunca le besaste? -preguntó Gabriela sin creérselo.
-Nunca. Me daba vergüenza, siempre estabamos con los demás pendientes de nosotros. Y después de las risas con mi anterior novio, no me atrevía. Supongo que él se cansó, además ya estaba mi "amiga" para consolarlo -dijo Carla haciendo hincapié en la palabra amiga con los dedos -La muy asquerosa, iba a buscarlo cuando yo no estaba y a saber lo que harían... ¿para qué iba a estar conmigo entonces?
-Yo simplemente, no lo puedo creer... -decía Alejandra que estaba blanca y aún no había cerrado la boca.
-Ella se encargó además de decidir cúal sería mi siguiente novio. Pero no lo permití. Ahí decidí dejarlo todo. Pasar de todos ellos. Y tras un par de meses, volví al Castillo y vi por primera vez a Arturo, el profesor de Alquimia en cuarto.
-¿¿Arturo?? ¿¿te gustaba Arturo?? -dijeron las dos a la vez.
-Si. Yo intentaba disimularlo, pero él siempre me decía que me quedara después de clases, a petición mía porque necesitaba que me explicara las cosas varias veces, soy muy lenta en Alquimia. Y a penas podía disimularlo. Creo que más de una vez se dió cuenta de lo que pasaba, pero se hacía el desentendido. Nos llevabamos bien, pero de nuevo una chica, esta vez de los Osos a la que yo consideraba mi amiga se encargó de decirle que me gustaba. Así que decidió irse del Castillo para evitar tentaciones, como al parecer le dijo a la profesora de Pociones. Alquiló un pisito en Sanchotello. Todo lo escuchó Julia con unas orejas extensibles... y ella me lo contó.
-Joder, es increíble todo eso... -decía Alejandra que no se lo podía creer.
-Eso ya pasó gracias a Casandra... -le dijo Carla sonriendo, ya no le dolía. Había aprendido a forjarse su coraza para que nada le afectara. Pero con Rodrigo se desarmaba, se sentía desnuda. Nada de lo que hiciera le protegía de él, de su mirada del color del mar.
-Bueno, ahora solo queda que nos confieses quién te gusta ahora -le dijo Gabriela tan segura de si misma que Alejandra y Carla la miraron asombradas.
-¿Cómo sabes....? Bueno, no me respondas, creo que Ale y yo ya lo sabemos... Pues si, hay alguien...
-¿De verdad? ¿Quién? -preguntó Alejandra que estaba perdida completamente.
- Es otro Lobo... es... Rodrigo -al decirlo se tapó la boca con las manos.
-¿¿¿Rodrigo??? ¿El amigo de Nakor?
-El mismo, el Guardían de los Lobos....

Después de las confesiones, las tres se dieron un abrazo. Un nuevo vínculo había nacido entre ellas. Ahora se sentía más cercanas que nunca, como hermanas. Tras unos minutos se metieron en sus camas y se quedaron dormidas, sin el peso de tener que llevar solas esos secretos que las atormentaban demasiado. A partir de esta noche, lo compartirían todo.

jueves, 10 de enero de 2008

En busca de la verdad





Tras el almuerzo, los chicos de las diferentes Casas tenían tiempo libre para ir a las Zonas Comunes antes de regresar a las clases: Transformaciones y Cuidado de Criaturas Mágicas.
Las Linces tuvieron que transformar un tintero en una ardilla, algo nada fácil a decir verdad, pero lo consiguieron las tres. Se libraron del trabajo acerca de la Transformación Básica que impuso el profesor al resto de la clase.
Salieron de allí con una sonrisa, pues tendrían un rato de descanso después de las clases.
Le tocó el turno a Cuidado de Criaturas Mágicas, en la que debían dibujar a un gnomo. Fue algo más difícil que la transformación de la clase anterior, porque eran muy escurridizos... no les gustaba estar al aire libre, siempre se escondían bajo tierra o en los jardines de la escuela. Al dar por concluida la clase, la profesora no dejó deberes para la próxima clase, ya que todos entregaron sus dibujos mejor o peor hechos, pero entregados al fin. Se despidieron de ella y partieron hacia la Zona Común.

