lunes, 22 de diciembre de 2008

Parejas para el rock&roll




Era extraño, pero a pesar de que no hacía más de un mes que habían llegado a la escuela ya estaban considerados como una de las parejas más populares de Salmanfortis. Obviamente no eran pareja, pero nadie lo sabía y nadie se planteaba que ellos, tan perfectos, reservados, guapos, raros y siniestros cuando estaban juntos, pudieran ser diferentes cuando estaban separados. Anne, que por lo general era simpática, extrovertida y dulce, se convertía en alguien seria, introvertida y distante. La chica perfecta para Edén. Él, por el contrario, siempre era así y por lo general era algo que le encantaba a todas en aquel lugar. Por eso no era raro que en la última semana estuviera rodeado de lechuzas allá a dónde iba.

-¿Qué te parece? –le preguntó Edén.
-¿Te refieres a que estés todo el día rodeado de lechuzas a pesar de ser “el nuevo”? ¿O al hecho de que aún no hayas escogido ninguna? –rió ella entre dientes al ver su cara de desagrado cuando mencionó la idea del baile.
-No iré a ese estúpido baile, olvídalo ¿quieres?
-No puedo olvidarlo, ¡solo quedan dos semanas! Será estupendo, ¿recuerdas las de nuestra escuela? ¿Cómo serán aquí?
-No lo sé, pero tampoco me importa. En el último al que fui, la chica a la que invité se piró con un estúpido Gryffindor y me pasé el resto de la noche bebiendo ponche para olvidar el plantón de esa maldita…
-¿Te gustaba? Ella, quiero decir.
-Sí, pero no me importa, ya lo he superado. Aunque aún recuerdo sus ojos y su pelo castaño, su olor, su cuerpo… ¡Pero en fin, eso pasó! Y ahora estamos aquí. No iré a ese estúpido baile, no podrás convencerme.
-Mira, lo cierto es que no tengo con quién ir, así que me quedaré contigo si quieres.
-Estupendo. Podríamos mirar cómo baila el resto… en serio, no quiero que te quedes por pena.
-¡Nada de eso! Podríamos bajar a la cocina, “tomar prestado” algo de comida y hacer nuestra propia fiesta en algún lugar del castillo, solo nosotros dos. ¿Qué te parece?
-Si tú quieres…
-Decidido. Buscaré algún lugar en el que no nos molesten –sugirió Anne sonriéndole, decidida a pasar un buen rato con su compañero de escuela.

Era raro, pero era la primera vez que Edén se mostraba tan cercano. Nunca le había hablado de sí mismo, de su vida o de esa chica. Debía haberle hecho mucho daño para que no quisiera ni oír hablar de la fiesta en el castillo. Al parecer también tenía sentimientos… pero nunca los había querido mostrar, hasta ahora. Anne se sentía en este momento mucho más cerca de él que nunca y tenía que ayudarle a superar su pena, tendría que enseñarle el modo de volver a ser él mismo. Estaba claro que era así por sus malas experiencias pero ella le demostraría que la vida podía ser bella y que tenía que seguir viviendo con ello a su espalda.



En la lechucería reinaba el silencio. Solo el sordo ulular de los animales rompían la calma cuando Alejandra entró en busca de la suya, que bebía en un pequeño abrevadero situado en lo más alto de la pequeña torre. Subió la escalera y allí la encontró, en el borde bebiendo agua fresca. Se acercó a ella despacio.

-Lola, tengo un encargo para ti. Tienes que llevarle esto a Mario.

La lechuza asintió como si entendiera lo que tenía que hacer y una vez Alejandra le hubo sujetado el pequeño sobre en una de sus patas, alzó el vuelo y salió por la ventana más cercana en dirección al castillo. La chica suspiró y bajó las escaleras para volver con sus amigas.




¿Supuestamente habían cortado? Se sentía rara, como si no estuviera en su cuerpo, sino fuera de él mirando todo lo que le sucedía desde otro plano. Otro punto de vista, pero igual de triste. Le estaba haciendo daño a Ángel y eso era algo que no podía soportar... era demasiado bueno. No le merezco susurraba por los pasillos mientras deambulaba de un lado a otro sin un camino fijo. Y de repente.....
-¡Auh! ¡Mira por dónde...! ¡¡Joder!! -aulló sujetándose el brazo.
-Lo siento... no te había visto y.... -respondió ella mirando al suelo con los ojos encharcados en lágrimas.
-¡Oh, vaya! Tranquila, no pasa nada. Me repondré. He salido de cosas peores. -dijo el chico con una gran sonrisa -¿Estás bien?
-Lo cierto es que no. Pero tranquilo, he salido de cosas peores -intentó ironizar Carla cuando alzó la vista para ver el rostro de Tomás -Ah, eras tú... -estupendo, el perrito faldero de Julia. Lo que faltaba para completar el día.
Carla intentó esquivarle para seguir caminando cuando él le cortó el paso.
-Perdona, no quiero ser entrometido, pero si te pasa algo puedes contármelo.
-Claro, ¿por qué no contarle mis problemas al mejor amigo de Julia? -le soltó ella matizando las palabras mejor amigo. Sabía lo que había entre ellos desde hacía tiempo... y a decir verdad, no sabía por qué no se lo había dicho a Rodrigo. Debo ser gilipollas, definitivamente.
-Mejor... amigo... ¿A qué te refieres? -inquirió Tomás nervioso.
-Mira, déjalo. No estoy de humor...
-Julia y yo... ella y yo somos...
-¿Amigos? Vamos, Tomás. Eso se lo podrás decir a otro. Sé lo que sois, sé que os veis a escondidas, a espaldas del pobre Rodrigo. ¡Os vi!
Tomás la cogió del brazo para sujetarla. Tenía que hacer algo, esa chica sabía su secreto y aún recordaba las palabras de Julia: Si alguien sabe lo nuestro, tendré que dejarte, porque no puedo permitir que lo mío con Rodrigo termine ¿entiendes?. Le apretó con más fuerza y la atrajo hacia él, sujetándole ahora los dos brazos.... El corazón se aceleraba.... la respiración al mismo tiempo, dando los mismos latidos. En los oídos se escuchaban acelerando, fréneticos. En el aire solo una melodía, la del olor de su cuerpo mientras la sujetaba.

No hay comentarios: