domingo, 13 de abril de 2008

Nubes grises, nieve y fuego






Todo se balanceaba. Lentamente. Despacio. Abrió los ojos y ya no estaba en la habitación de las Linces, no podía ser porque no recordaba que el techo tuviera estrellas. Las más brillantes y cercanas estrellas que había visto jamás, incluso en su añorada playa. Levantó la mano con los ojos entrecerrados intentado tocarlas porque realmente parecía que pudiera alcanzarlas. Pero no. No pudo.
Poco a poco se levantó, confusa por no saber dónde estaba. ¿Había salido del Castillo y no se había dado cuenta? ¿Quién la había llevado allí?
La sorpresa fue aún mayor cuando al sentarse por completo, comprobó anonadada que estaba en una barca, en medio de un río de color negro azabache. Parecía no tener fondo, e instintivamente se agarró con fuerza a los bordes del pequeño bote. ¿Qué hago aquí? No puede ser... Estaba en la habitación, en mi cama... creo...
Miró a su alrededor asustada, sin ver nada, ni una sola luz que indicara un camino a seguir, solo la luz de las enormes estrellas. Tengo que hacer algo. Y se asomó por el borde de la barca, pero nada. En el agua no se reflejaba nada, ni siquiera las estrellas. Asustada se puso a llorar. Esaba perdida, perdida.....



-Perdida.... ¡Perdida! -se despertó sobresaltada, sudando y jadeando en la cama de la habitación donde se había quedado dormida comiendo chocolate.

Por toda la cama quedaban rastros de él: pastillas aún sin comer, el papel que lo envolvía de color celeste con dibujos de unos animalitos peludos en movimiento, y algunas pasas rojas regadas por la manta de la cama. Gracias a Dios, las cortinas aún estaban echadas, pero Carla no estaba segura de que las chicas no la hubieran oido. Con el grito que había dado, la habrían oído hasta debajo del lago termal. Gilipollas....
Se destapó despacio para abrir las cortinas y comprobar que todo estaba en orden. De rodillas en los pies de la cama, cogió con cuidado donde acababa una de las cortinas pegada a la siguiente y la abrió lo más despacio que pudo. Nada. Todo en orden. Gabriela en su cama, como siempre durmiendo con su pequeño antifaz "de otra forma no puedo dormir" solía decir. Alejandra, boca abajo, como cada mañana, con las sábanas revueltas y recolgando por un lado de la cama. Uff... por poco....
Decidió levantarse de la cama para darse una ducha que la refrescara antes de bajar a desayunar. Su sorpresa fue mayúscula cuando al asomarse por la ventana antes, sus ojos vieron el paisaje más hermoso y más blanco de toda su vida. Nieve. Al fin nevaba en Salmanfortis.




En la habitación de los lobos, tanto Rodrigo, Nakor como Joel aún dormían. Se habían pasado la noche charlando de las chucherías que habían traído, de quidditch y como no, de chicas. Un tema que desde hacía varios días no los dejaba indiferentes.... a excepción de Joel, que aunque más reservado, les había confesado a sus amigos que había un chico. Pero eso sí, no les había dicho quién era. Soportar sus presiones, amenazas y extorsiones -que solían estar dedicadas a pensar alguna forma de vengarse cuando supieran su identidad- había sido la tarea más dura que había aguantado jamás. Pero había logrado salir indemne de la prueba de fuego.



A penas unos rayos de luz. Ya había amanecido y en la habitación de los Osos donde dormía Catalina comenzaba a emanar una tenue luz proviniente de la ventana más cercana por la que entraban los primeros rayos dándoles los buenos días.
Pero era sábado y no tenía costumbre de levantarse temprano los fines de semana, al contrario que el resto de sus compañeras. Con un gesto de la mano, hizo que se corrieran las cortinas para sumirla de nuevo en la más absoluta oscuridad y como no, seguir durmiendo.




Ella, por el contrario, siempre se levantaba temprano. A menudo para las clases, a veces sin motivo. Otras veces simplemente no se sentía a gusto en la cama y le empezaba a doler la cabeza si se pasaba de hora. Resultado: madrugaba todos los días. Algunos buscaba a Rodrigo, la mayoría buscaba a Tomás. Pero la pregunta que se hacía a todas horas siempre era la misma "¿Por qué narices estoy saliendo con Rodrigo?" Y su respuesta siempre era la misma "Tengo, TENGO que hacerlo" convenciéndose, cada día con más fuerza, de que era lo que debía hacer.
Las palabras de Alora retumbaban en su cabeza todas las noches al irse a la cama, en la que casi siempre acababa llorando:

Un sangre pura sembrará el caos en el colegio,
intentando hacer daño tanto a la propia Escuela como a los alumnos de las diferentes Casas.
Solo la persona a la que ama podrá devolverle al buen camino guiándole por la senda de la luz.
Para así acabar con la oscuridad que se cierne sobre el futuro de las Cinco Casas.

Aún recordaba el gesto de la antigua profesora al pronunciar la profecía.... las pupilas diltadas, la mirada fija en algún punto que ella no lograba vislumbrar, la voz... esa voz de ultratumba que ponía los pelos de punta.
Cada vez que lo recordaba se le erizaban los vellos de la nuca.
"Un sangre pura sembrará el caos en el colegio.... solo la persona a la que ama podrá devolverle al buen camino...". Cada día pensaba en esa frase. No había pensado en otra cosa desde que regresó a la escuela. Porque si resultaba que Rodrigo era esa persona, ella tenía que hacer algo para evitar a toda costa que destruyera Salmanfortis.
La mayor parte del tiempo afrontaba su carga con resignación, después de todo, Rodrigo no era ni mala persona -de momento- ni feo del todo. No. Era guapo, había que reconocerlo. Pero a pesar de todo, ella estaba perdidamente enamorada de Tomás y por eso todo este asunto era más complicado.
Lo único que le aterrorizaba es que Tomás se cansara de esperar a que dejara a Rodrigo, que se cansara de ella y de sus negativas a estar con él únicamente. No podía hacerlo. Si ese momento llegara, no sabría qué camino elegir, aunque si por ella fuera estaría para siempre con Tomás, su amor, su ÚNICO amor.




Andrés por el contrario ya estaba despierto, duchado, vestido e iba de camino hacia el Salón. Se había despertado con demasiada hambre a saber por qué, ya que por la noche había cenado como si le fuera la vida en ello. Pero no importaba. Se había acostado temprano aprovechando que sus compañeros de habitación se habían quedado en la Zona Común jugando un torneo de ajedrez mágico entre todos los Delfines, en el que no tenía ganas de participar. Pero para variar, un madrugón en sábado le daría infinitas posibilidades....




Ángel ya estaba desayunando cuando Andrés entró por la puerta. Éste le saludó con la cabeza y aquel hizo lo mismo con la mano. Estaban en diferentes casas pero se conocían de los partidos de quidditch. Los jugadores de las distintas Casas siempre hacían cosas juntos, como partidos amistosos, entrenar cerca, ver las jugadas del resto de equipos, y cosas así.



A pesar de que aún eran las nueve, el Salón no estaba lo que se podría llamar vacio. Alrededor de las cinco mesas se disponían alumnos desayunando y riendo con algunos compañeros que pretendían hacer una excursión por el bosque, otros que junto con pergaminos y plumas desayunaban haciendo los deberes, algunos estaban sentados con ropa de abrigo llenos de nieve fresca después de haber salido a disfrutar de la recién reposada y fina nieve, otros no tramaban nada bueno... Si no llega a ser porque estaban dormidos, en ese último grupo hubieran estado "los Lobos".




Cuando por fin se despertaron, tanto las Linces como los Lobos bajaron a zancadas, saltando de tres en tres las escaleras que llevaban a la entrada del Castillo. Ni Carla, ni Alejandra, ni Rodrigo habían visto la nieve. Nunca. Jamás. Y cada caño ese espectaculo se grababa en sus retinas hasta que llegaba el año siguiente, la siguiente nevada. Con seguridad, en tres meses acabarían hartos de nieve, sobre todo por el frío que la acompañaba. Pero la primera, la disfrutaban como críos, como si fuera la primera vez que la veían en su vida -ya que vivían en lugares que jamás, ni por un descuido nevaba- como si fuera la última vez que la verían. Detrás de ellos tres, Gabriela, Joel y Nakor se ponían las manos en la frente en señal de estan todos locos como cencerros. Joel se apoyó en la balaustrada de entrada al Castillo con los brazos cruzados.

-¿Qué os parece esto? pss....
-Son como críos -Gabriela puso los ojos en blanco.
-Todos los años igual.... hay que ver.... -Nakor también se había sentado, pero en las escaleras de la entrada.

Los tres miraban a los chicos que se tiraban bolas de nieve, o se tiraban al suelo haciendo ángeles con los brazos y als piernas bajo las incrédulas miradas de sus amigos.
Rodrigo, cansado de los comentarios de Nakor acerca de que si fueran mas tontos serían trolls, hundió las manos en la nieve e hizo la bola más grande que pudo con el diámetro de los guantes impermeables, para después estampársela en la cara a Joel, porque por desgracia, Nakor había visto sus intenciones y la había esquivado justo a tiempo.

-¡¡Joder!! ¡¡Rodrigo, te mataré!!!

Y Joel corrió hacia donde estaban para hacer lo mismo.

-¡Qué cojones? Yo también me apunto ¡¡¡Os vais a enterar!!! -cogió la nieve que descansaba entre los escalones y se la tiró a Gabriela.
-¡¡Serás cabronazo!! ¡¡¡Ahora verás!!!


La mañana pasó entre juegos con bolas de nieve, trineos mágicos y muñecos helados con las caras de los profesores. Entre miradas fugaces de cuatro de ellos y prometedoras sonrisas tanto de Lobos como de Linces. Gracias a Hécate Joel no se dió cuenta -o si lo hizo, disimuló perfectamente-, pero gabriela.... Gabriela siempre, siempre iba más allá.
Pronto llegó la hora del almuerzo y con tanto ejercicio los chicos tenían el estómago tan vacio como una bolsa para atrapar Pringcous. A las dos justas decidieron ir a almorzar, ante la insistencia del estómago de Nakor.

-Está bien, Nak.... ¿nadie te ha dicho que eres pesado de cojones? -Rodrigo intentaba quitarse la nieve de encima.
-Si. Tú mil veces pero me la suda -le apareció un brillo en los ojos cargado de travesura.
-Si te lo digo es porque lo eres. Ya vamos, así que cállate la boca.

Alejandra soltó una risita, y Nakor la miró con una sonrisa arrebatadora.

-Lo tengo controlado ¿lo ves? Siempre hace lo que yo quiero. Menos en la cama, que entonces soy yo el que le hace caso en todo.... es que me gusta ser el sumiso ¿sabes?

La boca abierta de Alejandra y sus ojos como platos lo decían todo. Maldito cabrón. No podía cerrarla aunque quería hacerlo. Lo que acababa de decir era.... ¿coña, no?

-Joder Nak, ¡no cuentes nuestras intimidades! Es de mala educación hablar de nuestra vida sexual delante de la gente.

Y ahora fue Carla la que abrió la boca de par en par mientras se le aceleraba el corazón.

-Eso es... ¿coña verdad?
-No, nos encanta acostarnos juntos ¿por? -respondió Rodrigo con una carcajada.

Las dos soltaron un gritito casi inaudible a la vez. Fue entonces cuando Joel se dio cuenta de lo que pasaba. Rodrigo y Nakor.... simplemente entraron al castillo bajo la mirada de las dos chicas, riéndose como nunca, abrazados por los hombros mientras Nakor le daba empujones, y Rodrigo intentaba esquivarlos.

-Fli-po.
-Carla, cierra la boca o te entrarán Saxems.
-Joder Gabi, ¿has escuchado eso?
-Están de coña tia...
-¿Seguro?
-Seguro -contestó Joel que había visto la escena completa, y sonreía con los ojos. -Os puedo asegurar, que esos dos son tan heterosexuales como un buscador de madera para varitas. -se dió la vuelta y entró al castillo en dirección al Salón sonriendo y mirando hacia atrás.
-¿Qué cojones ha querido decir con eso? ¿Lo sabéis? -Alejandra flipaba.
-A saber.... ese tío es raro de cojones -le respondió Carla.
-Pero tiene más razón que un santo -les dejó caer Gabriela y también entró.
-Aunque... ¿de qué hablamos? Esta también es tela de rara.

Y riéndose ante el comentario de Alejandra, las dos entraron por último directas a almorzar junto con sus amigos. Tras una suculenta comida, todos volvieron a las Zonas Comunes para descansar.



Al llegar la tarde, las chicas decidieron separarse.

-Yo tengo que estudiar -soltó Gabriela.
-Yo iré a la biblioteca, aún no he hecho la redacción sobre el encantamiento Procotor y es para el lunes. -sentenció Alejandra.
-Vaya dos.... está bien. Yo me iré a dar una vuelta. O quizá me bañe en el cuarto de baños de Encargados del sexto piso. Total, allí nunca va nadie.
-Ten cuidado Carla. Cierra la puerta con la varita y haz un encantamiento Sellador para que nadie pueda abrirla.
-Tranquila Gabi, estaré bien -le guiñó un ojo.

Carla prometió que lo haría. Tras eso, las tres salieron de la Zona Común en diferentes direcciones.
Alejandra recogió sus pergaminos y su pluma, los metió en su bolsito de cuero color lavanda y salió en dirección a la biblioteca. Gabriela cogió de encima de su baúl "Adivinación para Adivinadores" y con una bolsa de lagartijas de sabores, enrollada en una bufanda amarilla que caía más que el abrigo negro que llevaba puesto, salió por la puerta de la Zona Común en dirección hacia el lago termal. Era el único lugar en el que se podía estudiar estando al aire libre, porque con seguridad estaría exento de nieve gracias al calor que irradiaba alquel lugar.
Carla por el contrario, cogió ropa limpia, jabón de canela hecho por elfos y una toalla tan grande que podría envolver a dos personas. Antes de irse recordó las palabras de Gabriela y volvió a por la varita. Después bajó las escaleras de los dormitorios y salió de la Zona Común en dirección al sexto piso donde se encontraba el abandonado baño de Encargados.
Cuando entró, estaba vacío, como había supuesto. Suspiró al ver la gran bañera redonda y enorme. Dejó la ropa en una balaustrada que acompañaba a las escaleras para llegar a la bañera y admiró el lugar. Siempre impresionaba la luz que entraba por el hueco al aire libre que se abría en el techo y por el que, mediante magia no entraba ni una pizca del frío polar del exterior. Todo era de un blanco lácteo, casi virginal. No se podía explicar la sensación de paz que daba esa visión. Extasiada, bajó las escaleras y abrió los grifos en forma de perfectas "S" que se situaban encima de la bañera. Se llenaba con rapidez, así que se desvistió. Cuando acabó de quitarse la ropa, ya estaba llena. Se metió y apoyando la cabeza sobre el borde, decidió relajarse lo que quedaba de tarde.



Había olvidado su pluma de ninfa. Estaba seguro que la tenía cuando estaba haciendo los deberes en al biblioteca, así que corrió bajo la esperanza de encontrarla caída en el suelo. La biblioteca estaba a punto de cerrar y debía darse prisa si quería recuperarla antes o el lunes tendría que escribir con una de las antiguas a las que tanto odiaba. Los chicos que caminaban en dirección contraria pasaban a toda velocidad, borrosos incluso. Más, más rápido. Dobló la última esquina y...


-¡¡Auchhhh!! ¡¡¡Ay!!!
-¡¡¡Joder!!!! ¿Qué cojones....?

Levantó la mirada y.... dios, ¡no puede ser! Encima suya estaba Alejandra. No sabía cómo, pero había chocado con ella al doblar la esquina, resbalando. Casi la destroza.

-¿Estás bien? Lo siento, no era mi intención, disculpa... -Nakor no sabía como disculparse.
-No te preocupes, estoy bien -Alejandra obviamente NO quería que se disculpara.

Al fin lo tenía cerca y era mucho mejor de lo que había imaginado. Estaba encima suya. A menos de un plamo de distancia sus ojos, su boca, su dulce pero terriblemente perversa mirada. La travesura en sus labios, dibujada por pintores flamencos. Qué labios, dios mío. Debe ser pecado besarlos. La mente de Alejandra volaba sin alas, recorría el castillo y volvía a ese instante visto desde afuera. Su corazón, él sí, estaba desbocado. Su conciencia le dictaba que le besara, pero debía ser prudente.
La cara de Nakor, era un poema. Por un lado asustado, boquiabierto, colorado. Por otro, le brillaban los ojos como nunca, y su paladar había comenzado a salivar como si tuviera delante un dulce de chocolate al que se comería de un solo bocado. ¿Qué cojones.... ? Para su sorpresa, no pensó en Catalina en ese momento. Es más, no se había acordado de ella en todo el día. Y por un segundo se sintió culpable.


-Perdona, no me di cuenta de que estabas...
-Yo si que lo siento.... -Alejandra se levantó, no sin pensarselo dos veces y le tendió la mano para ayudarle a levantarse.
-Gracias -respondió él y recogió del suelo las cosas de Alejandra antes que las suyas -toma, lo siento, de verdad que lo siento.... iba a buscar mi pluma, se me ha olvidado en la biblioteca.
-¿Te refieres a esta? -la sacó del bolsillo de su bolso morado y se la enseñó. Los colores de la pluma brillaban bajo la luz de la ventana cercana -estaba en el suelo de la biblioteca, así que la cogí para dejársela a Alizia por si alguien la reclamaba.
-¡¡¡Gracias!!! ¡Me has salvado la vida!
-Tampoco tanto.... he salvado tu pluma nada más -Alejandra le sonrió, pensando de momento, Nakor.
-¿Ibas hacia la Zona Común?
-Si, ya he acabado de hacer los deberes...
-Te acompaño, ¿qué menos para agradecerte que recogieras mi pluma?
-Vale.

Y con una sonrisa, le acompañó hasta la puerta.




Gabriela, pasó toda la tarde estudiando bajo una pequeña haya al lado del lago termal acurrucada con las piernas sobre el pecho y el libro encima de sus piernas. Al atardecer, decidió volver al Castillo antes de que anocheciera. Pero en el justo momento en que se levantaba para irse, Andrés le cortó el paso bajo la atónita mirada de Gabriela.

-Hola -sonrió el chico.
-Ho.... la... ¿Qué haces tú....
- ....aquí? Supongo que lo mismo que tú. Escapar del bullicio de la gente para poder estudiar en paz. Es una lástima que ya ni en la biblioteca se pueda. Al menos yo no me concentro allí, y por lo que veo, tu tampoco.
-Si... o sea, no. Es decir, es verdad. He venido a estudiar porque aquí estoy más tranquila.

No podía mirarle a los ojos. Era superior a ella, sabía que se ponía colorada nada más mirarle, contra más si hablaban. Por eso miraba al suelo, siguiendo con los ojos a un par de bichitos que andaban entre la hierba.

-¿Son más interesantes ellos que yo? -le dijo cuando se dió cuenta de lo que miraba.
-¿Qué? ¡No! ¡¡Claro que no!! -más colorada aún.
-Mírame.

Ella le hizo caso. Levantó la vista lentamente, recorriendo su cuerpo, desde los pies a la cabeza. Se percató de que tenía la corbata desabrochada y la camisa abierta un par de botones, por donde se veía su sudoroso pecho a causa del calor. Diossss.....

-Te ví. Estabas el día del Patronus ¿verdad?
-¿Qué... ? -estaba atónita - este... si.
-Lo sabía.... -y después de pensarlo un segundo le preguntó -¿Quieres venir a cenar conmigo?

Gabriela estaba blanca, patéticamente asustada, aterrada, descontroladamente colorada después.

-Yo...
-Bueno, si no quieres, no te puedo obligar.
-¡¡Claro que quiero!! -joder, dime que no he dicho eso.
-Genial entonces.... ¿vamos?
-Em.... -lo he dicho -vale....

Mientras Gabriela llevaba el libro entre los brazos, Andrés se atrevió a pasarle la mano por el hombro. Gabriela no se lo cría. Volaba. La vuelta al Castillo fue demasiado corta. Extremadamente corta.




Carla llegó a la Zona Común tan relajada que al meterse en la cama no podía dormir. Una vuelta, dos, tres, veinte. Al final decidió hacer algo. El lago... no estaría mal. Salió de la cama dejando las sábanas revueltas, cogió el bañador y se lo puso, una toalla, un abrigo, la varita y la capa. Se la puso y salió por la puerta de la Zona Común. Llegó hasta la puerta del Castillo sin problemas -no sin encontrarse a un par de Encargados haciendo la ronda- y salió en dirección al lago. Las huellas de sus pies se clavaban en la nieve, pero no importaba porque no había nadie fuera. Aligeró el paso hasta llegar. No había nadie. Dejó las cosas encima de la arena, incluído el bañador y con la varita hizo aparecer un par de luces fatuas -un hechizo que había conseguido hacer en segundo-. Antes de nada, aspiró el aire caliente, en busca del olor a sal, pero no lo encontró. No estaba en su playa, sino en Salmanfortis, y aquel agua era dulce, mineral, caliente. Nada que ver con el agua salada del mar.
Con un nudo en la garganta se metió en el agua, tan tibia que la animó enseguida. Buceó hasta el fondo, que podía verse con claridad gracias a la luz que emanaba su hechizo. Después nadó hasta el árbol que se situaba al final del lago, donde acababa cortado por las montañas ahora nevadas.
No pudo evitar recordar el día en que se encontró con Rodrigo por primera vez en ese mismo lugar. Miró las estrellas, las mismas que estaban presentes aquel día.
De repente, un suave chapoteo la sacó de sus cavilaciones.
Alguien había entrado en el lago. La habían seguido, estaba claro, por lo que seguramente la castigarían. Se echó hacia atrás, contra la pared que formaban las montañas bajo el gran tronco del árbol.


-¿Hola?

Silencio.

-Estás ahí, lo se. Eres tú. Has vuelto a este lugar.

Joder, era Rodrigo. ¡¡Rodrigo!! Decidió contestarle. Deseaba contestarle y lo hizo.

-Si, estoy.
-¡¡Lo sabía!! Decidí venir. Vi tus huellas en la entrada del Castillo, y tu ropa en la orilla. No eres una ninfa, ni ningún otro ser mágico ¿verdad?

Mierda, mierda ¡mil veces mierda!

-¿Tu qué crees?
-Que eres real.
-Pues.... -no podía negárselo, sería peor -pss.... tienes razón. Vivo en el Castillo.
-¿Quién eres?
-Eso no puedo decírtelo. Lo siento.
-¿Por qué?
-Porque no.
-Está bien, ¡está bien! Espera no te vayas.

Carla había intentado salir del tronco, pero no podía escapar, los fuegos fatuos revelarían su identidad. Joder, y la varita está en la orilla.... ¡Si la ha visto estoy perdida!

-¿Qué quieres?
-Pasar un rato contigo. Me da igual no saber quién eres....

Dios... era tan.... tan.... ¡perfecto! Y ¿por qué no? Estaban a solas ¿no?

-Está bien... -accedió mientras dejaba que Rodrigo se acercara.

Estaba excitado ante la idea de volver a acariciar esa piel, tan suave como debía serlo la luna, y ¿por qué no? besar de nuevo esos labios tan esponjosos y gruesos y dulces... con sabor a canela si no recordaba mal.
Rodrigo se sumió en la oscuridad del árbol y se acercó más a ella, más, aún más. Apoyó las manos en la pared de roca con ella entre sus brazos, contra su pecho, rozándola con los músculos de los brazos. Levantó una mano, le rozó el hombro izquierdo. La mano derecha se dirigió después hacia los labios... quería tocarlos antes de besarlos, lamerlos antes de morderlos. Probarlos una y otra vez. Ella gimió, y en la oscuridad Rodrigo sonrió: Eres mía.
Tuya, tuya, solo tuya pensó. Lo era, claro que lo era. Desde el primer día que lo vió. Siempre.

-Quiero que lo seas de verdad. Solo mía.
-¿Có... mo... ?
-Aquí y ahora.... mía.
-Tu... ya... ?
-¿No quieres?

Uo, uoo, uoooo. Esto iba demasiado deprisa para ella. No estaba preparada. Además, ¿no se suponía que quería a Julia? No podía hacerlo.

-¡No!
-¿No?
-No.... claro que no.... No así, no ahora.

Se soltó como pudo de sus brazos y se metió bajo el agua. No sabía cómo, pero buceó hasta la orilla y salió lo más rápido que pudo. Se puso el abrigo y los zapatos, nada más -y nada menos- y corrió hasta el Castillo dejando a Rodrigo en el lago. Confuso, sudando a pesar de estar en el agua, rígido y sin palabras.
No puede ser, no puede ser ¡¡Soy gilipollas integral!! Rodrigo era para mi sola ¿¿¡Se puede saber por qué soy tan tonta!??






Quizá la respuesta la tuviera a la vuelta de la esquina, dentro del castillo. Corriendo entró bajo la capa. No le importaba se le veían. Pero se paró en seco al entrar. No podía creer lo que estaba viendo. ¡Era imposible! ¡¡¡Julia!!!! con ¡Tomás!
Se estaban besando en medio de la entrada.

-Aquí no Tomás.

Ella le arrastró de la mano hasta una zona a oscuras cerca de la puerta de un escobero. Le volvió a besar, entre gemidos y suspiros de los dos. Más besos, lametones, mordiscos, labios, saliva, caricias a oscuras...

Carla no podía verlo. Era superior a ella. Pensaba en el pobre Rodrigo, en cómo él la había dejado a ella para irse con Julia porque la amaba.

-Cabrona... -susurró.

Julia pareció notar algo.

-Shhh, calla -le dijo en voz baja mientras miraba alrededor de la entrada intentando escuchar algo bajo la mirada de Tomás.
-¿Qué pasa?
-No sé. Olvidalo. Vamos abajo mejor.

Los dos bajaron hacia las catacumbas, pero Carla decidió no seguirles. Estaba segura de lo que harían allí abajo.
No lo podía creer. No comprendía lo que acababa de ver. Bueno si lo comprendía, pero no lo quería admitir. Sintió un calor en su interior que no la dejaba respirar, con el ceño fruncido miraba hacia el hueco por el que habían desaparecido. Furiosa, demasiado, cerró los puños con fuerza mientras una lágrima resbalaba por su mejilla. ¿Era posible que su supuesta "mejor amiga" la que le había robado el amor de su vida, estuviera de noche, a solas besando a otro chico mientras pensaba que Rodrigo estaba dormido en su cama? ¿Qué hubiera pasado si en vez de ella hubiera sido Rodrigo el que hubiera entrado por la gran puerta? Seguramente se habría quedado atónito al ver cómo su "querida y angelical" Julia le ponía los cuernos con un chico de su propia casa.... El Capitán de quidditch.... ¡Claro! Había entrado al equipo porque él le había hecho las pruebas -a saber de qué modo-. JO-DER. Ahora todo encajaba. Lo único que quedaba fuera era él, el pobre Rodrigo. Enamorado hasta el tuétano de esa tía que a saber desde cuándo le ponía los cuernos.

Tenía que hacer algo. Claro.... claro que lo haría. No podía permitir que ella le engañara de la manera más cruel, provocando que él no pudiera ser feliz nunca a su lado. Había llegado a una única conclusión: Justicia y ¡Venganza! Dulce, dulce venganza...




domingo, 30 de marzo de 2008

Chocolate de pasas rojas: nuevas sensaciones






La semana había pasado por fin. El quinto día les había cogido por sorpresa, tras una semana demasiado fugaz. Sin demasiados deberes -algo inusual últimamente- los chicos y chicas de las distintas Casas se dirigían a sus Zonas Comunes para descargar sus utensilios de clases y empezar a disfrutar el viernes.

Desde la ventana del dormitorio de la torre de los Linces el claro del bosque se llenaba de más y más alumnos que disfrutaban del aire fresco de la tarde sentados en la hierba, leyendo a la sombra de los árboles o charlando y riendo con amigos.


-¿Qué os apetece hacer? -preguntó Gabriela dejando su mochila junto con un par de plumas encima de la cama.
-Podríamos ir al pueblo y....
-¿Estás loca Ale? No podemos salir del castillo hoy. No nos han dado permiso y...
-¡Menuda idea! Yo me apunto, mataría por algo de chocolate.... -babeando, Carla imaginaba un trozo de chocolate de Ruleta Piruleta fundiéndose en su boca mientras cerraba los ojos imaginando su sabor -No se hable más, yo voy a Sanchotello con o sin vosotras.
-A saber que se te ha ocurrido.... -Alejandra tenía una sonrisa muy poco decente.
-¡Serás petarda! Nada de lo que estás pensando seguro.
-Pss... ¡como si tu supieras lo que estoy pensando! Que yo sepa, no eres tan buena en Adivinación -y dos miradas se clavaron en Gabriela.
-A mi no me metais en esto, yo paso -y fue a coger su capa de invisibilidad -bueno qué ¿nos vamos?
-Para que veas. Y ella es la responsable ¿qué te parece?
-Me parece bien ¡A la mierda las reglas por una vez! -y Carla cogió su capa también.
-¡Qué remedio...! Pero que conste que yo no quería... -Alejandra hizo lo mismo.
-Si claro.... tu no querías... já-já.


Gabriela bromeaba con Alejandra mientras las tres bajaban las largas escaleras hasta la entrada del Castillo, ahora con las puertas abiertas. Gracias a Melisana, el frío de principio de semana había desaparecido casi por completo, dando a los alumnos una pequeña tragua antes de la llegada definitiva del invierno. Y fue al cruzar la puerta de entrada cuando se dieron cuenta de eso. Hacía un calor insoportable, y eso que ya eran las seis menos veinte de la tarde. Alejandra se remango la camisa bajo un resoplido, más colorada que el fuego de la chimenea del Salón en pleno invierno.


-Tampoco hace tanta calor, leches. Anda, bájate eso o te resfriarás. Y poneos de una vez las capas, o alguien acabará por vernos.


Las tres se pusieron las capas, y con Gabriela al frente, las chicas enfilaron el solitario camino de ida a Sanchotello, donde les esperaban la gran tienda de golosinas o la de bromas... Cinco Torres Magicales era la mejor tienda para muchos en Salmanfortis -sobre todo para algún que otro Lobo- en la que podían encontrar los más raros artilugios para acabar con el aburrimiento del más pesado lunes. Pero ellas no iban a Sanchotello por los artículos de broma. No. Iban por las chucherías.

Alejandra era una apasionada de los dulces multisabores, Gabriela adoraba las lagartijas de miel con limón y a Carla le chiflaba el chocolate. "De mil sabores, de mil colores" anunciaban en el escaparate.

Bajo la capa de invisibilidad se relamía mientras lo leía pasándose la lengua por los labios, pero antes debían ir a algún rincón para quitarse las capas, sería demasiado raro que aparecieran de la nada en medio de la calle repleta de gente que iba y venía comprando todo tipo de artilugios mágicos.
-Aquí chicas, por aquí -les indicó Gabriela que había divisado un callejón poco iluminado perfecto para deshacerse de las capas que las cubrían.
Y las dos la siguieron hasta él. Miraron a todos lados antes de quitárselas por fin. Las doblaron y las guardaron dentro de los bolsos.


-Listo. ¡Ahora a por las Lagartijas!
-Mejor a por los Dulces...
-No.... a por el chocolate.....
-¡Vamos! -las tres al mismo tiempo.


Se encaminaron hacia Ruleta Piruleta con paso firme y decidido, con dulces, lagartijas y chocolates en sus mentes, mientras la boca se les hacía agua.

Al doblar la esquina del solitario callejón, una gran piruleta morada con manchas amarillas les dió la bienvenida. Se veía desde todos los puntos de la calle, y sin saber por qué invitaba a lamerla sin parar hasta acabársela por completo -cosa difícil dado su gran tamaño- bajo el riesgo de una gran indigestión. Sin apartar la mirada de ella, las tres chicas llegaron hasta la tienda. El escaparate era un imán para todas las miradas... un sin fin de chucherías se repartían a lo largo de todo el cristal: pasteles, dulces, lagartijas, chocolates... de todos los colores y sabores que se pudieran imaginar.... Fue Gabriela la que empujó la gran puerta de madera de cedro y la primera en entrar, seguida por Alejandra y Carla.

Las chicas se repartieron por la tienda en busca de lo que habían venido a comprar. Chocolate... Solo media docena de alumnos habían parecido tener la misma idea que ellas -sin duda, saltándose las reglas, como ellas- y venir a la mejor tienda de chucherías mágicas de toda España. Algunos preguntaban por unas ranas de chocolate que habían probado en Inglaterra cuando habían ido de vacaciones con sus familias, y que al parecer se estaban haciendo muy famosas.


-Si, claro... están recién traídas. Sígame por favor...


La dependienta era una chica alta, con el pelo morado y con un aspecto jovial que la hacía parecer mucho más joven que los alumnos que le preguntaban por los nuevos productos. Pero con seguridad tendría muchos más años que ellos.

De repente, le pareció ver a alguien conocido de reojo. El primer impulso fue esconderse detrás de una estantería en la que se exponían cien variedades de trufas albinadas.
Primero el corazón. A mil. Segundo la garganta. Seca. Tercero el estómago. Que parecía bailar claqué. ¡Santo Dios! ¿Qué cojones hace él aquí?








-¡Rodri, paso de esto! ¡¡Quiero ir a Cinco Torres Magicales!! Esto es una pérdida de tiempo...
-Ni hablar, de aquí no me muevo sin una tableta de chocolate con pasas rojas. ¿Sabes que dicen que tiene sabor a cerezas salvajes?
-Psss... ¡ya ves! A mi no me gustan los chocolates, así que paso del tema...



Carla fue rodeando la estantería a medida que los chicos iban recorriendo el expositor de chocolates. Se había olvidado que era por los chocolates por lo que había venido. ¿Qué importaba? Ahora el centro de atención de la tienda lo acaparaba Rodrigo.
Alejandra se acercó por detrás de ella.



-Tía ¿por qué no le dices algo?
La espía dió un pequeño respingo y la miró.
-Joder, eres tú... ¡que susto!
-Ya. Esperabas que fuera Rodrigo.... -se aclaró la voz y puso voz cómica -mi amor, vengo a buscarte en mi caballo blanco, mataré el dragón y seremos felices para siempre... jajajaja.
-Eres gilipollas ¿lo sabías?
-Erm.... no. Eso es nuevo -y sacándole la lengua se dirigió hacia la estantería donde estaban las lagartijas, todas metidas en diferentes botes de colores, moviéndose de un lado para otro mientras agitaban sus colas.



Carla intentó buscar a Rodrigo, pero no lo veía. Era evidente que ya se había ido de allí. Seguramente con su tableta de chocolate de pasas rojas. Instintivamente se dirigió hacia la estantería de los chocolates y cogió dos tabletas: una de chocolate blanco con galleta suiza de miel y otra de chocolate con pasas rojas. Quiero saber cómo sabe tu boca cuando lo comes...



-¿Estáis listas?
-Yo ya tengo mi ración de dulces.
-Y yo la mia de lagartijas...
-Perfecto, vámonos entonces.



Y tras pagar, volvieron al callejón, ahora más oscuro que antes, y se pusieron sus capas para volver a Salmanfortis.


El camino fue corto. Mucho más que la ida. A saber por qué, pero lo fue. Quizá por las ganas de llegar al dormitorio y probar ese nuevo chocolate en el que nunca había reparado antes de que Rodrigo lo nombrara. A solas en su cama. Con las cortinas del dosel bien cerradas para deleitarse con su sabor. El sabor que tendrían los labios de Rodrigo quizá al igual que ella, esa misma noche.
Fue la más rápida en ponerse el pijama. Y ya notaba su cama caliente cuando Gabriela y Alejandra se metieron en las suyas. Echó las cortinas bajo el pretexto de que le dolía la cabeza. Sus amigas no preguntaron más.


Dobló la almohada para estar más recta y suspiró. Cogió la tableta de chocolate de pasas rojas y la abrió lentamente. Dios... ese olor era delicioso... lo aspiró más de cien veces antes de decidirse. Deslizaba suavemente sus dedos sobre las pastillas de chocolate, sitiendo las imperceptibles protuberancias de las pasas, y por fin se decidió. Rompió una y con deliberada lentitud se la metió en la boca. Joder.... sabe... a.... cerezas... pero diferentes, pasas, naranja... miel y sobre todo... sobre TODO a chocolate, el más puro y dulce de todos. Lo sugaba, mientras se desacía en su lengua extasiada de todos esos sabores en uno solo. Era algo fascinante....



-Así sabes hoy, Rodrigo....

sábado, 8 de marzo de 2008

Conversaciones a media voz





Cuanto más corría, más se encogían sus pulmones ¿por qué no habré traído la escoba? que gilipollas pero era importante mandar de una vez esa carta.
Llegó a la lechucería sin poder respirar, y tuvo que agarrarse al borde del arco de entrada para no caer al suelo mientras se sujetaba el pecho del que el corazón quería salir. Este tema era demasiado delicado y ya había tenido bastante. Poco a poco fue recobrando el aliento y se dirigió a la lechuza más cercana alejandose del lugar donde había descansado, le ató la carta a una parda con ojos verdes y le indicó el lugar de destino "A la Mansión Doria". En ese instante, la lechuza alzó el vuelo y salió por un hueco del gran ventanal de la lechucería situada más allá del pequeño lago que envolvía la parte de atrás del Castillo. Aún no estaba segura de lo que debía hacer, pero eso estaba claro, debía detenerlo a toda costa. La lechuza se perdió en el horizonte, y decidió volver al Salón para desayunar de una buena vez.



Volvía a ser lunes. Y como cada primer día de la semana desde que llegaron, a Carla le costaba levantarse, a Gabriela le costaba dejar de pensar que llegarían tarde y a Alejandra le costaba meterse en la ducha a primera hora. Era increíble que aún no se hubieran acostumbrado a levantarse temprano... el problema es que aún recordaban los días de verano, en los que las tres podían levantarse a la hora que quisieran -eso sí, después tenían que ayudar en casa, repasar hechizos, o simplemente ir a pasar el tiempo libre que por entonces les sobraba-. Ahora lo que faltaba era tiempo. Les daba la impresión que tendrían que aprender a alargar los días mediante hechizos, porque los giratiempos eran escasos y caros, muy caros, demasiado para ellas.
Y para colmo, el frío se había instalado en las paredes de Salmanfortis como uno de esos Lapodem que siempre se pegan en los cristales de los enormes tanques de agua de las salas de estudio de Criaturas Mágicas acuáticas.


-No pue... e... do ni.... ha... a... blar.... -les dijo Carla a las chicas mientras tiritaba como si estuviera en el Polo Norte -el.... frío.... no... aguanto... el frío....
-Ni yo, odio este frío que no te deja ni pensar -Alejandra estaba tapada hasta las cejas con una enorme bufanda amarilla.
-No es para tanto chicas. Yo lo que no aguanto es el calor. Además, dentro de nada estaremos en el Salón al lado de la chimenea.


A Carla y Alejandra se les iluminó la cara solo de pensar en el calor que desprendía la gran chimenea de piedra situada frente a las cinco mesas de las Casas, mientras aligeraban el paso por los pasillos y escaleras bajándolas en dirección al Salón.
En las escaleras del tercer piso se cruzaron con Julia, que también se dirigía hacia el Salón. Ninguna de las tres tuvo la más mínima intención de saludarla, pero ella les dirigió una sonrisa y les soltó un Hola cargado de sarcasmo, que Carla intentó obviar por razones más que evidentes. La entrada estaba más que concurrida. Al parecer todos los alumnos habían notado el drástico cambio de temperatura y todos se arremolinaban ante la gran puerta ahora cerrada ¡gracias a Merlín! y se dirigían a desayunar.


-¡¡Hay que tener cara!! ¿Cómo se atreve a dirigirte la palabra?
-¡¡¡Es... es.... una sinvergüenza!!!!
-Tranquilas chicas... sé lo que hizo. Pero al fin y al cabo, ella no sabía que a mi me.... gustaba Rodrigo ¿no? -les soltó Carla, que parecía estar más tranquila de lo normal, demasiado -y bueno... él fue el que no le dijo nada de mi. Por algo será. Además ¡no me importa!


Mentira. Claro que me importa, pero ¿qué puedo hacer? Na-da.

Por un momento recordó el lago, la luna, el cielo salpicado por un sin fin de estrellas que temblaban, tanto como ella cuando los dedos de Rodrigo rozaron su piel.... Un suspiro eterno pareció apoderarse de sus pensamientos, su mente y su alma.


-¡Que la jodan Carla!
-Ale, esa boca -Gabriela le dió un empujoncito mientras sonreía. Ella también pensaba exactamente eso.
-Paso de ellos.... Vamos a desayunar.


Y las tres entraron en el Salón y se sentaron a la mesa de los Linces, como no, al lado de Ángel y el resto de jugadores del equipo de quidditch.


-Ya estamos todos -soltó Gabriela -Y yo que soy ¿la recogequaffles?
-No estaría mal Gabi ¿te apuntas?
-Ni hablar Ángel. Antes me quedo con el profe de vuelo que con vosotros en un entrenamiento.
-¡Que drástica! Tampoco soy tan exigente... Además, así estarías con tus amiguitas -y soltó una mirada hacia Carla y Alejandra en la que se veía una sonrisa.
-Preferiría enfrentarse a uno de esos Cíclopes antes que formar parte del equipo ¿verdad Gabi?
-Ala.... ¡Que bestia! Tampoco es para tanto... solo que no se me da bien el quidditch -le dijo a Alejandra encogiéndose de hombros.
-Eso es una forma demasiado diplomática para decir que no te gusta el quiditch ¿a que si?
-Ángel. Come y calla.


Y tras unas risas, los chicos tomaron el primer desayuno de la semana antes de empezar las clases. Alquimia, Pociones, Adivinación y cómo no, más deberes.



-¡Odio Alquimia! Es lo peor de este colegio, ¡lo peor! -Julia lo gritaba a los cuatro vientos tras salir de clase antes del almuerzo.
-Yo también... es horrible.
-¡Pero si a ti se te da genial! Aunque, mucho peor que hacerme sentir bien.
-Tú eres la que me hace sentir bien a mi. Y... quiero.... estar contigo todo el... tiempo -miraba hacia abajo mientras lo susurraba.
-Y yo contigo, Tomás... pero
-Lo sé. Aunque no entiendo por qué no lo dejas si con quien realmente quieres estar es conmigo -le cortó.


Y la verdad era que ni ella misma lo sabía. No sabía por qué estaba con él, por qué no le dejaba y volvía con Tomás. Se lo preguntaba cada noche, a solas en su cama cuando se metía bajo las mantas para que nadie la viera llorar. Estaba confusa, mucho. Demasiado. Al fin y al cabo ¿le gustaba Rodrigo realmente? ¿O fue aquella revelación la que le hizo dar el paso para aceptarle? Eso tuvo que ver, está claro. Pero no estaba segura. Debía comprobar que era cierto todo eso y qué había de verdad bajo las palabras de Alora.
Dejó a Tomás con un escueto lo siento y siguió hacia el Salón para almorzar. Esta vez se sentó lejos de Tomás, no quería que Rodrigo empezara a sospechar de él y de algún modo descubriera que estaban juntos, que se acostaban. Eso echaría por los suelos todos sus planes, todas sus averiguaciones.


Después de almorzar, los Delfines tenían clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Y de nuevo fue Andrés el que dejó boquiabierto al profesor tras ser el primero en conseguir quitarle una Maldición Preloda a un ratoncito blanco al que le habían salido unos colmillos enormes que hacían que el pobre animal no deseara otra cosa que no fuera obtener un poco de sangre de donde fuera -y resultó ser Eliana, una compañera de Casa su primer objetivo-.



-¡Cincuenta puntos para los Delfines! Bien hecho muchacho, es uno de las contra maldiciones más difíciles que se enseñan en Salmanfortis. Deberíais aprender de él. ¡Bien hecho, bien hecho!
-Gracias profesor.


El chico abrumado ante las palabras del profesor, volvió a su mesa y se sentó junto a su compañero.


-¡El siguiente! ¿Quién se atreve con una Instantánea?


Sin duda él. Pero había sido demasiado por un día. No quería parecer prepotente delante de sus compañeros... ya había algunos que no le tragaban a causa de sus perfectos hechizos y eficaces pociones -aunque no fuera una de sus asignaturas favoritas-. Al final salió Narima, que decidió intentarlo.
Pero no salió bien. Y Andrés sabía que lo habría hecho bien. Pero no importaba, tendría más oportunidades de demostrarse a si mismo de lo que era capaz en la siguiente clase. El resto del curso. Toda su vida.



Después de clase, Joel fue a la biblioteca para terminar los deberes de Pociones. Demasiados nervios contenidos en la Zona Común de los Lobos, porque se acercaba el primer partido de quidditch. Y aunque eso estaba bien, entusiasmarse ante la inminente lucha, lo que no soportaba eran los constantes gritos de los jugadores del equipo aireando a los cuatro vientos que vencerían, que eran los mejores y que les meterían las quaffles hasta por el culo.

Patético.
Así no se podía concentrar en las propiedades de la madreselva y el rúculo. Entró en la biblioteca decidido a terminar todo lo que debía tener para el día después, así que eligió la mesa más alejada de la puerta para evitar distracciones.
Jo-der. Ocupada. Pero no se dió cuenta de quién era hasta que el chico levantó la cabeza de sus deberes y clavó la mirada en sus ojos mientras sonreía. Sabía quién era. Un Lince en el que se había fijado más de una vez -para qué engañarse- porque estaba verdaderamente apetecible. Y aunque quería salir de allí corriendo, sus piernas le dirigieron inconscientemente hasta él. Dejó pergaminos, libros y pluma encima de la mesa donde estaba sentado el chico.

-Hola -susurró -¿Transformaciones?
-Pociones más bien...
-¡Ah! Acabo de soltar el libro del que he cogido la información sobre el rúculo. Esta en ese estante de ahí -señaló a uno que tenía a su espalda.
-Empezaré por el rúculo entonces -y tras coger un gran libro verde con la textura del césped del que salían pequeños brotes morados, se sentó al lado del Lince para empezar su redacción de un metro y medio sobre las propiedades de los ingredientes de la Poción Multiusos.

Toda la tarde en la biblioteca pasó factura. Fue un día agotador. Tras hacer los deberes, Joel como el resto de alumnos después de cenar, se dirigieron a sus Zonas Comunes para descansar, terminar los deberes, o simplemente dormir. A las doce el Castillo ya estaba sumido en el más absoluto silencio. Solo los Encargados de las diferentes Casas rondaban los pasillos para cumplir con sus rondas. Deseando también acabarlas para descansar en sus camas que se prometían calientes al abrigo de las nuevas mantas repartidas por los elfos que cuidaban del más mínimo detalle. El frío se estaba haciendo notar antes de lo esperado, helando hasta el más recóndito rincón de Salmanfortis.

viernes, 29 de febrero de 2008

Quédate y ámame




La fiesta duró toda la noche, o al menos eso le pareció a Carla, que tras decidir irse a dormir siguió escuchando chistes contra los Osos y risas sin cesar hasta quedarse dormida. No sabía cómo pero en algún punto entre el último chiste sobre Romeo y por dónde podría meterse sus aires de superioridad y la salida del sol su cuerpo no dió más de si y sus ojos se cerraron.
Fue sobre las 12:45 cuando abrió los ojos. Un leve dolor de cabeza le atacó desde el momento en que el primer rayo de sol rozó sus pupilas.


-¡Joder.....! Es horrible... ¿por qué hay tanta luz? -y con una sola palabra, la varita llegó desde la mesita de noche hasta su mano y con un leve gesto de muñeca, las cortinas de la cama se cerraron de golpe.


Alejandra y Gabriela ya estaban despiertas, intentando organizar junto con el Encargado de los Linces la sala de la Zona Común que parecía completamente destruída por un tornado: esos fenómenos del tiempo que traían de cabeza a los muggles.

Y tras agradecer su ayuda, el Encargado les indicó que ya podían irse a desayunar si querían. Aunque Gabriela pensaba que ya era demasiado tarde para eso, "¡son casi la una por Merlín! ya es la hora de almorzar...".Y esa idea le gustaba más a Alejandra, que con el hambre que tenía no se conformaba con un par de tostadas y zumo; quería algo más, algo más grande y más suculento. Se le hacía la boca agua de pensar en tortilla, macarrones con espárragos "¿quizá en flan de postre?".


-Necesito comer ahora, o haré honor al nombre de Cíclope chupasangre de chicas guapas -mirando a Gabriela que se le abrieron los ojos como platos.
-Pues he de decirte, que no estoy nada apetitosa.
-Si tardamos más, lo comprobaré yo misma Gabi, te lo aseguro...
-¿Y a qué esperamos? Quiero seguir viva para el Baile de Navidad... es más, pretendo llegar a séptimo y ser nombrada Encargada de los Linces.
-Pues si quieres cumplir tus sueños, más vale que bajemos en este momento -sonrió.


Las dos salieron en dirección al Salón, no fuera a ser que Gabriela acabara con sus dotes de Adivinación en el caldero más grande de la cocina de Salmanfortis. Y Alejandra hubiera sido capaz de eso y más. Tanto era asi, que ni esperaron a que Carla despertara.
Bajaron los escalones con algo más que prisa, era premura por llevar algo a la boca, saciar el rugiente estómago de la Guardiana de los Linces porque desde la cena no había probado bocado, y eso era algo realmente raro en ella e inusual en sus hábitos alimenticios.

Entraron por la puerta del Salón como un huracán y Alejandra se sentó enseguida al lado de Ángel, que sinceramente no tenía muy buen aspecto.


-¿Jag gormigo poco eg Ángeg?
-Primero traga y después preguntas Ale -soltó Gabriela que no podía soportar ver tanta comida desperdigada por la mesa fruto de la insistencia de Alejandra por hablar con la boca llena.
-Más bien, no he dormido nada.... -y apoyó la cabeza sobre las manos, y los brazos sobre la mesa -tengo un dolor indescriptible en esa cosa que llevamos sobre los hombros.
-¿El cuello? -se burló Gabriela.
-Muy graciosa.... la cabeza... no... me puede doler... más.... -y quería esconderse bajo tierra para no oir a nadie, ni a nada como a los estúpidos alumnos de los cursos inferiores diciéndole, GRITÁNDOLE felicidades.
-No será... ¿que te pasaste con las Cervezas de Mantequilla, no Ángel? -Gabriela parecía divertirse mortificando al pobre.
-¿Cervezas? Nahh... solo hubo un par de ellas, el resto era algo raro... con un nombre extraño... algo asi como Wibeza. ¡Eso fue lo que me sentó como una puta patada en el culo! -volvió a aguantarse la cabeza con más fuerza que antes.
-Wibeza... interesante... ¡A saber qué narices tenía ese mejunge!
-Al parecer era una mezcla de Whisky de Fuego, Cerveza de Mantequilla y otros ingredientes
sopresa, según nos dijo Iván.... Recuérdame matarle cuando esto se me pase.
-Claro, claro -y no paraba de reir.


Alejandra se había perdido en la conversación, no pensaba en otra cosa que no fuera "comer, comer, ¡comer!".


En la mesa de los Halcones, Julia también desayunaba: aunque la misma cantidad que Alejandra, su elegancia la hacía parecer que no había comido nada; cosa que por otro lado, a Alejandra le traía sin cuidado. Desde hacía tiempo "más exactamente, desde que salía con Rodrigo" Alejandra pensaba que "más vale no tener tan buenos modales y tener claro qué significa la palabra Amistad" algo que al parecer Julia desconocía, pero estaba bien siempre y cuando se llevara a la cama a algún chico "los buenos modales, definitivamente estaban de puta madre".
Julia se levantó al terminar de desayunar y fue directa hacia Rodrigo, que sentado en la mesa de los Lobos discutía con Nakor las jugadas que éste había visto la mañana anterior en el partido Linces contra Osos.


-Y después, el muy capullo casi coge la snitch antes que Ángel. Pero gracias a que fue más rápido consiguió cogerla; bueno, gracias también a que Carla metió un par de goles.
-Interesante.... habrá que averiguar más sobre esas jugadas -"y sobre Carla", que estaba resultando ser una caja llena de sorpresas -para estar preparados de cara a nuestro partido claro... -las últimas palabras quedaron en un susurro más allá de lo que deseaba decir, intando justificar ante su amigo sus pensamientos, como si éste hubiera podido escucharlos dentro de su mente. "No seas tonto, no puede oirlos.... espero".
-Hola mi niño ¿cómo estás hoy?
-¿Erm? -y la voz de Julia le sacó de sus cavilaciones -¡Ah! Hola Julie... yo bien, bien... aquí debatiendo sobre las jugadas de ayer ¿y tu? -en realidad, no tenía ganas de nada. Quería salir de allí en ese momento, que fuera de noche, de nuevo viernes para estar en el lago, enredando sus dedos entre el pelo de la misteriosa figura aparecida tras el árbol. "¿Fue real? Igual solo lo imaginé... quizá no exista... ¡o peor! sea alguna criatura mágica que habita en ese lugar.... raro, nunca la había visto, ni tenía noticias de tales seres.... ¿una sirena tal vez? No seas gilipollas, las sirenas no viven en el lago termal.... ¿una ninfa? podría ser... pero entonces.... ¿le gustaba una ninfa? ¿quería ver a una ninfa? ¿quería besar a una ninfa? Si definitivamente era una ninfa.... esa piel tan suave, ese pelo largo, ese olor que aún no sabía diferenciar.... eran dignos de un ser mítico, mitológico. Sin ninguna duda, había algo Divino en ese cuerpo que solo había podido tocar. ¿Podría verlo alguna vez?".
-... no nene? ¿Rodrigo?
-¿..Eh? ¿...cómo? ¿Qué decías?
-En que las jugadas de los Linces eran.... olvídalo, no me estás echando cuenta.


Y la Halcón se fue bajo la atónita mirada de Nakor y Joel, mientras que Rodrigo intentaba contraer las pupilas dejando de pensar en la ninfa, con los ojos clavados en algún punto lejano entre la puerta y las escaleras que llevaban a la primera planta del castillo.


-¿Tío, estás bien? -Nakor aún seguía a Julia con la mirada por el rabillo del ojo -se ha ido... y creo que mosqueada.
-Estoy bien... es que, me quedé pensando en la jugada que me contaste sobre el primer gol de los Linces -"por no decir de Carla, claro".


"Es que mira que he sido gilipollas ¿eh?" Rodrigo no se quitaba esa idea de la cabeza... aún no entendía por qué cojones estaba saliendo con Julia. "Un calentón, eso fue.... me gustaba, porque hay que reconocer que es guapa... pero no. Eso no basta. Y es inteligente, pero tampoco llena. Y es... es.... Julia, no es Carla". Y subieron a la Zona Común de los Lobos a intentar descansar un poco -Rodrigo- y a hacer los deberes que quedaban -Joel-. Nakor... él simplemente pasó de todo y fue a buscar a Catalina.

Estaba en el Jardín posterior del ala Norte. Era precioso. Las Saxtem -a veces malditas criaturas endemoniadas que pueden hacerte sangrar hasta morir, pero otras son tan hermosas como las hadas blancas- jugueteaban siguiendo a las abejas, que intentaban posarse en las pocas flores que quedaban a causa del frío. Y ella las miraba embelesada, como si fuera un espectáculo digno de recoger en algún libro. Escribía. Era un pequeño diario en el que apuntaba cosas que le sucedían, salteadas... hacía bastante que no lo cogía. Y se sorprendió que el objeto plasmado en todas las páginas estuviera saliendo por el arco de piedra que daba al jardín. Lo cerró de inmediato.


-Hola Catalina... ¿qué haces?
-Hola Nakor. Pues aquí, viendo a las Saxtem, y escribiendo sobre ellas -mintió.
-¿Piensas estudiar Cuidado de Criaturas Mágicas? ¿La cogerás para tus próximos C.A.P.A.s?


Y así de fácil era entablar una conversación con él. Más sencillo que mirar al cielo. Más que una sonrisa. Mucho más que mirarle a los ojos, por supuesto.
Pasaron la tarde hablando de esas criaturas, sobre el partido del día anterior, sobre las posibilidades de los Osos para ganar la Copa y sobre temas menos profundos, como el tiempo. No se atrevían a entrar demasiado en el tema que a ambos le corroía por dentro. Aún no. Nakor no estaba reparado. Y ella tampoco, mucho menos después de recibir la carta de sus padres.... "...y el Día del Baile de Navidad será la oportunidad perfecta...." pero en ese momento, la había olvidado por completo.


Mientras, en las Catacumbas Julia había vuelto a convocar el sofá celeste. Tomás la desnudaba despacio y ella se dejaba. Al fin y al cabo hacía mucho tiempo que no estaba con él. Y por otra parte, Rodrigo no le daba lo que ella necesitaba.


-Dime que le dejarás ¡Promételo!
-No puedo prometerte eso Tomás.... pero si no quieres, siempre puedo irme.


Él la agarró del brazo en un intento de ella por subir las escaleras. Se sentía impotente, pero no quería dejarla ir. La necesitaba, a todas horas. Y eso era lo que últimamente no tenían: tiempo.
"¿Qué mas da si está con él o no? Después de todo es a mi a quien busca cuando necesita estar con un chico, cuando necesita desahogarse ¿no?".


-Quédate...


Ella se dió la vuelta y se quitó la camisa, bajo la que no llevaba nada. Y la falda, bajo la que sólo se encontraba su piel. Desnuda, pidiendo que la amara sin palabras.
Y en ese momento, se dió cuenta de que no existía nada más para él. Solo ella, Julia, SU Julia.


domingo, 24 de febrero de 2008

La cosa promete...




Sábado. Por fin era sábado. Había llegado el día del partido que enfrentaría a Linces contra Osos. Eran aún las nueve y cinco de la mañana y el castillo bullía como un caldero en clase de Pociones listo para retirar su contenido y embotellarlo. Era un hervidero de alumnos que iban y venían por los pasillos demasiado nerviosos como para saber a dónde dirigirse: algunos bajaban a desayunar ya con bufandas y banderolas para animar a sus equipos. Todos tenían sus favoritos aunque no fuera su casa la que jugara el partido. En la mesa de los Halcones dos chicas, una rubia y otra castaña llevaban puestas bufandas de los Osos. Entrando por la puerta del Salón, un Delfín lucía con orgullo una placa en la que podía leerse "Apoyo a los Linces" y que cambiaba cada cierto tiempo para acabar con "¡Vais a ganar!". Un Lince agitó su varita, y de ella salieron unas letras amarillas donde podía leerse desde todos los rincones del Salón "¡Linces a por ellos, y la Copa ganaremos!". Un Oso vió las letras que acababan de aparecer frente a todos y sin más levantó la varita para dibujar "¡Osos, osos, a los Linces venceremos y arrastrándo les dejaremos!". La provocación resultó más que evidente, por lo que ambos levantaron las varitas poniendo cada vez frases más feroces para el equipo contrario. En pocas palabras, si el partido no empezara en dos horas, puede que la tensión contenida hubiera hecho mella entre los alumnos.

Carla aún dormía. La noche anterior había sido demasiado emocionante como para coger el sueño. El resultado: insomnio hasta pasadas las 6 de la mañana. Pero en ese momento en su cara se reflejaba un completo estado de felicididad. Sonreía a pesar de estar dormida, evidentemente porque en sus pensamientos nocturnos había estado él, todo el tiempo.
Alejandra la miraba de cerca estupefacta. Giraba la cabeza intentando comprobar, que su amiga, efectivamente estaba sonriendo.

-A saber con lo que estará soñando...
-Déjala en paz joder, Ale.
-A ver, que no estoy haciendo nada Gabi. Solo... miro...
-¿Qué hora es?
-Las nueve y media, deberíamos despertarla. Ángel ya debe estar abajo esperándonos para desayunar -"y pitar como loco para el campo de quidditch... obseso...." pensó sin atreverse a decirlo en alto.
-Entonces hay que despertarla. Debe estar en plenas facultades para el partido ¿no? -preguntó Gabriela que no tenía ni idea de quidditch, pero eso era algo evidente.
-Si, si. Deberiamos..

Gabriela se acercó a la cama y le susurró a Carla que "se despertara" pero ésta no estaba por la labor. No había dormido nada "por Merlín" y tenía sueño, demasiado a decir verdad. Para ser sinceros, el que Rodrigo le hubiera besado la noche anterior le había quitado un peso de encima, la carga amarga que se había apoderado de ella el mismo día que le vió besándose con Julia en la biblioteca y aunque él no supiera que era precisamente ella la chica del lago no le importaba. En ese momento fue solo suyo "¿Acaso no merecía eso estar feliz?"

-Carla, despierta nena... tienes partido de quidditch ¿recuerdas? Es el primer partido contra los Osos -Gabriela se afanaba por parecer tranquila contando hasta diez para no despertarla de malas maneras.
-Déjame... dor...mir...
-Ángel nos matará si no bajamos ¡YA! -Alejandra estaba perdiendo los estribos, y no precisamente porque Carla no se levantara. Era el primer partido de quidditch, y muchos ojos estarían clavados en ella. Un escalofrío recorrió su cuerpo solo de pensarlo.
-Gabi... sus... sustituye... me. No quie...ro ir -y se dió media vuelta en la cama.

Alejandra ya había perdido la poca paciencia que le acompañana esa mañana. Tiró de las sábanas de Carla y tras convencerla "¿no querrás que Ángel entre aquí verdad? estoy segura de que lo hará si no bajas. ¡Levántate joder!" y tras taparse los oídos y sotar un par de improperios dignos de los jugadores de quidditch del norte, Carla se levantó sin prisas, eso sí. La idea de jugar un partido bajo el estado de cansancio en el que se encontraba no le seducía demasiado. "Vamos a perder... vamos a perder ¡vamos a perder!" no podía pensar en otra cosa mientras se dirigía a la ducha, pero claro sus pensamientos quedaban mejor dentro de su cabeza... no quería imaginarse a Ale o a Ángel si les decía que no había dormido bien y que todo su cansancio era una prueba certera de que el partido estaría más dificil de lo que pensaban. Además "¿qué excusa le daría a Ángel? ¿Que la noche anterior había estado con Rodrigo en el lago y ese era el motivo por el cual no había podido pegar ojo?" Era absurdo "¡Eres gilipollas, Carla!"
Y la situación no mejoró en absoluto cuando se metió en la ducha para espabilarse. Agua. El mismo elemento que rozaba su piel la noche anterior mientras Rodrigo le acariciaba, le besaba. Un escalofrío le erizó la piel de la nuca mientras sonreía y se echaba poción de baño con olor a chocolate. Imaginaba a Rodrigo con ella en la ducha, lamiéndole el chocolate del brazo, de la cara, del ombligo.... "Rodrigo..."

-Coño Carla ¡¡Llegaremos tarde!! ¡DATE PRISA LECHES!
-Voy Ale ¡ya salgo!

Pero no, no le apetecía para nada salir. Se estaba mucho mejor allí dentro, con Rodrigo besándole desesperadamente, mientras ella mantenía los ojos cerrados sintiendo el tacto de su lengua que jugueteaba por senderos aún inexplorados.
A la media hora salió del baño muy a su pesar. Pero debía jugar un partido. El primero, pero no el menos importante. De él dependía estar más o menos agobiados con el próximo, que al parecer sería contra los Halcones.
Se vistió rápido y bajó a la sala de la Zona Común, donde desde hacía ya una hora esperaban todos los jugadores del equipo, incluida Gabriela y un par de chicos de primer curso, que estaban emocionados por poder estar un rato con los jugadores del equipo.. por fin verían un verdadero partido de quidditch ante sus narices.

-¡¡¡Menos mal!!! ¡Por fin bajas! Ya pensaba que teníamos que jugar sin ti.
-Yo también me alegro de verte Ángel....

"¡Qué simpático joder! Pues no me hace ni puta gracia"

-¿No me das ni un beso?
-Mira tu... ¿ahora te acuerdas del beso? -"que te lo de tu abuela".
-Venga ya Carla... todos estamos nerviosos...
-Está bien, está bien -y acercándose le dió uno pequeño y poco convincente.

Ángel se quedó con ganas de más, pero al ver que todos los miraban no dijo nada. Echó un último vistazo a la sala y sonrió.

-Bueno, ya podemos irnos. Coged las escobas. Iremos a desayunar antes.

Todos obedecieron, menos Gabriela y los chicos de primero claro. Pero incluso ellos siguieron a los jugadores hasta el Salón con la intención de desayunar antes del partido.
El ambiente del Salón tampoco mejoró cuando los Linces aparecieron por la puerta. Todos los miraban: algunos con caras ilusionadas ante la posibilidad de que pudieran ganar; otros con algo de lástima, pues creían que perderían sin remedio. Los Osos eran buenos, ya lo sabían. El Guardían de los Osos, un tal Romeo Cruz consiguió parar todas las quaffles del último partido contra los Linces el año anterior.
Todos se sentaron en la mesa de los Linces: unos en frente, otros al lado de Ángel. Carla decidió no comer demasiado. Le dolía el estómago, seguramente por los nervios. Alejandra al parecer no tenía dolores "joder como come...": bollitos de leche, zumo de fresas silvestres y un poco de tarta de chocolate. Ángel tenía la misma preocupación que Alejandra; también comía como un poseso. Gabriela parecía tener menos ansiedad y comía más despacio, pero la misma cantidad de comida eso si. El resto de jugadores también engullía sin parar "los nervios también dan por darte hambre".
En ese instante, llegaron a Salón los jugadores de los Osos. Todos imperturbables se sentaron a la mesa de su Casa y comenzaron a desayunar en silencio ignorando los murmullos de los alumnos que les miraban.
Las dos horas siguientes transcurrieron demasiado deprisa. En menos de lo que se dice Morgana, todos estaban de camino al campo: los alumnos con banderolas de sus equipos, silbatos, haciendo estallar luces de colores con sus varitas donde podían observarse los nombres de las distintas casas... y los jugadores, silenciosos y nerviosos que se dirigían a los vestuarios.
Ángel entró primero y esperó al resto. Tras cambiarse de ropa, los hizo sentarse en los baquillos donde se cambiaban de ropa e intentó animarles antes de salir:

-Ya se que es difícil. Se que para algunos es vuestro primer partido, pero sin duda estais preparados para afrontarlo. Pensad que esto es un entrenamiento más y todo saldrá bien. Y recordad: estoy con vosotros... ¿de acuerdo?

Todos asintieron apabullados por los murmullos que comenzaban a llenar el campo. Sobre él algunos alumnos vitoreaban a los Linces; otros a los Osos.

-Pues vamos, salgamos de aquí ¡¡¡A ganar!!!
-¡¡SI!! -contestaron todos.

Cogieron sus escobas, las montaron y salieron al campo dando una primera vuelta de calentamiento mientras esperaban la salida de los Osos. El árbitro, era ese maldito profesor de vuelo que semanas antes había atacado con bludgers a los Lobos, mandándolos a la enfermería. A Carla no le gustó demasiado la idea de que el tipo ese fuera el que arbitrara el juego, pero no podía hacer nada. Al parecer, aún no saben nada de eso... o si lo saben, la directora le ha mantenido en el puesto "gracias a Circe, vuelo se daba en primero..." algo que ya solo se manifestaba en sus lajanos recuerdos.
El árbitro cogió el silbato y se lo puso en los labios mientras los Osos daban su vuelta. Al primer pitido, los capitanes, Ángel y Romeo se acercaron al centro. Y tras otro pitido, los dos se precipitaron hacia la quaffle, que por puro milagro cogió Romeo. Se pegó a su escoba tanto que parecían ser uno solo, volaba tan a prisa que Alejandra no tuvo tiempo de controlar la quaffle y ésta entró por el aro de la derecha.

-¡Goooooooooool! - se oyó con una voz fuertemente incrementada a causa de un encantamiento Sonorus. Era una chica de los Halcones la que retransmitía el partido, demasiado emocionada como para contenerse -¡¡¡gol de los Osos!!! diez a cero para ellos... esperemos que los Linces puedan sobreponerse rápido. Aunque esta ventaja tampoco es demasiado grande por el momento...

Carla dejó de escucharla, el viento silbaba con fuerza mientras intentaba acercarse lo más rápido posible a Inés, la cazadora de los Osos que estaba en posesión de la quaffle.

-¡¡Ohhh por la Santísima Melisana!! Carla se acerca a Inés demasiado deprisa. Le rebasa por la derecha, se pone delante. Inés la esquiva subiendo a toda velocidad. Carla la sigue de cerca... Pero.... ¡madre santa! Una bludger acaba de darle a Inés justo en la mano que llevaba la quaffle y la ha soltado....

Carla miró hacia abajo donde se encontraba Miriam que le sonreía con el bate en la mano. Enfiló la escoba hacia el suelo y bajó empicada a por la quaffle.

-Pero ¿qué demonios....? ¿qué hace Carla....? ¿está loca? Intenta atrapar la quaffle que cae sin control ¡Es un suicidio!

Casi la tenía, estaba tan cerca... la rozó con los dedos. Aceleró la escoba y la alcanzó, justo a tiempo para enderezar la escoba, no sin esfuerzo, y dirigirla a los aros que defendían los Osos. Una blugger...

-¡¡¡Uisssss!!! ¡Ha faltado poco, Carla! Sube hacia el aro central, se encuentra con Jess que intenta bloquearle... pero Carla vira hacia la derecha y.......... ¡¡¡¡¡GOOOOL!!!! ¡Estupendo! El primer gol de los Linces ¡¡Bien hecho Carla!! Esta chica promete, compañeros... ejem... y profesores, claro -la voz se le tornó divertida.

Carla no quería cantar victoria, ahora iban empate. Pero aún quedaba bastante.

-Diez a diez ¡¡empate!! Esto está emocionante ¿verdad? La quaffle se pone en juego de nuevo, ahora es Romeo quien la tiene. Por la divina Hécate ¿¿han visto eso?? Romeo acaba de deshacerse de todos los jugadores a su paso. Parecen no haberle visto ¡¡¡Que rápido vuela!!!

Alejandra se puso en posición, no estaba dispuesta a pasar ni una más. Abrió las manos en la escoba mientras veía cómo Romeo se acercaba más rápido que un rayo. Su intención fue tirar hacia el aro derecho, pero al parecer solo era una estrategia. Alejandra la adivinó y paró la quaffle antes de que llegara a traspasar el aro. Se la tiró a Carla que estaba en medio del campo.

-Vaya, vaya.... hay que decir que el equipo de los Linces no está nada mal. Ángel, el capitán ha hecho un buen trabajo en la selección ¿qué opinais?

Las gradas eran un competo batiburrillo de voces. No se entendía nada. De pronto, comenzó a oirse una canción que decía: "Ganaremos, ganaremos los Linces venceremos".

Mientras tanto, entre las gradas, Catalina animaba a su equipo. Su bufanda roja se enrrollaba alrededor de su cuello con demasiadas vueltas. Y entre todo el gentío, Nakor intentaba hacerse hueco para llegar a ella.

-Catalina ¡Catalina! -a penas era audible su voz entre tanto griterío.
-¡¡¡Nakor!!! ¡Has venido!
-Claro, nunca me pierdo un partido de quidditch... es importante ver al resto de equipos en acción, así sabemos a qué atenernos.

A Catalina le sonó como una excusa, pues si eso era lo que pensaba "¿no debería estar con el resto de sus amigos buscando las mejores jugadas de los equipos que participaban en el partido?" Pero claro, Catalina no dijo nada. Estaba encantada de que el Lobo estuviera allí con ella y no con el resto de sus compañeros. Gracias a Merlín, no llevaba ninguna bufanda, ni amarilla ni roja.


Carla cogió la quaffle y se dirigió de nuevo hacia el dominio de Jess. La Oso la miraba fijamente, concentrada en sus movimientos. Jess la seguía de cerca, así que debía hacer algo "La jugada que tanto había ensayado ¡claro!". Carla apuntó la escoba hacia abajo para caer empicada hacia el suelo. Jess desconcertada la miraba sin saber bien qué hacer. Miró al capitán que comenzó a volar hacia los aros de su equipo, pero ya era demasiado tarde: En un descuido de Jess, en la milésima de segundo durante la que había mirado a Romeo, Carla ya estaba ascendiendo con la quaffle lista para lanzarla hacia el aro central y:


-¡¡¡¡¡GOOOOL!!!! ¡¡¡¡Gooool de nuevo!!!!! Si señor, los Linces están dando guerra.... Veinte a diez para ellos....

En ese preciso instante, Ángel buscaba la snitch con desesperación. No podía esperar más debía encontrarla. Era difícil: Carla y Romeo ocupaban todo el campo. Pero.... "¡joder, ahí está!" La siguió con los ojos mientras volaba a toda velocidad. Y en menos de un segundo, Ángel ya estaba en su busca. El buscador de los Osos vió el movimiento del chico y le siguió esperanzado de que hubiera visto la dorada bola. Así era. Ahora ambos luchaban codo con codo por atraparla. El Oso la daba codazos a Ángel con la mano que no sujetaba la escoba, pero éste no pensaba bajar la mano que ya rozaba las alas de la diminuta pelota alada. "Un... poco.... más....." La rozaba. Sentía el viento que desprendían las plateadas alas. Se estiró en la escoba y tras un nuevo codazo del Oso que se veía perdido porque tenía los brazos más cortos que Ángel, éste la cogió, cerrando lo más fuerte que pudo la snitch, ahora dentro de su puño.

-¡¡¡¡¡Increible!!!!! ¡¡¡¡Ángel ha atrapado la snitch!!!! ¡¡¡LOS LINCES HAN GANADO!!! ciento setenta a diez.... menuda diferencia.... ¡¡¡Ha sido uno de los partidos más rápidos desde hace siete años, en el que Román Galdés, Buscador de los Lobos encontrara la snitch antes que el de los Delfines en solo cuatro minutos y medio... ¡Esto es increíble!

En las gradas, los alumnos gritaban y vitoreaban a los Linces, cantando "Ganamos, ganamos, los Linces os ganamos"

-Y eso sin mencionar que el equipo de los Linces a penas tenían posibilidades este año tras la marcha de Pablo Romero. Pero al parecer, aún les quedan mucha guerra que dar... Bueno, sin más, hasta aquí el primer partido del curso. Gracias a todos, un placer retransmitirles las jugadas.

Poco a poco, todos fueron abandonando las gradas: Julia, seguida de Tomás; Catalina con Nakor; Andrés con un grupo de amigos seguido por gabriela que no le quitaba ojo....
Los Linces salieron a hombros del campo, para después ir a la Zona Común donde les esperaba una noche de festejos sin horarios, después de todo, aún les quedaba el Domingo para saborear la victoria...

lunes, 11 de febrero de 2008

En la oscuridad...



-Despierta Rodrigo.... ¡despierta!
-Umm.... q...ue.... -respondió aún dormido.
-Vamos... ¡arriba! -Nakor le zamarreaba con tanta fuerza que casi le tira de la cama.
-¡Está bien, ya voy!

De mala gana, Rodrigo se levantó. A penas veía nada. Sus ojos no se abrían.

-¿Qué hora es? -preguntó confuso.
-Las tres y diecisiete, pero si no te das prisa, se nos hará de dia -respondió Joel ya listo.
-Joder, las tres.... ¡yo os mato! -"ahora que había conseguido coger el sueño" pensó.
-Venga ya Rodri... últimamente te quejas por todo. Y eso que tu apoyaste la idea.... ¡Arriba! -le dijo Nakor que ya tenía lista una mochila grande con tres toallas y algo de picar por si les entraba hambre.
-Vale.... ya me levanto -resignado se vistió y cogiendo su capa invisible y su varita, salieron los tres del dormitorio sin hacer ruido.

Tapados con sus capas invisibles, bajaron las escaleras hasta la puerta principal. Demasiada suerte, no se habían encontrado con ningún Encargado "¡Qué raro!" pensó Nakor acostumbrado a esas escapaditas nocturnas. No era habitual que el Castillo estuviera tan vacío, tan libre de ojos centinelas pero así era. Fue bastante fácil salir por la puerta principal. Pero la preocupación de Rodrigo ante ese pensamiento se disipó cuando la brisa nocturna de Noviembre chocó contra su cara, que aunque tapada con la capa podía sentirla igualmente.
Bajaron los escalones de la entrada a escuras, solo iluminados por la brillante luna. No sabían dónde estaban los otros dos de no ser por las pisadas que iban apareciendo delante. Nakor iba en primer lugar cargando en una mano con la varita y en la otra con la brújula mágica, que nuevamente se había negado a funcionar.

-Menuda porquería.... -susurró Nakor.
-¡Nak! ¿por dónde vamos? Ya estamos cerca ¿no? -Rodrigo miraba para todos lados intentando ver al chico con la brújula, pero sin resultado.
-¡Espera Rodri, ya casi estamos...! ¡Lumos! -la varita de Nakor se encendió levemente.
-Menos mal, ya te veo... -Rodrigo vio cómo apareció Nakor bajo un trozo de tela, a penas se le veía, pero la escasa luz que proporcionaba la varita era suficiente para ver su cara, que la tenía cerca de la brújula.
-¡Nada, no funciona! Menuda mierda, este aparato está estropeado... seguro.
-¿Y entonces? -preguntó Joel que se impacientaba.
-Estais de suerte, menos mal que se por donde se va -respondió Nakor que cerró la brújula mágica y siguió andando entre árboles y maleza.
-¡Espera! -Joel y Rodrigo le seguían de cerca.


Comenzaron a sentir calor. Por fin, tras varios minutos los tres chicos llegaron al lago. De su alrededor se desprendía tanto vapor, que era casi imposible ver la separación entre la arena y el agua.

-Menos mal.... el lago.... -Rodrigo aspiró el aire caliente, pero con un olor especial, a tierra mojada.


Adoraba ese lugar. Hacía tiempo que no iba a ese lugar a bañarse, a nadar, a relajarse. La última vez que había ido fue el día en que había visto a las tres Linces. A Carla sobre la toalla, mojada, tomando el sol, con la parte superior de su amarillo bañador desabrochado.... De nuevo habló por él su estómago, como si una manada de saxems se estuvieran dedicando a volar dentro de él. No podía olvidar el cuerpo de Carla. Claro que no.... "¿Pero por qué ahora sentía esto? ¿Por qué no antes?" Al parecer, algo estaba cambiando en él, algo que no podía explicar. A su mente, a sus labios solo venía su nombre: "Carla..."
Extendió una toalla sobre la arena como días antes hubiera hecho la Lince e intentando no pensar en nada más, se metió en el lago. El agua tibia aliviaba su cuerpo cansado tras una semana agotadora. Joel y Nakor no tuvieron tanta delicadeza para entrar al agua: corriendo desde la arena, se metieron en ella tras decir la típica frase "¡El último es un Yarrox con pies peludos!"
"¡Eran como críos!" Ya esos juegos a penas le hacían divertirse. Su vida se había complicado demasiado en las últimas semanas, más de lo que hubiera deseado. "Pero todo esto me lo he buscado yo, yo solito..."
Dejó que el agua le llegara hasta la barbilla, cerró los ojos y en menos de un minuto, ya se sentía renovado. Ese era el poder de aquel mágico lugar. El agua del lago renovaba por completo a cualquiera que se mojara en ella. Rodrigo ya lo sabía. Fue algo que aprendió en sus tantas escapadas para ir a nadar. Por la mañana se sentía como si hubiera vuelto a nacer.
Abrió los ojos para ver qué hacían Joel y Nakor. Los dos hacían lo mismo que él, relajarse. Sus torsos desnudos agradecían la eficacia del agua. También estaban agotados.


-Esto es vida..... -Joel estaba en la gloria.
-Ha merecido la pena venir ¿verdad? -le dijo Nakor que flotaba sobre la superficie.

De repente algo se escuchó tras un árbol cercano. Rodrigo abrió los ojos atento a cualquier ruido, por más mínimo que fuera lo oiría. Nakor se puso de pie sobre el fondo, e igual que Rodrigo intentaba escuchar de nuevo el sonido.


-¿Qué pasa? -preguntó Joel que no se había dado cuenta de nada.
-Shhhh... calla -Nakor estaba andando hacia el árbol, cuyas raices salían del fondo del lago y que al parecer de detrás del cual provenía el ruido. -¡Accio Varita!

La varita de Nakor voló hacia su mano como un rayo. Rodrigo se acercó a él, que aunque sin varita, allí estaba para ayudar en lo que fuera. Joel, se quedó donde estaba, al parecer demasiado asustado como para acercarse o salir del agua.
Lentamente, estaban cada vez más cerca. Nakor levantó su varita.

-¿Hay alguien ahí? -preguntó, pero nadie contestaba -estoy armado ¡sal quien quiera que seas!

Nada. Silencio absoluto.

-¿Hola? -dijo Rodrigo que se estaba acercando más.
-Por favor, no te acerques....
-¿Quién eres? ¡Shhh calla Nakor! -le dijo Rodrigo, pues al parecer Nakor había decidido transmitirle a Joel lo que pasaba.
-Está bien..... -respondió.
-No importa, no importa mi nombre.... quiero que os vayais de aquí. No podré salir si estáis delante...
-¿Por qué dices eso? ¿Estás bien? -a Rodrigo le parecía conocer esa voz. Se acercó más aún mientras Nakor iba con Joel.


No sabía quién era, pero algo le decía que se acercara, que descubriera quién era. Y eso hizo. Se acercó.

-Ni un paso más o no respondo -dijo la voz.
-Tranquila, no voy a hacerte daño -le respondió Rodrigo.

La respiración de la chica se aceleró. Mientras, él se acercaba. Notaba su respiración. Se aceleraba. La de él también. Atraído por la oscuridad que envolvía la voz misteriosa de la persona que que se escondía tras las raíces del árbol, Rodrigo alargó su mano con la intención de encontrarla, de tocarla.

Un leve chapoteo de agua le indicó al Lobo que ella había dado un paso hacia atrás. Y otro más de él, hacia ella.

Por fin su mano la rozó. Su hombro fue lo primero que tocó. Suave, frío. Ella lo retiró, se acurrucó contra la pared de rocas que se erguía detrás. No podía escapar. Rodrigo dió otro paso más, buscando de nuevo la piel más suave que jamás había tocado. El corazón se le aceleró al encontrar su brazo, tan suave o más como el hombro, húmedo a causa del mojado pelo que le caía hasta la cintura. Ella temblaba "¿por qué? ¿acaso estaba asustada?" Buscó su mano y la estrechó, la acarició suavemente. El estómago le daba vuelcos con tanta rápidez que el recién formado nudo de su garganta no le dejaba respirar, estaba mareado, pero no pararía. Algo dentro de él le pedía seguir. Seguir acariciandola, hasta descubrir quién era la misteriosa que se escondía tras el árbol, ahora a menos de medio metro de distancia. "¡Dios, como deseaba hacerlo!" Y lo hizo, se acercó más aún. "¡Que delicia aquel juego! El juego de acariciar a una chica que no conocía en la oscuridad de la noche, escondidos de la vista de todos, mojados, y por única ropa un pequeño bañador que a penas se atrevía a ponerse a la luz del día por ser demasiado ajustado. ¿Quién se iba a imaginar que habría alguien más en el lago a esas horas?" No le importaba, no le vería al fin y al cabo.
Deslizó la mano hacia arriba, acariciándole suavemente el brazo hasta el hombro. Otro paso. Más cerca aún, demasiado. Un olor tan dulce como aquel momento llego hasta él: "canela... Dios... adoraba ese olor". Le recordaba a la cocina de la casa familiar, en la que Tanis, una de las elfas domésticas siempre hacía arroz con leche. Y ese olor le incitaba a acercarse aún más, a comerle. En un instante, la estrechó fuerte contra él, un abrazo, un abrazo con tanta pasión que la respiración de ella se volvió aún mas acelerada. Solo ahora se dió cuenta "¡Su espalda desnuda!" Sentía los pechos sobre su torso. Su pelo se enredaba entre sus manos, en sus brazos.... palpitaciones. Palpitaciones por todos lados. Algo comenzaba a hincharse dentro de su pequeño y estrecho bañador. Ella lo notaba. Gimió.
Los dedos de Rodrigo buscaron la cara de la chica. Un mechón de pelo colgaba hasta la cara. Él lo apartó y le acarició la mejilla, antes fría pero que ahora ardía. "De nuevo ese olor.... Canela...." Cada vez se hacía más fuerte. Le cogió la barbilla y como si fuera lo último que iba a hacer en su vida se acercó lentamente y la besó. Al principio lenta y dulcemente, poco a poco, cada vez con más fuerza, pasión y devoción. Se comían.
El Lobo no sabía si seguir o no. Paró. Con los labios irritados y en la oscuridad, se lamió los labios para saborear el fruto de aquel beso. El beso más emocionante de su vida. No sabía quién era ella, pero eso lejos de parecerle extraño, le inquietaba. El morbo de ese momento, de esas circunstancias le parecía excitante.

-Rodrigo coño ¿qué haces ahí? ¡Sal de una puta vez! -le gritó Nakor desde la orilla del lago.
-¡Tenemos que irnos Rodri! -le decía Joel acurrucado en su toalla -¡alguien viene!

Unos pasos se oían desde la orilla acompañados por un par de varitas encendidas. Nakor le tapó la boca a Joel y cogió las capas invisibles tapándose con una de ellas y pasándole otra a su amigo. También llevaba la de Rodrigo, solo que a él no lo veía.

Rodrigo le dió un último beso a la chica.

-Nos volveremos a encontrar.... -le dijo.
-No creo. No deberías estar aquí -le respondió ella.
-Te encontraré de nuevo -prometió, sin dejar de pensar que aquella voz le era extrañamente familiar.
-Te esperaré.....

Rodrigo salió del agua aún temblando por lo que acababa de ocurrir y mirando hacia el árbol se puso la capa que le tendió Nakor. "Volveré a verte, te lo juro....".
Los tres Lobos empezaron a correr hacia el Castillo rodeando el lago para no encontrarse con los dueños de los pasos prevenientes del camino, pues sus huellas se verían en el barro mojado.
En menos de un par de minutos, aparecieron Alejandra y Gabriela con sus varitas encendidas.

-¡Carla....! ¿estás aquí? -intentaba decir en un susurro Alejandra.

Carla empezó a salir del agua con la ropa en la mano pero desnuda. Tiritando... ¿de frío? No, de frío no. Su cuerpo temblaba sin control.

-¡Nena! -gritó Gabriela -no te veíamos... ¿estás bien? ¿qué haces..... desnuda?
-Me estaba bañando aquí, cuando llegaron Rodrigo, Nakor y Joel...
-¿¿¿¿Cómo???? -contestó Alejandra, que se había vuelto a perder a su Lobo -¡Joder! ¿Y te vieron? ¿qué hiciste?
-Déjala respirar Ale -pidió Gabriela -a ver ¿qué ha pasado?
-Nada, me escondí en el árbol. No me vieron... ahí estuve todo el tiempo....


Bajo la mirada incrédula de Gabriela, Carla decidió guardarse para ella sola el momento que había pasado con Rodrigo. Por fin un instante con él. Un beso.... Que mágico había sido todo. Mientras caminaba con ellas cubierta por la capa de Gabriela, rememoraba ese momento único, especial, increíble. Ese sería su secreto. Y sin duda, volvería al lago. Quería estar con Rodrigo de nuevo. Lo necesitaba, y si nadie se enteraba, estaría con él.. cumpliría su sueño, a pesar de que él no supiera su verdadera identidad. Eso, era lo de menos....

miércoles, 6 de febrero de 2008

En la habitación de los Lobos




Por fin era Jueves. Ya estaban cerca del primer partido de quidditch que tenía lugar el sábado. Osos contra Linces, sería un partido interesante sin duda. Carla y Ángel estaban confiados, quizá demasiado.... pero no se descuidaban, sabían que los Osos serían duros de pelar. Por eso era esencial agotar hasta el último día de entrenamiento. Quedaron después de clase, como siempre, en el campo de quidditch.

Carla y Alejandra llegaron juntas desde la Zona Común. Habían ido a dejar las cosas de clase antes de ir a entrenar. Estaban muertas y empapadas.

-Ya no puedo más.... ¡que horror! No quiero ni pensar cómo estaremos el sábado -le dijo Alejandra a Carla mientras se acercaban a los vestuarios.
-¡Y encima esta lluvia! -gritó hacia arriba como si se lo dijera a alguien que estuviera en la torre más alta del Castillo -antes de empezar y ya estoy calada ¡joder!
-Que más da... nos mojaremos antes o después -repsondió Alejandra con resignación.
-También es verdad... pero cojeremos una pulmonía, o peor, fiebre de Strogeneix ¡¡malditos bichos asquerosos!!

Entraron a los vestuarios y se cambiaron deprisa. Ángel ya estaba en el campo calentando con el resto de jugadores. Ahora llovía aún más.
Las dos cogieron sus escobas y salieron al campo volando sobre ellas. Dieron dos vueltas tan rápido como pudieron y volvieron al lado del Capitán que las esperaba para dar instrucciones.

-Bueno chicos, ni que decir tiene que hoy entrenaremos duro. Debemos ganar a los Osos si queremos ganar la Copa. Y desde ya aviso que son formidablemente buenos. Hay que ser mejores aún. Mucho mejores. Dos equipos: un cazador, un golpeador y un guardian, el -acabó y bajó a toda velocidad para soltar la snitch y las bludgers.


Tomó la quaffle y sin más la lanzó al aire. Salió volando también.
Carla fue la primera en cogerla, aún en el aire. "Demasiado rápida" pensaba Miriam, que intentaba seguirla para quitársela como fuera. Pero no se dejaría tan fácilmente. Volaba hacia los aros custodiados por Iván, de cerca, Vanesa le intentó lanzar una bludger, pero la esquivó a tiempo, casi rozándole la cara. "Por poco..." Carla seguía sin tregua hasta los dominios de Iván, que se preparaba para atrapar la quaffle. "Lo siento pequeño, pero tengo que hacerlo..." pensaba " quizá por la derecha... ¡¡No mejor por...!!" su instinto la guiaba: media vuelta con su escoba hacia abajo, los aros quedaban demasiado altos. Iván la miraba desde arriba "no lo conseguirá, está loca si piensa que..." En un abrir y cerrar de ojos, Carla subió lo más rápido que pudo colocándose justo detrás de Iván que a penas pudo reaccionar antes de que metiera la quaffle.

Ángel no podía creer lo que había visto. Alejandra estaba con la boca abierta en los aros contrarios. Vanesa, Miriam y Mario no pudieron más que aplaudir seguidos de Alejandra, Iván y Ángel.
Era una jugada maestra... "¡La tenían! Si Carla conseguía volver a repetirla, tendrían posibilidades de ganar la Copa"

-¡Carla, leches! ¡Qué bien lo has hecho! -le gritó Ángel que estaba más orgulloso que nunca de ella -Asi se hace amor -le dijo Alejandra que se había acercado para felicitarla.
-Eso ¡ha sido genial! -insistió Vanesa.
-Bueno, está bien. Sigamos con los entrenamientos -les dijo el Capitán antes de guiñarle un ojo a su chica -diez a cero. Vamos ¡¡poneos las pilas!!

Ángel dio otra vuelta con la escoba y cogiendo la quaffle la tiró al aire. Casi cae al suelo, pero esta vez fue Miriam la que la cogió. La agarró con fuerza pegándosela al cuerpo y se agachó todo lo que pudo sobre la escoba para ganar velocidad. Carla la seguía de cerca.
Una bludger lanzada por Mario desestabilizó a la chica haciéndola perder el equilibrio en la escoba, pero ahí estaba Carla para coger la quaffle que caía de las manos de Miriam.
"A mi no se me caerá" voló lo más rápido que pudo, y llegando a los aros de Iván dirigió la escoba hacia el cielo, alto, muy alto para de repente bajar empicado. Iba hacia el Guardián que al verla tan cerca, se apartó instintivamente por lo que fue demasiado fácil meter la quaffle por el aro.
El Capitán no podía creer lo que veía. Era buena, muy buena.... tan pronto dirigía la escoba hacia el suelo, como hacia el cielo, y en las dos jugadas había conseguido desestabilizar al Guardián, confundirlo completamente.
Eran dos jugadas perfectas. Ángel estaba pensando en ponerlas en práctica en el partido contra los Osos si se veían demasiado descolgados. Pero sería secreto. Serían para un caso excepcional y de urgencia.
Antes de acabar el entrenamiento, avisó a los jugadores para decirles algo.

-Vale, vale.... por hoy está bien. Estoy muy contento con los entrenamientos de hoy. Sin duda han revelado grandes cosas. Jugadas que bajo ningún motivo pueden saber nuestros rivales ¿entendido?
-Sii.. -dijeron todos.
-Esta podría ser nuestra única baza si en algún momento nos viéramos desesperados... por eso nadie puede conocerla...

Todos entendieron al instante. Ángel intentaba manternerlo en secreto para utilizarla en cualquier momento y coger desprevenido al equipo oponente.

Al acabar, los chicos se fueron a los vestuarios a darse una reconfortante ducha para poder quitarse todo el barro que habían obtenido de los entrenamientos. El barro ya era un compañero más en los días de invierno... y si entrenaban, mucho más.
Alejandra y Carla se estaban vistiendo como siempre, las dos juntas, cuando llegó Ángel tras la ducha.

-Hola amor -le dijo Ángel a Carla. Le dió un beso.
-Hola cielo -le respondió, instintivamente. "Qué vergüenza".
-Bueno chicos, yo me adelanto... nos vemos en la Común -les dijo Alejandra con la intención de dejarlos solos, y con un hechizo antilluvia salió del vestuario dejándoles allí a los dos.
-¿Qué pasa? No han estado mal los entrenamientos ¿verdad? -le dijo ella sonriendo.
-Nada mal.... es más han estado espectaculares. Y tú eres la estrella. La que hace posible todo... la que crea las más hermosas jugadas de la nada.
-¡Ais Ángel, me pondrás colorada! No creo que haya sido para tanto....
-Claro que si. Nunca vi nada igual.
-¡Pero si eres Capitán!
-Por eso mismo.
- Pues no se... a mi solo me salió. No lo preparé ni nada por el estilo.
-Pues mejor. Eso significa que tienes más, mucho más guardado dentro. Y eso duplica las posibilidades de ganar la Copa -tenía un brillo especial en los ojos.
- De todas formas, aún tenemos que entrenar mañana...
-No. Le dije a los chicos que descansaran para el partido del sábado. Es mejor.
-Genial, así mañana tendremos el dia libre para...
-¿Nosotros? -terminó Ángel.

Carla se puso tan colorada que pensaba que iba a estallar. Pero en vez de eso, una risita tonta salió de sus labios.

-Si.... -respondió.
-Mejor, mucho mejor... -la abrazó mientras ella se abrochaba los zapatos.

Apoyada en su hombro, salió con él de los vestuarios. Pero ya no llovía, había salido el sol y les alumbraba saludándoles.

Mientras, en la Zona Común de los Lobos, Rodrigo hablaba con Joel. El chico hablaba con ellos sobre lo que sentía.

-Es que ¡joder! ¡Me siento solo! Los dos estáis más raros que unos dragones amarillos atlántidos... ya no sabía qué hacer y decidí hablar con vosotros. Paso de esperar más.
-No tenía ni idea de que.... -intentó hablar Nakor.
-¿De que me sentía mal? -acabó Joel -pues mira, si. No sé que leches os pasa, pero si seguís así, yo paso.
-Lo siento Joel. Es verdad, somos gilipollas los dos -miró a Nakor en señal de apoyo -desde que estoy con Julia no te hago ni caso... y eso no está bien.
-Claro que no -soltó Joel indignado.
-Y para remediarlo ¿qué tal si esta noche nos vamos al lago termal? -propuso Nakor animado. Había estado demasiado tiempo pensando en Catalina y necesitaba salir con sus amigos a hacer de las suyas.
-Me parece estupendo ¡yo me apunto! -dijo Rodrigo mirando a Joel, que era el que faltaba.
-Ermm.... está bien.... pero nada de novias, ni de chicas -miró antes a Rodrigo y después a Nakor -solo nosotros. A nadar un rato, a relajarnos... alejados de este Castillo revienta amistades -sonrió.
-Revienta ¿qué? -Nakor se reía más aún. Se levantó y le dió un empujón a Joel -No seas tonto baba, seremos amigos siempre.
-¡Eso tontaina! Ni las chicas, ni las novias, ni nadie arruinará nuestra amistad, que lo sepais... y sino, ¡que un mago tenebroso nos cuelgue de las uñas de los pies! -Rodrigo si que se partía.
-¿¿De las uñas?? ¡Arggg! -Joel cerró los ojos como si fuera verdad y le doliera tanto que no pudiera soportarlo -¡que cosas dices capullo!
-Ya sabes, soy el Encargado oficial de establecer las torturas mágicas -ya no aguantaba más, se revolcaba por la cama.
-¡Ahora verás! ¡¡Me debes una!! -le dijo Nakor que se abalanzó sobre él y empezó a darle manotazos a diestra y siniestra.
-Ya estamos.... -a pesar de eso, Joel hizo lo mismo.

Los tres jugueteando en la cama, aún parecían críos. Pero lo más importante, es que esas demostraciones de fuerza lo único que hacían era reforzar su amistad. Como cuando eran pequeños. Y de vez en cuando, hacerlo les alegraba y les hacía recordar viejos momentos, como cuando eran recién llegados en ese Castillo, tan imponente por aquel entonces como ahora. Pero ahora lo miraban de otra manera. Ya no les asustaba, ahora les agradaba estar allí entre sus paredes, con su gente, sus amigos... aquellos que se había convertido casi en hermanos. Todos considerados como una gran familia.... Así pensaba Rodrigo. Pero esa familia excluía a dos personas, que por algún motivo incluía juntas en el mismo conjunto: Julia y Carla. Una era su "novia", la otra.... "¿Qué era la otra? ¿Amiga? ¿Compañera? ¿Quizá las dos? ¿O tal vez ninguna?" Su cabeza era un lio. Y pensando, sin dejar de pensar, se metió en la cama para dormir. Pero es lo único que no pudo hacer.
Desde el día en que la vió con Ángel, Carla no había salido de su mente ni un solo instante. "Menuda tontería ¿Qué hacía pensando en ella?" Por fin había conseguido lo que quería "Estaba con Julia.... pero entonces ¿por qué pensaba en Carla?" Todo lo que pensaba era un absurdo. Y cuantas más vueltas le daba, la locura se hacía más grande. Era como una enorme bola de nieve: cuanto más rodaba, más grande se volvía. Así se sentía: cuanto más pensaba, más raro se le hacía todo, y más pensamientos absurdos se le venían a la boca.... "Carla..." No se iba de su mente. Estaba allí instalada y nada de lo que hiciera la sacaba. Vueltas y más vueltas en la cama y de nuevo Carla.
Se tapó la cabeza intentando apartar su recuerdo.... el recuerdo de sus manos entrelazadas con las de Ángel, sus labios unidos, sus lenguas..... Se tapó los ojos con las manos, como si eso fuera a disipar aquellos pensamientos. Pero lejos de eso los devolvían a él.
"¿Quizá....? No, no, no puede ser... Me niego a admitirlo...." No sabía ni qué pensar. Bueno, si lo sabía, pero no quería ni pensarlo. Esas palabras no saldrían de su boca, y estaba dispuesto a que tampoco salieran de su mente.
Metió la cabeza bajo la almohada y ahí se quedó hasta quedarse dormido, eso sí, no sin antes pensar que aquello que no quería pronunciar podría ser verdad.