Camino a Salmanfortis

Desde que nació, notó que era especial. Algo pasaba dentro de ella.... Sus primos decían que hacía cosas anormales, pero para Carla, todo eso era natural. Podía hacer cosas, que sus amigas no podían, y eso lejos de asustarla, le encantaba. Hacía ya cinco años desde que recibió la carta donde se le comunicaba que había sido admitida en Salmanfortis. Al principio, no sabía qué era aquello, incluso sus padres se asustaron al ver la carta oficial de la escuela. Pero el mismo dia, apareció delante de la puerta de su casa la directora, la señora Berta Almaraz. Sus padres, eran lo que se conocía como muggles o mejor dicho, gente no mágica. Por eso no entendían como Carla podía ser bruja. Nunca habían oido hablar sobre esta escuela, y no era extraño, pues, como la directora les explicó, la gente no mágica, no podía verla. Era un secreto de relevancia internacional el ocultar la existencia de los magos.
Y allí estaba, esperando el tren que la llevaría de nuevo a Salmanfortis, el castillo ubicado en Salamanca. Era un largo viaje desde la playa del suroeste español.
Carla vivía en una casita desde la que se veía el mar, en la playa de Punta Umbría. Tenía la costumbre de pasarse las horas y las horas delante de la ventana que daba a la playa, mirando las olas....
A lo lejos, se escuchaba el vapor del tren, que ya venía a recogerlos para llevarlos a la escuela. La estación, cerca de Gribraleón, era una antigua estación contruida en el período franquista, y que ahora estaba en desuso.... perfecta para alejar a los muggles. Tenía gran cantidad de hechizos protectores anti-muggles, por lo que ellos no podían verles.
La estación estaba llena de gente: padres ilusionados ante la nueva noticia de que sus hijos irían a una escuela de magia, aquellos a los que no les cogía por sorpresa, pues pertenecían a un largo y antiguo linaje de magos con sangre pura, y sobre todo alumnos. Alumnos nerviosos, que llegarían por primera vez a aquel misterioso castillo donde reinaba la magia, y otros, con experiencia en esto de coger el Vapor, pues estaban en cursos superiores y cambiaban los nervios por la felicidad de empezar otro curso, ver a sus amigos, seguir con sus clases, aprender.... era estupendo estar alli.
Los chicos despedían a sus familiares mientras subían al Vapor, con sus baúles y sus mascotas. El tren era lo bastante grande como para albergar a todos los alumnos, con compartimentos que lo dividían. Y como no, uno para los encargados de cada curso.
Antes de despedirse de sus padres, que como no, les dijeron que les llamara si necesitaba algo, Carla cogió sus cosas recordándoles que no podía llamarles, sino que les enviaría su lechuza.

-Todos los años igual, mamá, os borran la memoria, ¿o qué? -les dijo bromeando.
-Hija, nunca me acostumbraré a esto... -le respondió sonriendo.

Tras escuchar a su madre, se subió al Vapor arrastrando su baúl y la jaula de Indra, su lechuza parda. Los arrastró buscando un compartimento libre, pero ya casi todos estaban ocupados.... Al final, encontró uno en el que había un chico. No le había visto nunca.... o eso creía.

-Hola... ¿puedo entrar? Están todos ocupados... -le dijo al desconocido.
-¡Claro! pasa, por favor -le respondió haciendo un movimiento con la mano para que se sentara.
-Gracias. Me llamo Carla ¿y tu eres....? -preguntó.
-Mi nombre es Rodrigo -respondió el chico.
-¿De qué casa eres? Yo soy de los Linces -dijo Carla.
-Pues yo soy de los Lobos -respondió sonriendo.
-Vaya.... parece que somos rivales.... -dijo la chica.
-Claro que no, eso es una tonteria.... yo no pienso de esa forma... las diferentes casas solo nos separan según nuestras cualidades, pero nada de rivalidades. Al menos, esa es mi forma de verlo -le dijo Rodrigo.
-Me encanta tu forma de pensar, Rodrigo.
-¡Gracias! Y.... ¿en que curso estás? -preguntó el chico.
-Voy a sexto, ¿y tu?
-A sexto también -respondió sonriendo.

Pasaron varios minutos mientras hablaban y seguían subiendo alumnos al Vapor. Los chicos y chicas iban de arriba para abajo buscando algún hueco donde poder instalarse en el viaje hacia el castillo, mientras se reencontraban con sus amigos, reían, cuchicheaban sobre lo ocurrido en el verano o simplemente, pasaban en silencio buscando con quien hablar en su primer curso.
Así, la puerta se volvió a abrir. Una chica se asomó al compartimento.

-Hola ¿se puede? -preguntó con aire sonriente.
-¡¡¡¡Julia!!!! -gritó Carla, que se levantó en seguida para saludar a su amiga Halcón.
-¡¡¡Carla!!! Hola amor, ¿como estás? ¿qué tal te ha ido el verano?
-Ejem.... hola -dijo Rodrigo que se sentía invisible.
-Hola.... perdón, que mal educada soy... me llamo Julia ¿y tu? -le dijo la chica a Rodrigo estirando la mano para estrecharla.
-Este... -Rodrigo no sabía qué hacer... el era un sangre pura, no tenia ni idea sobre los saludos muggles, pero supuso que debía estrechar la mano -hola Julia.
-Si... asi.... -le dijo Julia -¿no me digas que eres un puro?
-Así es, Julia -respondió el chico, que no entendía por qué el asombro.

Julia se sentó a su lado mientras lo miraba con fascinación. Rodrigo, por su parte, intentaba esquivar la mirada de Julia, porque no entendia nada. La chica no conocía a ningún sangre pura, para ella eran algo fuera de lo común, pues estaba claro que estaban desapareciendo desde el Decreto de Prohibición de la No Mezcla de Linajes. Los sangre pura casi eran una reliquia.... todos los magos tenían sangre mezclada, con gente no mágica.
Y allí estaba Carla, alucinada ante la revelación de Rodrigo... pero sobre todo, flipando con la actitud de su amiga Julia, que parecía que había encontrado un resto arqueológico de gran valor, mientras el chico las miraba algo asustado.
"Pobre.. " pensaba Carla, que estaba viendo la que se le venía encima a aquel chico... cuando Julia cogía a alguien por banda no lo soltaba.... ¿Cómo será este nuevo curso en Salmanfortis?
Sin duda, interesante.