-Menos mal... acabamos las clases por hoy -dijo Alejandra que se sentía agotada.
-Pero tenemos entrenamiento de quidditch, no lo olvides Ale -recordó Carla.
-Joder ¡es verdad! con lo cansada que estoy hoy....
-Ya os dije que era duro chicas, yo por eso no me apunté -sentenció Gabriela, que se reía ante las ganas de llorar de Alejandra.
-Vamos, vamos.. no es para tanto Ale. Solo es una hora, y despúes tendremos el resto de la tarde para hacer algo....
-¿Qué os parece si a la noche hacemos una sesión de confesiones en el dormitorio? ¡como el año pasado! -dijo Gabriela animada ante la idea.
-Como si te hiciera falta Gabi -le dijo riendo Alejandra.
-Venga.... ¡Hagámoslo! ¡Será divertido! Además, tendreis la oportunidad de sacarme información.... vosotras sabreis -terminó Gabriela cerrando los ojos.
-Es muy tentador.... venga, vale acepto -dijo Alejandra.
-Yo... no creo que eso sea... es un juego de crías -dijo Carla intentando hacerse la mayor, pero la verdad era que tenía pánico a que sus amigas descubrieran lo de Rodrigo.
-¡Venga ya! ¡No seas tonta, Carla! Nos divertiremos un rato... di que si, anda -intentó convencerle Alejandra.
-Bueno, vale. Después de cenar.

Las chicas comenzaron a pegar grititos ante la idea de volver a contarse todos sus secretos, como cuando se escapaban de sus dormitorios y se sentaban en el sofá delante de la chimenea, en quinto... Lo cierto es, que Carla jamás les dijo algo que fuera completamente verdad. Tenía miedo de contar sus secretos después de lo de Arturo.... aquello fue un palo demasiado grande. Sentía que jamás volvería a confiar en nadie hasta el punto de contarle sus más ocultos deseos.
Pero al fin y al cabo, las chicas estaban emocionadas y lo haría por ellas, pero no contaría nada que fuera verdad. Se inventaría algo para que no le dieran la brasa y punto.
Al llegar a la Zona Común, Alejandra y Carla se cambiaron de ropa, se pusieron la de quidditch y salieron tan rápido como pudieron "¡llegaban tarde!" Corrieron hasta llegar a los vestuarios.

-H... ho... la.... Án...Ángel -terminó por decir Carla que a penas podía respirar tras tanta carrera.
-Hola chicas. Ya casi íbamos a empezar... ¿estáis listas?
-Si... estamos listas -dijo Alejandra recuperando la compostura.
-Bien, pues vamos al campo entonces -les ordenó el Capitán.

Los tres salieron de los vestuarios montados en sus escobas, dieron tres vueltas al campo para calentar mientras el resto de jugadores ya se encontraba calentando: tiraban quaffles a los aros, intentando ser paradas por Iván, mientras que Miriam, Vanesa y Mario competían por ser los primeros en atrapar la snitch esquivando las bludgers encantadas por Ángel.

-¡Está bien chicos! ¡Ahora haremos un entrenamiento con todos, Carla y Alejandra ya han llegado! Poneos en vuestros puestos....

Cada uno se puso en su posición: Alejandra de Guardiana, Miriam y Mario de Golpeadores, Iván, Vanesa y Carla de Cazadores y Ángel de Buscador. La quaffle se puso en juego y todos comenzaron a jugar, intentando meterla por los aros, esquivando bludgers, buscando a la snitch.... Tras una hora de entrenamiento, estaban agotados.

-¡Está bien, chicos... hemos terminado! -concluyó Ángel, que como los demás, estaba reventado.
-¡Menos mal! -dijo Miriam, apoyada con la cabeza por Iván y Mario.
-Me voy a dar la mayor ducha de la historia del Quidditch... -bromeó Vanesa.
-Yo me apunto Vane -le dijo Carla.
-¡Pues venga, la última es un troll con parálisis cerebral! -Vane comenzó a correr hacia las duchas, pero Carla pasaba de correr... no tenía fuerzas.
-Serás un troll con parálisis cerebral para el resto de tu vida si te dejas ganar por Vane... se las arreglará para proclamarlo a los cuatro vientos en medio del Salón -le dijo Ángel a Carla sonriendo.
-No te preocupes, no importa... estoy demasiado cansada como para correr. Me ducharé llegue antes o después -terminó guiñándole un ojo y adelantó el paso hacia los vestuarios.

Ángel se quedó mirando cómo andaba, cómo se movían sus caderas con el pantalón blanco y las protecciones de quidditch, su chaleco amarillo, su cola alta en la que se había recogido el largo pelo. Le parecía una veela, la encontraba aún más hermosa que una de ellas. La siguió. Entró en los vestuarios y fue hacia una ducha libre en la zona de los chicos... mientras el agua le caía pensaba en ella, en cómo narices le diría lo que sentía, y sobre todo "¿cuándo?".
Mientras, Carla rejuvenecía con la ducha tras aquel día extremadamente agotador. Salió con su albornoz blanco ante la risa de Vanesa.

-Te gané Carla... ¡eres un troll! jajajaja -dijo la chica partiéndose de risa.
-Ya lo se Vane... soy un troll, es verdad, he perdido -reconoció Carla que no estaba como para discutir esas vanalidades.

De repente, volvió a acordarse de Rodrigo. Cogió su ropa interior y se la puso con cuidado bajo el albornoz. Después se lo quitó y comenzó a vestirse: un pantalón rojo de licra, un chaleco largo blanco al que añadió un cinturón ancho y unas botas altas a juego.

-Ángel, yo ya me voy... nos vemos en la cena -le dijo Carla.
-Vale, allí nos vemos.

Terminó de peinarse el pelo mojado y salió hacia el Castillo. Ángel se acariciaba el pelo frente al espejo, que comenzaba a crecerle demasiado. Pero a él le gustaba, así que no se lo cortaría. Vió tras su reflejo cómo desaparecía Carla y cerró los ojos fuertemente "¡otro día más que no se lo has dicho!" pensaba, pero ya era tarde para eso. "¿Cuándo se atrevería a hacerlo?"
Al entrar, frente a las escaleras de la entrada, vió a Catalina. Fue hacia ella, hacía varios días que no la veía, que no la encontraba por ningún lado, hacía días que no hablaban.

-¡Catalina! ¡Eh, Catalina!
-¿Si? ¡Carla, hola! -le dijo la Oso.
-Oye ¿qué te pasa? Hace días que no nos vemos... ¿dónde andas? No hay quien te coja...
-Es que... tengo demasiados deberes... no puedo ni respirar -le contestó con una sonrisa que no convenció a Carla.
-En serio. Si te pasa algo, puedes contármelo ¿lo sabes verdad?
-Claro tonta. Ya lo se, pero de verdad, no me pasa nada.
-Vente al patio de atrás y hablamos -Carla la cogió de la mano y la llevó hasta el patio -Siéntate, anda -la invitó.

Catalina le hizo caso. No tenía escapatoria, no podía irse. Debía hablar con Carla, pero con mucho cuidado.

-A ver, cuéntame ¿qué te preocupa?
-Nada. Absolutamente nada, Carla -contestó Catalina reservada.
-Mira, si no quieres hablar te entiendo. Solo espero que sepas que si me necesitas, estoy aquí para ayudarte en lo que me sea posible -la tranquilizó Carla.
-Muchas gracias Carla, eres una verdadera amiga... pero no te preocupes, estoy bien.
-Entonces, no hay nada más de qué hablar... ¿vienes a buscar a Alejandra y Gabriela?
-Lo siento, no puedo... tengo cosas que hacer -le contestó.
-Está bien. Hasta luego entonces -y se despidió entrando de nuevo al Castillo en dirección hacia su Zona Común.

Alejandra y Gabriela se estaban vistiendo para la cena. Alejandra nunca se duchaba en los vestuarios, no le gustaba. Prefería hacerlo en el baño del dormitorio, por eso llegaba antes que Carla. Cuando ésta llegó, las dos estaban listas para bajar.
En la mesa de los Lobos, Joel, Nakor y Rodrigo estaban listos para salir cuando terminaran de cenar. Deberían esperar a que todos se recogieran en las Zonas Comunes, pero al menos, lo que llevarían en las mochilas estaba preparado. Comieron rápido y salieron del Salón antes de que las chicas entraran. Se encontraron en la puerta. Joel miró a Gabriela, Nakor a Alejandra y Rodrigo a Carla. Todos sonrieron a la vez y se saludaron con la cabeza. Las chicas entraron al Salón y los Lobos subieron a su Zona Común.

-Éstos están tramando algo -sentenció Gabriela.
-Gabi, déjalos en paz... no empieces con tus profecías -le decía Alejandra divertida.
-Estoy contigo Gabi -contestó Carla con los ojos medio cerrados -pero a nosotras no nos importa. Entremos a cenar, que me muero de hambre.

Las tres fueron a la mesa de los Linces y se hartaron de todo lo que pudieron comer.
Mientras, los Lobos estaban ultimando detalles: varitas, capas, brújula... todo estaba preparado.

-Habrá que esperar.... -dijo Nakor que se tumbó en la cama, seguido de los otros dos.

Tras dos horas, el Castillo estaba en silencio. Todos estaban en sus dormitorios... ya eran las doce de la noche, por lo que los Encargados estarían haciendo sus rondas. Rodrigo metió su varita en la capa de invisibilidad y se la puso por los hombros.

-Chicos, llegó la hora. Vámonos.

Salieron los tres, mirando para todos lados en la puerta. No había nadie. Se colocaron las capas y avanzaron hacia las escaleras. Primer tramo, segundo, quinta planta... y así hasta llegar a la baja, donde se encotraba la salida. Gracias a Morgana, no se habían encontrado con ningún Encargado aquella noche. Todo estaba demasiado tranquilo. El hechizo silenciador de Nakor de nuevo, y abrieron la puerta. Una vez fuera, pudieron respirar tranquilos.

-A ver, ya estamos fuera -dijo Rodrigo -Nakor, saca la brújula ¡vamos!
-Voy, voy... nada de prisas ¡eh! -dijo mientras la sacaba de la mochila.
-¿Y bien? ¿ahora para dónde vamos?
-Joder ¿qué le pasa? -Nakor estaba blanco -mierda, se ha estropeado ¡No funciona!
-¿Cómo que no funciona? No puede ser... a ver ¡pásamela anda!

Nakor le pasó el artilugio. Era verdad, la brújula no daba señales de vida. Estaba parada, inmóvil.

-¡A saber que le has hecho zoquete! -le dijo a Nakor dándole un manotazo en la cabeza.
-¡Ahh! Que duele... yo no le he hecho nada leches.
-Pues tendremos que ir sin la brújula... ¿recuerdas por dónde era el lugar en que viste a aquellas dos personas? -le preguntó a Nakor.
-Emm... creo que si. Era muy adentro del bosque... recto por este árbol -intentaba situarse Nakor.
-Bien, pues vamos.

Los tres caminaron por donde Nakor les indicaba, hasta que llegaron a un claro del bosque que estaba demasiado oscuro como para definirlo, pero Nakor era increiblemente bueno en orientación "¡Gracias a Merlín!".

-¡Shhh! Era aquí... no habléis fuerte, puede que estén cerca.

Rodrigo, a penas respiraba intentando escuchar algo. Joel hacía lo mismo, pero nada. Ni un solo ruido.
De repente... algo se oyó.

-.... vamos ¡vete! ¡Corre!
-No... me quedo...
-Haz lo que te digo....

El silencio se hizo de nuevo. Aquel susurro era el de una mujer, una chica, igual que el de la noche anterior. Pero Nakor no estaba seguro de reconocer la voz. Los tres cogieron sus varitas a la vez.

-¡Ahhh! ¡Mierda! ¡¡Quítate de encima!!
-¿Qué pasa? ¿¿Quién es?? -preguntaba Nakor que no podía ver nada a causa de la oscuridad.
-¿Estás bien? -preguntó Joel con la varita preparada.
-¡Lumos! -gritó Rodrigo, que estaba de espaldas tumbado en el suelo... y sobre él estaba ella.
-Joder ¿érais vosotros? -dijo la chica.
-Coño Julia... ¡¡¡Qué susto nos has dado!!! -le dijo Rodrigo encantado porque ella estuviera sobre él.
-Pues anda que a no... a mi... ¿Qué hacéis aquí?
-¿Y tú? -preguntó Nakor desconfiado.
-Pues... buscando algo que se me calló en el entrenamiento de quidditch -soltó Julia, era lo primero que se le vino a la mente -¿Y vosotros?
-Pues... Nakor, que se empeñó en buscar al fantasma de Alfonso -contestó Rodrigo saliendo airoso por poco.
-Pero chicos, es una leyenda... el fantasma de Alfonso no está por aquí -les dijo Julia -bueno ¿qué? ¿me ayudais a levantarme?
-Claro -dijo Joel, que le tendió la mano.

La chica se levantó de encima del pobre Rodrigo, que estaba tan sucio como un troll. Miró a Joel que le hizo un gesto con los hombros y después dobló la boca. Al parecer no le parecía tan mal haber estado con Julia tan cerca, a pesar de haberse manchado la sudadera.
Todos volvieron al Castillo bajo las capas: Julia y Rodrigo bajo la misma. Una vez en la sexta planta, Julia se despidió de ellos para dirigirse hacia la Zona Común de los Halcones. Los Lobos fueron a la suya.
En el dormitorio, Nakor no estaba demasiado tranquilo.

-No puede ser... Julia es la chica del otro día... la que tiene que llevar a cabo la misión encomendada -les dijo repitiendo las palabras que había escuchado la noche anterior.
-No digas tonterías Nak, Julia no es capaz de...
-¿De qué? ¿Acaso la conoces tanto como para afirmar eso? -le preguntó Nakor fuera de sí.
-Pues... no tanto pero..
-¿Ves? No sabemos si es ella o no... pero lo cierto es que estaba en el bosque, en el mismo lugar de la noche anterior....
-No, no me lo creo -sentenció Rodrigo -ella no sería capaz de hacer algo malo ¿verdad?